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Javier García Isac: No hay ninguna pretendida superioridad moral de la izquierda

Redacción




Javier García Isac. Director de Radio Ya.

Parece que por fin termina esta eterna campaña electoral y son muchos los interrogantes que se nos presentan, muchas las dudas que se deben resolver y excesivas las quinielas para que solo la intuición mas avezada, pueda despejarlas.

Nos enfrentamos a situaciones que aun no siendo del todo novedosas, nos producen más temor y miedo que en el pasado. Un miedo posiblemente injustificado pero que se ha instalado en el imaginario colectivo.

Pedro Sánchez provoca un rechazo compulsivo incluso entre sus propios votantes de izquierda, algo parecido a lo que provoco Zapatero y que motivo la mayoría absoluta de Rajoy. Cuando Mariano Rajoy arraso en las urnas, hubiera dado igual que el PP presentara un maniquí de unos grandes almacenes. Lo de menos era el candidato. Lo importante era echar a Jose Luis Rodríguez Zapatero. Mariano Rajoy fue una inmensa decepción. Traiciono a todos, incluso a sí mismo. Ni siquiera el mito de habernos sacado de la crisis, pudo evitar el desastre. Rajoy se lo puso muy fácil a la izquierda. Acepto y dio por buena, la supuesta superioridad moral de esta y todas las perversas leyes de ingeniería social de Zapatero, leyes y mantras en las que existe un consenso casi unánime de aprobación y de excluir del debate a todo aquel que ose, aun que sea de una forma timorata, ponerlas en duda.

Rajoy salvo a un Sánchez que estaba políticamente muerto, acabado. Echado de su propia organización, con un PSOE en desbandada y a punto de ser sobrepasado por los comunistas de Podemos. Rajoy acudió en auxilio de Sánchez por su cobardía, por su inacción, por su traición y posiblemente también por su pragmatismo. Un pragmatismo que siempre fue su seña de identidad a lo largo de su dilatada carrera política, pero que en esta ocasión, se convertiría en su peor enemigo.

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El Partido Popular alcanzo las más altas cotas de poder territorial, se creían inmunes, se creían por encima del bien y del mal. Un poder omnímodo que están a punto de perder. Candidatos mediocres y de medio pelo, con una estrategia que se me antoja equivocada y que solo apela al voto del miedo, al voto útil, y si por si todo esto fuera poco, Casado hace caso a los que desean destruirle, y piensa que su reciente batacazo electoral, se debe a una supuesta derechización de su partido, y apela al centrismo, a la moderación y a sacar a pasera  a Mariano Rajoy. No tengo miedo a Sánchez, como tampoco se lo tuve a González o Zapatero. Me preocupa más la imbecilidad del pueblo español en su conjunto, en masa y lo influenciable que puede llegar a ser. Pretender hacernos ver, que los mismos que nos han traído hasta aquí, los mismos que han propiciado la reciente victoria de Sánchez, serán ahora nuestros salvadores y en los que debemos confiar sino deseamos que las cosas empeoren. Nos hablan de la subida de impuestos que se nos avecina, olvidándose que ellos prometieron bajarlos e hicieron lo contrario, nos hablan de la dignidad de las víctimas del terrorismo, y para ello apelan al nombre de Mar Blanco, cuando ni siquiera el Partido Popular la había colocado en puesto de salida para ser elegida diputada, obligando a retirar a dos electos, para que corriera turno. Por cierto y por desgracia, Mar Blanco no es ejemplo de absolutamente nada, más que de indignidad para con las víctimas del terrorismo. Nos hablan de una ley de memoria histórica que no derogaron y de unas leyes de ideología de género, que mantuvieron, subvencionaron y ampliaron con esos vergonzosos pactos de estado que se avinieron a firmar, para mayor gloria de la izquierda de este país, y se muestran preocupados por la unidad de España cuando con su gobierno, no se produjo la celebración de un referéndum ilegal, si no la celebración de dos referéndum ilegales. Así que por favor, miedo a nada ni a nadie.