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Derecho de réplica: Elogio de Javier Rubio y menosprecio de Jiménez Losantos

Redacción




Enrique de Diego.

El 1 de diciembre de 2016, Libertad Digital anunció, a bombo y platillo, la salida del libro El linchamiento de Federico Jiménez Losantos, que mejor hubiera estado titulado, y más acorde con su contenido, El Relinchamiento, porque Losantos lo que emite son relinchos sin que le haya quitado el pelo de la dehesa. Pobre hombre.

Según Libertad Digital, el libro da “las claves del largo asedio sufrido en su anterior emisora desde el Gobierno, Prisa, el PP y la monarquía, su resistencia frente al acoso judicial”. Libertad Digital daba, en primicia, el extracto de un capítulo del libro, que, por lógica, debía ser el más relevante. Algo de ese acoso del Gobierno, quizás las arteras maniobras de Prisa, la conjura de la calle Génova, quizás, o las torticeras patochadas del patético chorizo de Juan Carlos de Borbón contra la gloria de Orihuela del Tremedal. El extracto de la primicia correspondía a un capítulo titulado “Enrique de Diego y los policías del 11-M”. Parecería al lector poco avisado que el que suscribe sería el urdidor de tanta conspiración y el que había conseguido, a la postre, echarle de la COPE. 

Javier Rubio con Federico Jiménez Losantos.

Persona a la que concedo, en justicia, autoridad moral e intelectual como es César Vidal lo ha descrito como un ignorante –“ignorancia de temas relevantes de manera pavorosa”, “no sabe prácticamente de nada” en política internacional, “en política nacional es raro que vaya más allá de lo ramplón”-. En lo que le concedo a Losantos cierta pericia es en el mal, en hacer daño gratuito. Es como el niño acomplejado –y Losantos lo es mucho, como dice César Vidal: “Federico tiene inmensas carencias en el terreno de los sentimientos”- al que se le da un micrófono –y vía líbre- en el recreo y se ensaña con el cojo.

Dice de mí alguna verdad como que “pese a los muchos años y los muchos libros entregados a la actividad periodística, es bastante desconocido”. Este petimetre confunde la popularidad con la sabiduría y chapotea en la moral del triunfo. Stalin es muy conocido y era un asesino compulsivo, como Mao, a los que veneró Losantitos. Decía Karl R. Popper que los manuales de historia reflejan la del crimen, son el frontispicio de los mayores asesinos. El triunfo no justifica nada, ni es un valor en sí. A veces, se acompaña en demasía con la estupidez de la vanagloria.

Losantitos miente mucho, es un mentiroso compulsivo, se autoconcede una gran indulgencia para la mentira cuando él o sus intereses están en juego. Es un relativista moral de un tipo tosco. En ese capítulo tan importante y decisivo para darlo como adelanto a fin de despertar el interés de los lectores afirma que “el afecto, admiración o identificación de Enrique conmigo, que en no pocos momentos ha alcanzado niveles ruborizantes…” ¿Cuándo, dónde? Cuando Losantitos se pone tipejo delira y alucina en colores. Este personajillo de tres al cuarto se ha creído Napoleón y Celia Gámez y está acostumbrado a que le rían las gracias el dúo de la pelota de las 12.

Ese niñato acomplejado e ignorante que es Losantitos me trataba de hacer daño aseverando que “el problema que le planteaba a su primer director (de Libertad Digital), Javier Rubio es que quería colaborar demasiado. Hasta tres artículos llegó a enviar, según se me quejaba Javier; y esa reticencia a su inflamable inspiración provocó el enfriamiento de nuestras relaciones y, finalmente, su marcha”. La hiel destilada estaba en esa acotación falsaria: “según se me quejaba Javier”. Escribir tres artículos en un día no es desdoro, depende de su contenido. Me consta que Losantitos practicaba con fruición el deporte patrio de apropiarse de las ideas ajenas olvidándose a propósito de la cita. Esto es habitual en el personaje. Me consta que ahora succiona de alguna persona que incluso está contenta de que se haga eco este parásito intelectual.

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Federico Jiménez Losantos (de pie, a la izquierda)y Javier Rubio, en la primera fila, el primero a la iizquierda, en una foto de juventud.

Según se me quejaba Javier”. Estoy seguro de que es mentira, como casi todo lo que sale de la infecta boca de la gloria de Orihuela del Tremedal. Javier Rubio es un caballero, una buena persona, un hombre recto y un gran profesional del periodismo, aposentado, ilustrado y lúcido. Fue Javier Rubio quien me llamó, en los primeros compases de Libertad Digital, porque no tenía quien escribiera o quien lo hiciera con sentido y oficio. Durante tiempo, nos acostumbramos a hablar a diario por teléfono. Le consultaba artículos y daba su beneplácito. Me llamaba y me pedía de urgencia. Convertí, a las órdenes de Javier Rubio, un magnífico director, a Libertad Digital en una referencia, liderando el mundo digital, posición que ha ido perdiendo.

