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Ciudadanos sitúa a Vox como su enemigo y aboca a Andalucía a nuevas elecciones

Redacción




Javier de la Calle.

Según la nueva presidenta del Parlamento de Andalucía, Marta Bosquet, «Ciudadanos no ha suscrito ningún tipo de acuerdo con ninguna fuerza política que no sea el PP«. En principio, ella debe su puesto a Vox y hemos de suponer que hace referencia a que no existe un acuerdo de Gobierno firmado más que con el PP. Antes de la votación de la Mesa, Juan Marín se reunió con Francisco Serrano y tras ese encuentro dijo que «no se va a excluir a nadie», produciéndose el desenganche de Adelante Andalucía. Pero a día de hoy, sentencia de Bosquet por delante, no puede darse por seguro nada en Andalucía y lo menos descartable es un horizonte de elecciones anticipadas.

A tenor de la subida de escalada de tensión iniciada por Albert Rivera y Manuel Valls, parece altamente improbable que haya un acuerdo o algo similar que permita la gobernabilidad con Vox, al que Ciudadanos ha situado como su enemigo. Albert Rivera, un político dado a los cambios de criterio, ha declarado que el partido naranja es partidario de «gobiernos patrióticos que defiendan la unidad de España y la libertad de los españoles», excluyendo de ese amplio límite a Vox y a Podemos. Esa identificación con Podemos ha sido considerada insultante por Santiago Abascal que ha respondido zafándose en el terreno personal: «Aburres. Te crees Bismacrk pero ves un extranjero y te postras, ‘petit Macron’ henchido de cosmopolitismo».

Manuel Valls. /Foto: lanzadigital.com.

La postura más dura y agresiva contra Vox está viniendo desde Manuel Valls, el único miembro de Ciudadanos que parece ser capaz de establecer opinión con criterio propio y que ha situado la estrategia posible en el pacto con el PP y la abstención del PSOE. «Creo que el PSOE tendría que abstenerse para dejar gobernar a PP y Ciudadanos. Evitaría así suscitar sospechas de que con su oposición se hace el juego a la extrema derecha», porque «todo acuerdo programático o de gobierno con Vox sería, en cambio, un error político y una incongruencia moral. Sería incompatible con los valores europeos que muchos de nosotros defendemos». Valls, retuiteando a Ignasi Guardans, quien comparaba a Vox con Otegi, ha molestado especialmente a Abascal: «para ti Ortega Lara es igual que Otegi. No tienes ni idea de España y lo que es peor, no tienes vergüenza».

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¿Con esta ambientación de conflicto y con un programa suscrito entre PP y Ciudadanos que parece hecho contra Vox en ideología de género e inmigración puede existir margen de maniobra para un acuerdo a tres? El día 28, el secretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas -formó parte de la candidatura a las europeas de Libertas- afirmó que su formación «sólo aceptará un acuerdo con el PP» y no participará en «ningún tipo de tripartito«. Pero con mucha anterioridad, Vox ya indicó que no quería cargos.

Ciudadanos quiere el poder y la pureza. O está jugando de farol o cree poder contar con la abstención del PSOE que Susana Díaz podría justificar para evitar ese  «vaciamiento de la autonomía» que ha denunciado en su mensaje de fin de año. En ese caso, ¿el PP podría asumir el desgaste de gobernar con el PSOE y participar en un cordón sanitario respecto a Vox? Porque la abstención del PSOE obligaría a algún tipo de coalición para hacer viable al nuevo ejecutivo andaluz. En Andalucía se da por supuesto que la pretensión de Ciudadanos es heredar y sustituir al PSOE como nuevo amo del cortijo y toda vez que Ciudadanos no tiene gente para ocupar la Administración. Esa arriesgada operación podría representar una sangría en el electorado de derechas de la formación naranja.

También es posible que Ciudadanos esté entrando de lleno en el absurdo y que se esté enmarañando en esa pulsión imposible de acceder al poder y al tiempo mantener la pureza y que esté de los nervios porque, con la retórica del centro, estaba jugando, en realidad, a pasar y sustituir al PP por la derecha utilizando a Inés Arrimadas y la posición en Cataluña como coartada, haciéndola compatible con posiciones globalistas, de cesión de soberanía a Bruselas y proinmigración, que la abrupta irrupción de Vox había situado en términos de intensa contradicción. Es decir, que Ciudadanos no tuviera prevista la entrada de Vox en el terreno de juego y estuviera dando palos de ciego a la vista de que se le ha acabado el monopolio del patriotismo.

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Vox, en este momento, no quiere el poder pero sí la pureza ideológica y en ese sentido el acuerdo de Gobierno de PP y Ciudadanos, que representa muy poco cambio, es un acuerdo que Vox no puede aceptar salvo que quiera perder su alma a las primeras de cambio. En principio, la postura de Vox es más cómoda que la de Ciudadanos. Por un lado, no quiere cargos, lo que da más maniobrabilidad al ser nulas las expectativas que ha generado, y además es el triunfador de las elecciones, tanto en resultados objetivos como en expectativas, pues partía de cero, mientras que Ciudadanos es cierto que ha crecido mucho pero tampoco ha cumplido sus expectativas electorales.

En este fuego de acusaciones cruzadas, las posibilidades de que haya un Gobierno estable en Andalucía son muy bajas y las apuestas por unas nuevas elecciones suben. El culpable de esa situación sería Ciudadanos y el coste de esa responsabilidad sería electoralmente muy alto.