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La estupidez mediática de la base social identitaria: el caso Eduardo Inda

Redacción




Eduardo Inda. /Foto: 20minutos.es.
Eduardo Inda. /Foto: 20minutos.es.

Enrique de Diego

A muchas de las movilizaciones de la Plataforma de las Clases Medias no faltaba Mariano, portando una llamativa conjunción de enormes banderas de España y la regional de Castilla La Mancha. Mariano afirmaba ser militante de Falange en Toledo y se mostraba muy crítico con el PP y estaba de acuerdo en que las autonomías eran un desastre insostenible (lo cual, sin duda, hacía más peculiar aún esa mezcla de enseñas).

En la noche electoral, bajo el balcón de Génova, donde los corruptos de la mafia pepera salen a celebrar sus engaños electorales, vi, con bastante asombro, la enseña de Mariano moverse gozosamente al ritmo de la celebración.

No le he vuelto a ver y, lo siento, porque me hubiera gustado hacerle algunas preguntas para entender tamaña incoherencia. Ha habido en la base social identitaria una alta dosis de estupidez política y mediática. En el terreno político, apuntándose más a ganador que al criterio degradante el mal menor. La base social no ha querido sudar la camiseta y ha ido siendo llevada al expolio y al matadero.

En lo mediático, haciendo seguidismo de las trampas radicales del sistema. Esas trampas son personajes que la casta alimenta, y premia generosamente, con una radicalidad superficial, histriónica, sin cuestionar ninguna de los fundamentos de los privilegios de la casta. Pueden aparentar una enconada lucha entre facciones, pero como las pugnas entre mafias rivales por los límites del territorio. La base social identitaria se ha dejado engañar con facilidad.

Hay histriones de derechas y de izquierdas, como el Gran Woyming, pero aquí interesa más los de derechas. Uno que durante años ha cumplido ese papel de histrión ha sido Federico Jiménez Losantos, con el acompañamiento de un periodista de verbo trabado y pluma mediocre, sobrevalorado, como es Pedro J. Carlos Herrera, esa superficial humorista andaluz, lo cumple de manera episódica. También lo cumplió un tiempo Intereconomía, al servicio del PP, con personajes efímeros como Carlos Dávila.

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Francisco Marhuenda ha tratado de cubrir ese flanco, con escaso éxito, pues demasiado blandito y vaporoso. Ahora el engañabobos que ha lanzado el sistema es Eduardo Inda, un personaje que siempre ha estado al servicio de la corrupción, cortesano de Jaume Matas y de Florentino Pérez, que acude a la polémica bronca, pero superficial, y al patriotismo banal, para mantener entretenido a un personal que no soporta el heroísmo de la disidencia y prefiere el gregarismo, aún a costa de ser manipulado.

La consecuencia es que el identitarismo carece de medios comunicación fuertes e influyentes. Un déficit que Rambla Libre ha venido a solucionar.