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Hacia la rebelión general contra la corrección política

Redacción




Enrique de Diego.

El fenómeno más profundo y decisivo que se está produciendo en la sociedad española es la rebelión creciente, en marcha hacia hacerse mayoritaria y general, contra la corrección política. Tras dos décadas de avance y otras dos de hegemonía absoluta, los insultos y anatemas con lo que se imponía el terror y el silencio ya no hacen mella en los ánimos ni callan las bocas ni hacen abjurar del pensamiento lógico. Términos como fascista, facha, extrema derecha, misógino, homófobo, xenófobo o racista por su notorio abuso ubicuo han perdido su capacidad paralizante. Son cada vez más los que, por su desenfoque inquisitorial, se los toman como un elogio o como la confirmación de que lo están haciendo bien.

Un número creciente de gente percibe que se trata de una ingeniería social establecida desde las élites y las instituciones que pretende destruir las sociedades occidentales y por el camino tergiversar la realidad haciendo comulgar con ruedas de molino e imponiendo semánticas extrañas y sectarias, descalabrando el diccionario y produciendo graves distorsiones a la psique. Ser políticamente correcto ya no se lleva, es rancio y reaccionario, es una forma manifiesta y extrema de estupidez.

Caída del Muro de Berlín.

Sustitución del marxismo. La corrección política surgió después de la caída del Muro de Berlín como un sustituto o sucedáneo del marxismo. Nació como una propuesta instalada en el relativismo moral e intelectual, con una apariencia de tolerancia, sobre la base de la defensa de las minorías frente a las imposiciones de la mayoría, identificada como blanca, heterosexual y cristiana. Fue la propuesta de divulgadores menores franceses como Jacques Derrida y Gilles Deleuze o el pensamiento débil del italiano Gianni Vattimo. Su extremo relativismo de base partía de que puesto que la verdad no existe, pues el marxismo era la verdad, el método científico, entrábamos en la era de la postmodernidad, sin referencias morales ni principios objetivos.

Nueva religión, nuevos clérigos. La nueva ideología, al principio chocante, curiosa y en buena medida ridícula, se fue presentando como una nueva religión que establecía parámetros morales correctos, que debían ser seguidos, distintos y contrarios de los tradicionales, probados por la experiencia, de forma que se ha ido presentando como una nueva religión, muy agresiva hacia el cristianismo y sus tradiciones. Una nueva religión vacía y estúpida que se ha ido mostrando cada vez más intolerante, y sin las restricciones de los clérigos de las religiones tradicionales limitados por códigos revelados. Los efectos de las prédicas atorrantes y opresivas de los nuevos clérigos han sido altamente perniciosos como la caída de la natalidad o la crisis económica o situaciones muy graves de conflicto social interno dentro de la sociedad.

Inteligencia media. Esa nueva religión directamente confrontada con el cristianismo y con las bases morales de las sociedad de la civilización cristiana prendió con facilidad en la inteligencia media, la que difunde ideas pero no es creativa; no los pensadores, sino los profesores, porque entrañaba una cohesión de casta que anteriormente había facilitado el marxismo. Es preciso aclarar para los jóvenes que el Muro de Berlín cayó por la consunción del comunismo, ineficaz hasta el punto de ser incapaz de mantener los niveles de población alcanzados, como vemos, por cierto, en Venezuela, pero que en ese momento, 1989, era lo que se enseñaba en universidades y escuelas como verdad científica, llegando a desafueros tan absurdos como adoctrinar respecto a que en las naciones comunistas no había paro. La inteligencia media encontró en la corrección política el instrumento de legitimación y una salida para los numerosos egresados de las facultades de las mal llamadas ciencias sociales, que inservibles para la generación de riqueza, sin salida al mercado de trabajo, pretendían dotarse de esa forma de una supuesta superioridad moral sobre las laboriosas clases medias.

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Con cargo al Presupuesto público y al sufrido contribuyente. Como toda clerecía, y ésta no tiene parangón en su voracidad ni en su número, opresivos, ha tendido a instalarse obsesivamente en el Presupuesto público y a vivir del sufrido contribuyente, al que, al tiempo, lacera por sus numerosos pecados y desviaciones, tratando de hacerle la vida imposible y de destruir su modelo de sociedad, pervirtiendo a sus hijos y decidiendo que los nuevos clérigos tienen más derecho a educarlos que los padres. De esa forma, dominando todos los cauces de difusión de cultura y enseñanza pueden establecer condenas al ostracismo, tanto de personas como de ideas. Tras la caída del Muro de Berlín, la primera medida que impuso la inteligencia media fue la subvención al cine, luego la progresiva estatalización de la enseñanza, posteriormente convertir a las Organizaciones No Gubernamentales en aparatos incrustados en el Estado. Parasitando del Estado, con una clerecía inmensa y agobiante, presentándose como especialistas y como humanitarios, han podido imponer ortodoxias dominantes. No conforman grupos de individuos críticos sino altamente gregarios que difunden un mismo mensaje y utilizan una misma semántica, que a veces por su complicación y su absurdo les asemeja a los gnósticos.

