Editorial.
Se suenan en la bandera nacional y ahora se han dedicado a buscar votantes de Vox en Marinaleda como si fueran judíos o disidentes. «Aquí podría vivir un votante de Vox«, se dice en el reportaje de Liarla Pardo. La responsable del programa ha puesto en su twitter el siguiente mensaje: «ayer nos equivocamos. El reportaje de Marinaleda fue desafortunado«. En su momento, Daniel Mateo pidió también disculpas para después decir que no sabía porque no se habían pedido.

Con pleno acierto Vox ha indicado que «esto es lo más repugnante que un canal de televisión ha hecho en España«. Y de lo más repugnante que se ha hecho en el mundo civilizado. Se necesita ser necio o mentecata para preguntarse que si la gente no habla en Marinaleda es porque tiene miedo a represalias, como se hizo en el programa, en el que se emuló a la Gestapo o la OGPU. Se necesita ser estúpida para no saber por qué el voto es secreto y por qué no se marca a la gente por el voto y por qué debe haber cabinas. Tanta incompetencia es insoportable.
La cuestión es si reportaje es un caso aislado dentro de La Sexta o se trata de la consecuencia de una línea basada en la violencia mediática y rodeada de impunidad, y nuestra conclusión es que el reportaje de Marinaleda es la consecuencia de una línea informativa en la que no se respeta, en aras de objetivos políticos, ni el más mínimo criterio de deontología periodística. El programa no se puede descontextualizar de las proclamas de «alerta antifascista» lanzadas por Pablo Iglesias, de las manifestaciones contra los resultados electorales andaluces, ni de la criminalización de los votantes de Vox en Marinaleda. Cinco días antes El Confidencial ya publicó un reportaje titulado: «Los 44 de Vox en Marinaleda: piden echarlos del pueblo, pero nadie sabe quiénes son».

El hecho es demasiado grave para que se resuelva con unas disculpas retóricas. La Sexta está llevando a la sociedad española a un clima de guerra civil en su compromiso partidista con Podemos. Nos parece muy bien el ejercicio de la libertad de expresión por parte de La Sexta -un medio que se permite hacer público que decidió no prestar ninguna atención informativa a Vox- y no somos nada partidarios de las acciones judiciales, porque la libertad de expresión ha de ser absoluta, pero la sociedad ha de generar sus propios anticuerpos contra los degenerados que tratan de destruirla o quienes usan las cámaras como un arma de agresión bajo una pulsión totalitaria.
La Sexta es propiedad de Atresmedia, una empresa de unos señores de la derechona más abyecta que no tienen otro principio moral ni otra ética que el dinero. Atresmedia es propietaria de Antena 3, que cubre el espacio del centroderecha, y al tiempo de La Sexta, que cubre el de extremaizquierda. Es difícil, casi imposible, imaginar un caso más execrable de doble moral. Para cerrar el círculo Atresmedia es propietaria del diario La Razón que cubre directamente el espacio del PP.

Atresmedia es propiedad de la familia Lara, que hace como se entera, y está llevada por una tecnoestructura sin escrúpulos morales: José Crehueras, Javier Bardají, Mauricio Casal. Esta delirante estrategia fue definida por este último, en conversaciones grabadas, como la «pinza«, de tal manera que pueden marcar objetivos estableciendo un falso consenso. En esa pinza Antonio García Ferreras se «porta muy bien«, es un lacayo adiestrado.

Todo ese conglomerado de medios, en el que se suenan con la bandera o señalan a los votantes, depende de la matriz que es Editorial Planeta. No hay que andarse con rodeos. Por profilaxis social, por instinto social de supervivencia hay que cerrar La Sexta, es una cloaca mediática. Para ello lo más efectivo es hundir la Editorial Planeta. No comprar ninguno de sus libros. Devolver los que se hayan comprado en los últimos días, si se está a tiempo. Ni un euro para la Editorial Planeta. Entendemos que esta postura debería ser promovida por la dirigencia de Vox que debe cuidar de la seguridad de sus votantes, en este momento bajo serias amenazas. Pero en cualquier caso a todos nos interesa, votantes de todos los partidos, plantar cara a gentuza que no es capaz de respetar el secreto del voto, que desconoce que ese es un principio fundamental en toda democracia, y que se cree con derecho a ir por las casas preguntando a quien ha votado cada uno. «Aquí podría vivir un votante de Vox«, se dijo en el programa avalado por la familia Lara, José Crehueras, Javier Bardají y Mauricio Casal. ¿Con qué derecho? ¿A dónde están dispuestos a llegar? Ni un euro para ellos: hay que hundir a Editorial Planeta.