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Recuerdo de Franco Zefirelli, uno de los grandes

Redacción




Fernando Alonso Barahona. Crítico de cine.

Fue sin duda uno de los grandes nombres de la cultura europea en el ultimo medio siglo: la opera, el cine, el teatro, la acción cultural. Todo fue del interés de este hombre renacentista que nos ha dejado a los noventa y seis años. Tan solo su incorrección política, su pensamiento libre, su postura anticomunista y en general opuesta al llamado progresismo han impedido que su figura haya sido unánimemente reconocida. Aún así, este artista y senador (  por el partido de Silvio Berlusconi ) emerge como una figura insustituible de la cultura, polémico pero lleno de vida y pasión creadora.

Obtuvo el David di Donatello -galardones de la Academia del cine italiano- y catorce candidaturas de sus películas a los Oscar, entre ellas, al mejor director  por «Romeo y Julieta», en 1968, y al mejor guión por La Traviata», en 1982

Católico y valiente, Zeffirelli colaboró en numerosas ocasiones con la Santa Sede como responsable de transmisiones televisivas. Desde las beatificaciones del jesuita Kolbe y la madre Teresa de Calcuta hasta la Missa Solemnis celebrada para conmemorar el bicentenario del nacimiento de Beethoven o la apertura de la Puerta Santa del Jubileo extraordinario de 1983.

Franco Zeffirelli, había nacido en Florencia, 12 de febrero de 1923 y ha muerto en su casa de Roma, 15 de junio de 2019. Su infancia fue difícil ya que tanto su padre como su madre estaban casados con otras parejas. En la película Te con Mussolini, el cineasta recordaba sus avatares infantiles y juveniles así como el papel fundamental de sus tías en su educación.

Desde muy joven sintió el atractivo de las artes, la música, la literatura, la ópera. En  1946, a los 23 años, se trasladó a Roma, donde debutó como actor de cine y de teatro, y donde conocería a un hombre que marcaría su vida: el gran  Luchino Visconti ( 1906-1976 ), director de cine, teatro y ópera. Se convirtió en su ayudante de dirección en las películas «La terra trema» (1947), «Bellissima» (1951) y  la magistral «Senso» (1952) una de las grandes obras maestras del cine europeo. Fascinado y enamorado de Visconti, Zeffirelli puso en escena, entre 1948 y 1953, varias obras de teatro universales como Chejov, Tennesse Willimas o Shakespeare. William Shakespeare.  Fue inolvidable su montaje de Otelo  que presentó en el festival de Stratford-on-Avon, en 1961  y de ¿Quién teme a Virginia Wolf?, del autor teatral estadounidense Edward Albee (1928-2016).  En la ópera fue mundialmente reconocida su versión de Aida de Verdi.

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Su relación con Visconti terminó abruptamente tras un incidente dramático con el director. Zefirrello en sus apasionante libro de memorias reconoce la deuda con el autor de El Gatopardo y Muerte en Venecia cuyo recuerdo le acompañó todos los días de su vida.

Convertido en uno de los más reputados directores de ópera pudo conocer a la mítica Maria Callas, la única mujer de la que estuvo enamorado en su vida y a la que dedicó como homenaje su ultima película: Callas forever. La Callas trabajó en varias ocasiones con Zeffirelli, entre ellas, en la única función de ópera de la soprano griega de la que existe testimonio cinematográfico: la «Tosca», de Puccini, que se representó en el Covent Garden de Londres. También la dirigió en «Il turco in Italia», «Norma» o «La traviata».

La opera como arte total le conduciría al cine que había aprendido al lado de Visconti. Zeffirelli llevó a Shakespeare a la pantalla en varias ocasiones, siempre con singular fortuna. Debutó en 1965 con La mujer indomable, adaptación de La fierecilla domada con – nada menos  – que Elizabeth Taylor ( una de sus grandes amigas ) y Richard Burton, y logró una original versión de Hamlet con Mel Gibson en el papel central, decisión arriesgada pero que se saldó con notable éxito. Pero su obra maestra fue sin duda Romeo y Julieta ( 1968 ). Con una bella banda sonora de Nino Rota y una espléndida puesta en escena plena de color, armonía y estética, Zeffirelli renovó la obra clásica. Además fue la primera vez en la que los actores que daban vida a los protagonistas (Olivia Hussey, Leonard Whiting ) eran poco más que adolescentes, la edad real de Romeo y Julieta en el texto de Shakespeare.

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La obra magna del director llegaría en 1973: la monumental Jesús de Nazaret, concebida como serie de TV pero con estreno y montaje cinematográfico y que se convirtió en la versión canónica de la vida del Hijo de Dios en la pantalla. En sus memorias Zefirelli cuenta con minuciosidad el rodaje de la película, los actores, Robert Powell como Jesús y el poder de su mirada, Olivia Hussey, Laurence Olivier , Ernest Borgnine, James Mason, Michael York. Las imágenes de la película transmiten la inmensa fe y el amor con la que fueron rodadas. Franco Zeffirelli se mostró siempre orgulloso de su obra. Como también lo estaría – aunque el éxito comercial fuera menor – de Hermano sol, hermana Luna, recreación con estética casi hippie y moderna de la vida de San Francisco de Asís.

En el cine aún cosecharía un gran éxito comercial con Campeón ( 1978 ) adaptación modernizada del melodrama de King Vidor de 1930 y y con su versión de La Traviata, con Plácido Domingo, opera filmada y estrenada en los cines , otro clásico incontestable del personal estilo de su autor.

Zeffirelli fue un hombre valeroso e independiente. Se confesó homosexual ( pero no gay término que rechazaba con energía ) pero siempre se mantuvo en la Iglesia Católica sin abjurar de principio alguno. Polemizó con Scorsese a raíz de su escándalosa La ultima tentación de Cristo, y no le importó enfrentarse a la progresía europea con sus opiniones contra corriente y con su posición anticomunista.

Pero el arte fue su vida y hoy su legado se tiñe de belleza, de color, de poesía, de una estética que más allá del mero formalismo desprendía emoción y vida. Y esa – en definitiva – es la magia de la creación artística.