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Vista a la derecha (2): La culpa la tiene Aznar

Redacción




Enrique de Diego.

La culpa no la tiene Pablo Casado, aunque pueda ser considerado un mal candidato pero el menos malo, al menos que Soraya Saénz de Santamaría. Ejemplifica la mentira en política, pues su pretensión de encarnar la renovación del partido es un mantra, una engañifa, pues Casado, al fin y al cabo, es un político profesional que lleva todo el tiempo en esto, licenciatura y másters de por medio. No es más de lo mismo, sino menos de lo mismo. La cuestión es que el PP no es renovable. En cada provincia son los mismos o muy parecidos.

Cierto que Mariano Rajoy consiguió la extraña proeza de dejar casi sin representación a la derecha liberal, gobernando con toda la agenda de la peor izquierda, la de Zapatero. Rajoy malquistó al PP con la derecha cristiana, de donde surge Vox, pero también se dedicó a subir los impuestos después de prometer bajarlos, y lo hizo por dos veces, distanciándose de la derecha secularizada, y dando la penosa sensación de que ninguna de sus promesas ni la más nimia de las líneas de su programa eran cumplidas. Para redondear la faena, se negó a dimitir y pasar el relevo a alguien de su partido, permitiendo que por sus dudas se colara ese gran oportunista que es Pedro Sánchez.

La misión de Pablo Casado de salvar al PP del naufragio era, ciertamente, imposible, por cuanto el acoso es doble, por su derecha y por su centro. Casado ha intentado taponar la vía de agua hacia la derecha en su primer envite y, fracasado, ha tornado al centro para intentar cerrar la otra vía de agua, que es también descomunal. Todos los indicios apuntan a que esta segunda vía se va a agrandar en las inminentes elecciones locales y autonómicas, en las que, da toda la impresión, de que el PP, sacudido por la tormenta desatada y desarbolado por sus propios errores, va a perder el liderazgo de la derecha, con todo lo que eso significa.

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Los populares confían en un reflujo de votantes de Vox arrepentidos que, sin embargo, puede recalar con más posibilidades en el puerto de Ciudadanos. El PP representa actualmente poco. Resiste en personas mayores, acostumbradas a votar a ese partido, y en mujeres, según los estudios sociológicos de comportamiento electoral. Algunos consideran que precisa de una refundación, pero ese objetivo resulta igualmente imposible, pues el PP es lo que es, un desiderátum de políticos ajados con la mochila atosigante de la corrupción, que se asoma a la quiebra económica, a la venta de sedes, a la reducción de plantillas.

Pablo Casado puede, con todo, seguir. ¿A dónde iría? Alberto Núñez Feijoo quiere llegar en olor de multitudes, plebiscitado, sin contrincante, demasiado tarde.

En este tiempo en que se hace preciso buscar un culpable es necesario ir más allá de Mariano Rajoy, que sin duda lo es, para buscar las responsabilidades en José María Aznar. Sin él no existiría Ciudadanos, pues fue él quien en acuerdo con Jordi Pujol proscribió el españolismo en Cataluña. Ahí empezó todo.