Editorial.
Resulta difícil no emocionarse y permanecer impasible ante el sufrimiento del pueblo venezolano y ante su desesperación y heroísmo saliendo a las calles a defender su supervivencia. Sin embargo, Pedro Sánchez ha conseguido instalarse en una tibieza que lo enfanga en la más estricta indignidad. Aunque era tan esperable como previsible, la reacción de Pablo Iglesias y de Podemos ante la autoproclamación de Juan Guiraó como presidente encargado o interino, para convocar elecciones, es una inmundicia, que confirma la necesidad de que el pueblo español erradique a esa farsa de partido.
Cuando la inflación prevista para este año es de 1.370.000%, lo que llevará aún más y de manera irreversible a la población a los abismos del hambre, cuando ya el 10% de los venezolanos han emprendido el camino del exilio económico, calificar de «golpe de Estado» el valiente gesto de Juan Guiraó buscando una salida a este atolladero, como ha hecho el comunista de opereta Alberto Garzón es una completa inmoralidad.
Nicolás Maduro carece de legitimidad de origen, pero es notoria su total ausencia de legitimidad de ejercicio. La doctrina de la Escuela de Salamanca indica que cuando se lesionan gravemente los derechos de las personas, y no otra cosa es llevarlas al hambre, el asesinato del tirano es legítimo; es la doctrina del tiranicidio. Lejos de ello, las últimas noticias indican que Juan Guiraó está dispuesto a ofrecer amnistía a Nicolás Maduro. No se busca la venganza, sino el nivel básico de supervivencia, una salida democrática.
La nausebunda nota oficial de Podemos sitúa como motivación fundamental del momento político presente en Venezuela que Estados Unidos busca «controlar las mayores reservas del mundo«. Atrapado por su ideología comunista, pero de un biotipo bastante excéntrico, el cuarteado partido de Pablo Iglesias se autoincrimina y, al tiempo, es incapaz de explicar como teniendo tal riqueza natural, el pueblo venezolano ha sido condenado al hambre y al exilio. Los niveles de inflación que soporta la población venezolana es igual o incluso superior a la que se sufrió en la República de Weimar.
No hay disyuntiva: el apoyo claro y firme a Juan Guiraó, que lo es al sufriente pueblo venezolano, es un imperativo ético. La situación es prepolítica, es de estricta supervivencia. Nicolás Maduro debe ser desalojado del poder. La conversación telefónica entre Pedro Sánchez y Juan Guiraó muestra la peor faceta del presidente del Gobierno, la de la estricta retórica. Puede pesar en esta actitud tan impúdica el hecho de que José Luis Rodriguez Zapatero sea un mercenario a sueldo de Maduro y del tardochavismo. El PSOE está escribiendo algunas de las páginas más penosas de su deleznable historia. Escudarse en la búsqueda de una posición común de la Unión Europea es una dejación de responsabilidades y una cobardía. Los lazos de hermandad de España con Venezuela no son los de Austria u Holanda y, sin embargo, el presidente francés, Emmanuel Macron ha sido mucho más claro y más contundente en la deslegitimación de Maduro -un tirano de opereta y narcotráfico que produce vergüenza ajena- que la postura de Pedro Sánchez.
Tanto Ciudadanos, como el PP y Vox están actuando con una apuesta nítida por la libertad y la paz en Venezuela. Haría falta quizás una gran manifestación conjunta que muestre el apoyo del pueblo español a su hermano, el pueblo venezolano, pero en cualquier caso las declaraciones y las iniciativas están brillando a gran altura. Se está mostrando una superioridad moral en el ámbito de la derecha sobre una izquierda que se mueve entre la tibia indiferencia y la más estricta degeneración totalitaria. El sueño equinoccial de Podemos es el socialismo del siglo XXI de Nicolás Maduro. Las hemerotecas están llenas de declaraciones de Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Alberto Garzón e Iñigo Errejón situando al chavismo como modelo a seguir. Según Errejón, si Venezuela no es el paraíso terrenal, se le parece; no falta de nada y todo el mundo hace tres comidas al día. Estos personajes y esa formación deben ser erradicados de la vida pública.
Alberto Garzón ha escrito, con clarinazos militaristas, que «espero y deseo que el Ejército venezolano se mantenga protegiendo la democracia y la paz«. Es conocido que la cúpula militar ha sido corrompida mediante la prebenda petrolera y la dedicación al narcotráfico. El pueblo venezolano, desarmado e indefenso (el balance de la represión de las manifestaciones pacíficas es aterrador), se enfrenta a los matones del chavismo y a un Ejército represor, por eso Rambla Libre entiende que es precisa la inmediata intervención militar de Estados Unidos, con el concurso de fuerzas militares de naciones hispanoamericanas, o con el explícito apoyo de sus Gobiernos, para frenar y desalojar al tirano. La guerra civil ya existe; se viene dando desde hace tiempo, pero una manera muy desigual. La intervención militar extranjera es una imperiosa necesidad humanitaria.