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A propósito de Teruel: Necesitamos españolas que se eleven a la dignidad de madres

Redacción




Enrique de Diego.

Teruel no existe o, al menos, está dejando de existir. Teruel tuvo un proceso de despoblación en los años 60-80 del siglo pasado, cuando se emigró del campo a la ciudad a eso de las oportunidades y la industrialización y cuando la televisión pintaba las grandes ciudades de color de rosa. Lo que tiene ahora Teruel es una crisis de natalidad y, al tiempo, una repoblación islámica, por lo que está dejando de ser Teruel para pasar a ser Kosovo.

¡Ya basta de mentiras! Ya nos han mentido y nos hemos mentido demasiado tiempo. En Teruel la tasa de fecundidad es de 1,34. Los turolenses se extinguen, simplemente. No es cuestión de infraestructuras, ni de oportunidades. Los turolenses ya no emigran, simplemente no nacen. Mueren más de los que nacen. Dice una turolense en un comentario a un artículo anterior de impacto inesperado que “las mujeres no estamos sólo para tener hijos”. La cuestión es que las turolenses desde hace tiempo están para cualquier cosa menos para tener hijos (no sólo las turolenses, sino la mayoría de las españolas).

Menos hijos que durante la guerra civil

No es por cuestiones económicas, ni por lo altos que están los alquileres de los pisos. Desde el año 1977, las turolenses y el conjunto de las españolas tienen menos hijos que los tenían las turolenses y el conjunto de las españolas en un período tan manifiestamente difícil como el de los años 1937-1939, con las batallas de Teruel y Alfambra, y el panorama general de guerra civil y hambre física. Las turolenses han decidido que Teruel no exista, como las españolas han decidido que España deje de existir. Han decidido ser cualquier cosa menos madres.

Así que pronto tendremos la primera general del Ejército, aunque no se sabe, la verdad, qué civilización o sociedad va a defender. Tenemos mujeres policías, guardias civiles, pero tampoco se sabe muy bien que orden civilizado defienden. Tenemos diputadas y senadoras paritarias pero no paritorias: el índice de fecundidad de las políticas es cercano a cero.

Un estudio de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (no es independiente, es gubernamental)  dice que tampoco tenemos que preocuparnos porque de aquí a 2030 vendrán entre 7 y 10 millones de inmigrantes. A mí eso me preocupa mucho, desde luego, porque se trata, lisa y llanamente, de un proceso de sustitución de población. Se pretende sustituirnos con la complicidad de las mujeres.

Las adolescentes que se ve por las calles con los pantaloncitos prietos no tienen mucho aspecto de tener entre sus prioridades futuras el ser madres, como lo que pudo con cinco de La Manada, porque fue sexo consentido, lo que la llaman la tuerka. Sexo animalesco. Se están produciendo fenómenos extraños como el de mujeres que pasada la cuarentena se inseminan para tener hijos sin padre. Nos mintieron diciendo que ahora iba a haber muchos tipos de familia y en realidad lo que cada vez hay menos es familias.

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No hay un problema de despoblación. Hay que dejarse de monsergas como la de Teruel existe. Teruel no existe porque las turolenses no quieren y lo demás es comentario. En los años 1995-1996 la natalidad en España bajó a niveles propios del siglo XVIII, cuando la población era mucho menor. Desde 1988 han nacido menos españolitos que en 1939, se dice pronto. Están las malthusianas tardoprogres que consideran que el planeta está en peligro por sobrepoblación, pero resulta que todas las que les ha dado por la paranoia del cambio climático y la sobrepoblación son blancas occidentales; turolenses y españolas, entre ellas. Una pandemia. Y, al tiempo, tienen instintos fuertemente maternales respecto a los inmigrantes.

La lacra del feminismo

El feminismo ha convencido a las mujeres que su incorporación al mundo del trabajo ha sido una conquista suya, de ellas. Y eso es mentira. Fueron los inventos de los electrodomésticos los que, en el reparto tradicional de tareas, permitieron tener más tiempo. Luego vino la píldora, que permitió el control artificial de la procreación; la de antes, y la abortiva, de después. Y el crimen del aborto situado como método anticonceptivo. He estudiado bastantes casos de conflictos conyugales camuflados bajo la coartada de eso de la violencia de género y algunas mujeres han enloquecido por sus crímenes y por la ingesta de la píldora, que produce graves daños en la psique, empezando por fuertes depresiones.

Nos encontramos ante un hecho inédito en la historia de la Humanidad. Desde las cavernas a nuestros días, las turolenses no han dicho nunca que la mujer no está solo para tener hijos, sino que han sido madres. Y eso que el parto implicaba un alto riesgo. Sólo desde 1977, las turolenses y las españolas han decidido no tener hijos y extinguirse, matar Teruel y matar España. He llegado a un tiempo y a una situación en la que puedo permitirme decir la verdad y defender lo obvio y no comulgar con ruedas de molino.

Lo que han decidido las turolenses y las españolas es ser egoístas. Es una crisis de valores, un error en las prioridades y más profundamente una devastadora crisis religiosa de apostasía. Las turolenses y las españolas se han vuelto egoístas y materialistas y se encaminan hacia una etapa de frustrante soledad. Se ha invertido mucho en corromper a las mujeres occidentales para que cieguen las fuentes de la vida. Las feministas, que son casi todas lesbianas, tienen tiricia a la palabra maternidad o madre. Son realidad proscrita. Ahora vas por las calles de cualquier ciudad de España y te sorprende muchísimo ver a una española embarazada o con un carrito de bebé, que parece un producto sólo fabricada para musulmanas con hijab o para gitanas. Pero, a estas alturas, ¿quién teme al feminismo y a las feministas, que mienten más que hablan y no dicen más que estulticias rancias?

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Inmigrantes. /Foto: blog.elpais.com

El vientre de las mujeres

Necesitamos, como sociedad, mujeres españolas que quieren alcanzar la inmensa dignidad de ser madre. Que no quieran ser solo madres, pero que quieran ser madres. Necesitamos con urgencia una política natalista restringida en exclusiva a las autóctonas, a las hijas de nuestros padres los godos, porque maldita la gracia que tiene un proceso de sustitución de población y tremendos los conflictos que se avizoran tras ese experimento de ingeniería social del multiculturalismo que, a la postre, no es otra cosa que la islamización subvencionada (muchas veces para mantener a trabajadoras sociales, psicólogas, maestras, que no tienen ningún hijo, pero se dedican a destruir a los hijos de los demás). Lo dijo Huari Bumedian, que fue presidente de Argelia, en un discurso, en 1974, ante la Asamblea General de la ONU: “Un día, millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos. Porque irrumpirán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria”.

Eso no sucederá. Por todas partes de Europa, llegando a Andalucía, se perciben fuertes movimientos de reacción ante esa decadencia evitable. El feminismo es una patraña fétida que va a ser erradicado porque entraña un genocidio nihilista en los vientres estériles. No hay dignidad mayor en la mujer que la de ser madre. Y la sociedad debe primar a las madres económicamente con la generosidad que se necesita para tener y criar hijos.

O las turolenses empiezan a tener hijos, en familias estables, o que dejen de gimotear eso de Teruel existe. Y eso vale para las zamoranas, para las madrileñas, para las gerundenses, para todas, porque el índice de fecundidad es deprimido y deprimente.

En otros tiempos, las gallegas hacían extraños ritos contra la esterilidad. Es notorio que han caído en desuso. La esterilidad se ha puesto de moda y ya va siendo hora de que pase.