No tengo más que elogios hacia Javier Rubio Navarro. No tuve el más mínimo roce con él. Siempre hubo una plena sintonía. Con personas como Javier Rubio da gusto colaborar. Fue director de Libertad Digital desde el año 2000 hasta el 2006, cuando pasó a ser Director General del Grupo Libertad Digital. Abandonó la empresa en el año 2010 sin recibir la más mínima explicación, después de sus servicios probados y de cuarenta años de amistad –Losantitos no tiene amigos, no está dotado para la amistad sólo para su utilización- sin la más mínima explicación. Federico ni tan siquiera se despidió de él. Ahora lo veremos.

Según César Vidal,no tengo la menor duda de que Federico Jiménez Losantos se había cansado de que no estuviera dispuesto a decir amén a todo”. Esas son las personas que sacan adelante las empresas. Los aduladores las hunden. Javier Rubio había sido redactor jefe de Blanco y Negro, jefe de Cultura de Diario 16, director de El Europeo y de Geo. Un primera espada y persona de vasta cultura.

Alberto Recarte, en el juicio de las tarjetas black. /Foto: lavanguardia.com.

En diciembre de 2013, tres años después de su oscura defenestración, Javier Rubio emergió de las sombras y concedió una suculenta entrevista a Periodista Digital a propósito de su muy interesante libro “La otra vida de Luis Buñuel”, biografía crítica y viaje iniciático a las entrañas del surrealismo. Por primera vez, Rubio habló de su peripecia. Veamos: “Alberto Recarte me comunicó que Federico Jiménez Losantos había perdido su confianza en mí. Eso llevaba acarreado que yo tenía que abandonar el cargo, pero se me dejaba abierta una especie de puerta. Pero coincidió con que en aquel momento yo estaba preparado mentalmente para marcharme de la empresa en la que había trabajado y a la que había dedicado muchísimas horas durante 11 años. Quizás vi con claridad que mi tiempo en Libertad Digital se había acabado”.

O no he leído mal, o una persona que lleva una vida en paralelo con Losantitos desde el bachillerato en Teruel, la friolera de 40 años, de una lealtad acrisolada, de grandes dotes profesionales, de una entrega sin límites, sin contar las horas, no se merece ni un cara a cara con Federico, ni una explicación razonable, sino que le manda el motorista, a un propio, en este caso el ínclito black Alberto Recarte. ¿Y qué es eso de que ha perdido la confianza? Pero ¿éste petimetre quién se cree, el Duce?

Tres años después de su salida, Javier Rubio no sabe dar con la razón de esa pérdida de confianza y de su abrupta y desmerecida salida: “Cualquier chispa en una atmósfera adecuada produce una explosión. No sé cuál fue la chispa ni por qué Federico cambió lo que había sido su conducta hacia mí durante 40 años más o menos”. Según fuentes solventes, la chispa tiene nombre y armas de mujer, Ayanta Barilli. Javier Rubio no quiso darle un programa en Libertad Digital TV con las desproporcionadas retribuciones económicas que exigía.

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Algo de eso parece intuirse en la reflexión general que hacía el gran Javier Rubio en Periodista Digital:Cuando yo trabajaba de director a veces se me reprochaba la austeridad y todo el mundo pensaba que yo no era bueno para el negocio porque no sería capaz de gastar mucho dinero. Yo siempre he sido rácano cuando gestionaba dinero que no era mío”.

Aún tres años después, Javier Rubio sangraba por la herida de la amistad burlada: “Si algún día Federico fuera capaz de llamarme y decirme: ‘hola Javier, ¿cómo va la vida? ¿qué tal estás? Fui un cabrón contigo’, probablemente se me caerían las lágrimas. Pero como estoy convencido de que Federico Jiménez Losantos tiene una incapacidad absoluta para dejarse llevar por los sentimientos de las personas normales y corrientes, no creo que nunca me llame y me lo plantee. De todas maneras, yo no tengo ningunas ganas de volver a Libertad Digital”.

Queda como brillante y ejemplar epitafio lo que reflexionaba en esa entrevista Javier Rubio:vivir dentro del periodismo no es la vida más envidiable para una persona honrada”. ¿Son honrados los que le sucedieron en Libertad Digital? Los tejemanejes en la contabilidad de Libertad Digital SA hacen elevar un mar de sospechas.

Retorno al relinchamiento de Losantitos. Ese niñato acomplejado especializado en poner motes, escribía de mí: “Roto el dique de su entorno liberal, se lanzó a escribir ensayos a porrillo y novelas en pandilla, lamentablemente sin éxito. Es raro que publicando tanto no se acierte alguna vez, pero el destino de los genios suele ser injusto”.

Lo que yo no he hecho, Losantitos, como tú, es firmar libros que no he escrito. Y mira por donde, la constancia a veces tiene premio y la liebre salta donde menos se lo espera uno. ¡Quién nos iba a decir a ti y a mí que el éxito llegaría con un libro en el que tú eres actos secundario: “La gran traición: Federico Jiménez Losantos apuñala a César Vidal en Es.Radio”. Oye, gracias, Fedegico. Eres una mina.