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¿Qué se debería tener en cuenta antes de un crédito de consumo?

Alfredo




Los préstamos o créditos al consumo (aparecen denominados de ambas maneras) son productos o servicios financieros en los que un particular solicita dinero para la compra de un artículo de consumo o para la prestación de un servicio. Se piden para acometer las reformas de la casa, la compra de electrodomésticos, la reparación del automóvil (o la compra de uno nuevo) o para sufragar alguna intervención médica, en España por lo general suelen ser para costear los gastos de fisioterapia posteriores a una operación o para un tratamiento odontológico. Incluso hay grandes superficies que financian la compra de productos de alimentación. Todo el mundo recuerda ese gran almacén que permitía la compra a 30, 60 y 90 días (es decir en tres meses). Pues bien: eso también es un crédito de consumo.

Hoy en día es muy común que tanto bancos, como las entidades de microcrédito, se especialicen en este tipo de préstamos. Son los tipos de créditos que mueven más dinero, por  detrás de los préstamos hipotecarios. Los consumidores deben saber de su existencia pues dicho conocimiento les permite más alternativas para comprar: para aprovecharse de ofertas o de rebajas, por ejemplo. Pero exigen responsabilidad y cautela. No es algo que se puede acometer a la ligera, pues uno se compromete a pagar una gran cantidad (que puede variar entre los 5000 y los 60 000 euros) durante mucho tiempo -hasta 5 o 10 años. Por ello hay que tener en cuenta algunas cosas antes de firmar un crédito.

Comprobar que se puede pagar

Cuando se pide un crédito hay que valorar dos cosas: que realmente necesitamos aquello por lo que pedimos el préstamo, y que lo vamos a poder pagar. Si el monto de las cuotas mensuales oscila entre el 20 y el 30 por ciento de nuestros ingresos mensuales, es razonable contratar el préstamo.

Averiguar el precio real del crédito

Un préstamo es una actividad de compraventa que se rige por las normas del mercado. El producto a la venta es, obviamente, el dinero que el cliente solicita, y que en la terminología crediticia se denomina capital. Como todos los productos, el préstamo tiene un precio. Éste es un porcentaje del capital y su nombre es el interés.

Este interés, llamado también interés nominal o TIN (Tasa de Interés Nominal) no es el dinero que realmente paga el usuario. Al interés hay que sumarle las comisiones: una serie de tarifas que compensan al banco por los gastos que acarrea conceder un préstamo. Los más habituales son:

  • De estudio. Cuando alguien pide un crédito, el banco o entidad financiera realiza un estudio para averiguar la solvencia financiera del solicitante. Algunas veces se hace a costa del cliente, aunque normalmente solo se paga si finalmente el crédito es concedido.
  • De apertura. El banco realiza una serie de gestiones para trasladar el dinero del préstamo a la cuenta del solicitante: trasferencias -con sus correspondientes impuestos- seguros, gastos notariales, aperturas de cartillas de ahorro o cuentas corrientes, emisión de tarjetas de crédito, etc. Cuando hay una comisión de apertura se paga por todos estos conceptos.
  • De cancelación. Para prevenir que el crédito se pague, total o parcialmente, antes del vencimiento del préstamo, con la consiguiente pérdida de beneficio, los bancos suelen penalizar esta práctica con una comisión.
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Todas las comisiones se expresan, al igual que los intereses, en la forma de porcentaje del capital prestado.

En realidad, el precio del préstamo es el TAE (Tasa Anual Equivalente) que indica el costo anual del crédito incluyendo todos los conceptos: el TIN, más todas las comisiones y gastos asociados, sean del tipo que sean. El Banco de España obliga por ley a mostrarlo en toda publicidad crediticia, y sirve de ayuda para comparar las diferentes ofertas. Hay anuncios que publicitan en letras grandes solo el TIN, que puede ser incluso del 0 %, pero que en realidad pueden terminar resultando más caros que un crédito, por ejemplo, al 7 %.

Comparar

En Internet hay muchas páginas que comparan los productos de las diferentes entidades de crédito. También incluyen simuladores con los que se puede saber por anticipado cuánto nos costará el crédito, y por cuánto tiempo tendremos que pagarlo. Cuanta más gente usa comparadores, más se fomenta la competencia entre los bancos, lo que a la larga causa que bajen los intereses, y que las condiciones de los contratos sean más benignas.

Cuidado con los intereses de demora

El solicitante al que se le concede un préstamo se compromete a pagar unos cuotas, fijas o variables, durante un periodo de tiempo. Si no cumple en tiempo y forma con dicho compromiso, el banco tiene el derecho de aplicarle un recargo en forma de comisión. Muchas veces, dicha comisión puede doblar el interés fijado en el contrato, aunque en 2015 el Tribunal Supremo declaró esta práctica abusiva, obligando a los bancos, independientemente de lo que se haya firmado en el contrato, a no penalizar al usuario con más de un 2% del TAE. Si el banco intenta cobrar más, el cliente tiene derecho a pagar solamente ese 2 %, y a que se le devuelvan todos los intereses cobrados de más.

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Leer con atención la letra pequeña

Como señalábamos, un crédito es un compromiso a largo plazo. Por eso hay que leer con todo detalle todos los documentos asociados al préstamo. Si no se está seguro del significado de alguno de los conceptos, o la forma en la que está redactado es confusa, y añade constantemente referencias a otros documentos o leyes, hay que preguntar hasta que se resuelvan todas las dudas. Si no se ha entendido todo, no hay que firmar el contrato.