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Trump tiene razón: Las fronteras se defienden con las armas

Redacción




Editorial.

Donald Trump ha autorizado a utilizar las armas, a disparar a matar a los 5.900 soldados desplegados en la frontera con México. El presidente norteamericano ha indicado que no tiene otra opción. En efecto, defender las fronteras es una obligación para las autoridades de cualquier nación, que está siendo obviada en muchas de ellas. Ángela Merkel no tenía ningún derecho a abrir las fronteras de Alemania como Pedro Sánchez no tiene ningún derecho a desarrollar la política migratoria laxa que practica.

Soldados desplegados en la frontera con México. /Foto: elpais.com.

Una caravana salida de Honduras, a la que se han ido sumando aportes de población excedente de Guatemala y Salvador, se encuentran a las puertas de Estados Unidos, estacionada en Tijuana. De manera sencillamente perspicaz, Trump ya mostró su estupor ante la estafa de un grupo humano que afirma necesitar asilo y que marcha enarbolando con orgullo su bandera nacional. No hay motivo alguno para el derecho de asilo, que ha de ser restringido en todo el orbe a casos concretos, precisamente a los que no se concede como es el caso de la cristiana pakistanía Asia Bibi, cuya vida sí corre un evidente peligro.

Asia Bibi, en foto de su declaración ante el Tribunal Supremo. /Foto: lavanguardia.com.

En Tijuana, mientras las autoridades mexicanas no han hecho nada, se enfrentan el principio humanitario y el de soberanía. Los inmigrantes de la caravana -lo de migrantes parece una estúpida reivindicación del nomadismo- huyen del hambre y de la violencia de las maras. Son dos criterios que siempre se han tenido en cuenta, en tiempos de sentido común, para no dejar entrar a nadie en una nación, para lo que se pedían requisitos como un contrato de trabajo en firme, estar en posesión de dinero para asegurar la supervivencia. Las naciones se aseguraban así que los que entraban no se iban a encontrar en situaciones que les impulsaran al delito o que les obligara a vivir de los servicios sociales, que han de estar completamente restringidos a favor de los nacionales, que son quienes los han sostenido con sus impuestos, durante generaciones.

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La idea de que las naciones occidentales han de asumir los excedentes de población del tercer mundo es por completo alucinada y absurda, aboca a la destrucción de las sociedades para satisfacer el negocio de las ONG. No tiene ningún contenido ético real: Estados Unidos no tiene por qué asumir las fallas de Honduras, por ejemplo. La misma idea de que huyen de las maras, plantea la posibilidad de que entren personas con la cultura de esa violencia.

Invasores. /Foto: antena3.com.

Las fronteras están para ser defendidas. Por supuesto, con las armas. Con la debida proporcionalidad, quien trata de entrar ilegalmente en una nación es un delincuente y un invasor. En las vallas de Ceuta y Melilla debían ser usadas las armas tirando a matar ante la violencia desplegada.

Nadie duda a estas alturas que los soldados norteamericanos bajo las órdenes de su comandante en jefe dispararán. Ese escenario encenderá de seguro la polémica y pretendemos, en nuestro caso, adelantarnos: Trump tiene razón y hace lo justo, a lo que está obligado.

Cada nación tiene que resolver sus problemas, incluido el ejercicio de una paternidad responsable. Europa está sufriendo ya el azote de las pandillas de menores no acompañados sobre los que se ha vertido tanta moralina demagógica.

Grupo de inmigrantes hondureños marchan hacia la frontera de Estados Unidos.

La solución tampoco es ayudar a los países en origen. Es tremendo que la Junta de Andalucía financie en Marruecos trece campamentos de menores no acompañados, con lo que no consigue otra cosa que montar centros donde se reúnen para dar el asalto a nuestras fronteras. Ayudar a los países de origen, frase socorrida, sólo sirve para alimentar a gobiernos y burocracias corruptos o para financiar a señores de la guerra que se apropian de los alimentos o para hundir el tejido económico de las sociedades estableciendo una competencia desleal mediante la distribución de productos gratuitos.

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En la política de inmigración hay que tener las ideas y los principios claros. El más obvio es que nadie puede entrar ilegalmente, que un Estado no es una ONG sino un territorio con soberanía frente a los extraños y que el derecho de asilo ha de ser restringido a unos pocos casos. La orden de Donald Trump pone las cosas en su sitio y lo asombroso es que haya tenido que ser dada, cuando se mueve en el terreno de lo obvio. También es de justicia cerrar la frontera con México y tomar medidas contra esa nación que ha permitido la entrada en su territorio de personas que no tenían ningún derecho a ello. A Trump le asiste por completo la razón.