Tiranía mediática. Esa nueva religión vacua constituye la única línea editorial de los medios de comunicación tradicionales y de la mayoría de los digitales. Todos usan una misma semántica en las cuestiones fundamentales. Por ejemplo, todos se niegan a publicar las nacionalidades de los delincuentes, porque eso podría ser mal interpretado por el público no iniciado. Es un dogma que, por ejemplo, ha sido sostenido públicamente por Susanna Griso, sacerdotisa de la corrección política. Todos los medios de todas las tendencias han sostenido criterios tan deformantes de la realidad como que los atentados del terrorismo islámico eran un caso aislado, eran la consecuencia de trastornos mentales o que el islam es una religión de paz. Esa ideología, esa nueva religión es impuesta por las megacorporaciones a través de la publicidad y de los algoritmos que depuran las conductas desviadas, que suelen ser las más sensatas. No se puede sobrevivir en el periodismo sin someterse a la nueva religión y hacerlo abre puertas y permite el ascenso, si se cuidan escrupulosamente las formas; es decir, la adhesión a los dogmas de la corrección política mediante una tolerancia impostada y radicalmente falsa.

Una madre y su hijo, muertos por el islamismo y el buenismo de Ada Colau en Las Ramblas.

Multiculturalismo. Éste es uno de los dogmas más caros a la corrección política. Las sociedades occidentales resultan peligrosas por su identidad blanca, heterosexual y cristiana y deben ser atacadas y diluidas mediante la importación sin límites de foráneos, en lo que ha devenido en un simple proceso de islamización, que está resultando altamente conflictivo, con oleadas de terror sexual, terrorismo indiscriminado y zonas que han dejado de ser literalmente Europa y donde rigen el delito y la sharia. Se vendió este proceso como benéfico, pero la gente no ve los beneficios por ninguna parte. Se recurrió a groseros engaños como se nos pagarían las pensiones y estas están en crisis y el Estado de bienestar en cuestión al tener que asumir en las ayudas sociales a grupos humanos que no han cotizado. Las más desprotegidas están siendo las mujeres occidentales.

Globalismo. La corrección política ha encontrado un foco de resistencia muy fuerte y muy activo en el patriotismo, pues uno de sus postulados es la destrucción de las naciones, mediante conflictos, separatistas y falacias federalistas, para potenciar las entidades supranacionales -UE, ONU, UNESCO, etc.- como embriones de un gobierno mundial controlado por las élites capitalistas. Esquema del financiador de la corrección política George Soros a través de la Open Society Foundation.

Feminismo, ideología de odio y negocio.

Feminismo e ideología de género. La corrección política tiende abusiva y constantemente a hablar en nombre de todas las mujeres. Irene Montero es un caso paradigmático. La mera acumulación de minorías conforma una sociedad puzzle de sociedades cerradas y contrapuestas, en conflicto, con riesgo de degenerar en guerras étnicas y religiosas, así que la corrección política ha creído encontrar en las mujeres el instrumento idóneo para conformar una mayoría estable. Para eso se ha recurrido a burdas patrañas como la brecha salarial, a una oferta corrosiva de cultura de la muerte con el aborto como derecho y método anticonceptivo o a introducir en los Presupuestos del Estado a las asociaciones feministas. El feminismo correcto por excelencia es el lésbico, pues es el que muestra una aversión más cerval hacia el varón y la maternidad, con lo que coadyuva a la destrucción de la familia, señalada como campo de dominación y no de colaboración. De esa manera, los varones españoles, que son los más respetuosos de las mujeres del mundo, son presentados como los peores maltratadores, distorsionando los datos, con cuestiones tan infantiles y demoledoras como haber dejado de publicar el número de varones asesinados en violencia doméstica o estableciendo dogmas delirantes como que no existen denuncias falsas. La corrección política como sustituto burdo y tosco del marxismo es una evidencia en el terreno del feminismo, donde el capitalismo ha sido simplemente sustituido por el patriarcado y capitalista por varón, siendo la mujer el equivalente colectivo al proletariado.

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Cristina con su hijo Ángel, robado por los servicios sociales de Mallorca. /Foto: ramblalibre.com.

Servicios sociales. El último instrumento de opresión del que se ha dotado la corrección política han sido los servicios sociales, en el que encuentran acomodo psicólogos y trabajadoras sociales, que fuera de este terreno, en tanto que clerecía, no encontrarían acomodo en el mercado de trabajo. Como sistema policial, como nuevas Gestapo, los servicios sociales tienen cada vez más poder para determinar el futuro de los varones, para cortar toda relación de estos con sus hijos, provocando daños inenarrables en la nueva generación, y aún para robar niños separándoles de sus madres y de sus padres, como nuevos huérfanos.

La corrección política está cada día más desacreditada, cada vez produce menos terror, cada vez la gente habla más claro y se muestra más díscola y más hereje respecto a sus dogmas. Se percibe una marcha acelerada hacia la rebelión general. Cada vez más gente niega cualquier atisbo de superioridad moral a los nuevos clérigos, considera con razón que sus criterios tradicionales, con los que vivieron y progresaron las familias de sus padres, son más sensatos que esos extraños dogmas según los cuales no hay que tener identidad sexual, ni nacional. Ven con sus propios ojos como la corrección política lleva a la sociedad y la nación a desastres estruendosos, que son negados sistemáticamente, en un intento por imponer una ceguera, ante la que la resistencia es creciente. Pero toda esta locura colectiva que se ha tratado de imponer no se parará si no se saca de los Presupuestos públicos a esta nueva clerecía que ha generado un Estado confesional de un tipo excéntrico, absurdo pero altamente destructivo. Es preciso y urgente cortarles los suministros. Liberarse de ellos.