Luis Bru.
Pedro J Ramírez ha demostrado ser un pésimo empresario, un mal gestor, su plan de empresa en los tres primeros años es un auténtico desastre, en 2017 reconoce unas pérdidas de 1,9 millones de euros, su contabilidad ya contiene auténticos agujeros negros que podrían elevar las pérdidas reales a entre 4 y 6 millones de euros, pero su error empresarial más garrafal se llama Cruz Sánchez de Lara.
Los éxitos iniciales en el lanzamiento –elevada recolección de dinero, diez mil suscriptores de partida- estuvieron propiciados por Ágatha Ruiz de la Prada que movilizó a sus amistades para que aportaran capital. Puede evaluarse en el 40% del capital social movido por la diseñadora, una maga experimentada de las relaciones públicas.
El Español como una simbiosis de empresa familiar y de proyección de El Mundo. Entre los 7,5 millones en acciones que controla personalmente Pedro J Ramírez, hay dinero de sus tres hijos, María Ramírez (fuera ya del proyecto, reubicada en El Diario de Ignacio Escolar), Tristán y Cósima. Ágatha no tiene dinero personal invertido. Ramírez, un ego gigantesco, cometió un primer error no accediendo a las pretensiones de Eduardo Inda de ser el director, ganándose un competidor temible con hambre de triunfo.
Pero su gran error empresarial se produjo el 29 de octubre cuando llevó el desayuno habitual –café con leche y tostada con aceite- de Ágatha para decirla que estaba enamorado de otra, concretamente de Cruz Sánchez de Lara, una abogada sin prestigio, acusada de ser especialista en denuncias falsas de violencia de género y una mujer marcadamente de izquierdas, que en los tiempos de mancebía difundió, según testigos directos, por ambientes como el despacho del exfiscal Ignacio Gordillo que ‘mi churri es un pez gordo’.
En una entrevista en Vanity Fair, Cruz Sánchez de Lara rememoró: «el día más impactante fue el 29 de octubre del año pasado (2016), cuando Pedro, por su cuenta y riesgo, tomó la decisión de que su vida y, por lo tanto, la mía iban a cambiar». Insistió en dejar toda la iniciativa al logroñés: «Yo me enteré después de que sucediera todo. Cuando él tiene algo claro y toma una determinación, nadie puede torcer su criterio«.
Cruz Sánchez de Lara, proveniente de la Federación de Mujeres Progresistas, el chiringuito por excelencia del PSOE en la ideología de género, una mujer muy próxima a la línea de José Luis Rodríguez Zapatero y a Bibiana Aído, una firme partidaria del aborto, es una mujer ambiciosa, también en lo económico, y con irreprimible afán de protagonismo. Aunque el corazón tiene sus razones que la razón ignora, Pedro J Ramírez, como un cándido adolescente, no midió las consecuencias de sus actos. Cruz Sánchez de Lara es miembro del Consejo de Administración en representación del empresario colombiano Carlos Mattos, un corruptor perseguido por la Justicia. Se trataba, por tanto, de un lío dentro del trabajo. En vez de intentar preservar su privacidad, Ramírez y Sánchez de Lara actuaron como dos celebridades dispuestas a agotar las existencias ingentes de papel couché.
Pedro J vejó a Ágatha Ruiz de la Prada, que lo había acompañado en el éxito, enviándole un retador wathsapp en la que le anunciaba que, junto a Cruz, iban a hacer vida social. Una especie de reclamación a que Ágatha optara por una retirada vergonzante a fin de dejar el terreno libre. Se comportó como uno de esos sublimes egoístas, con una fuerte tendencia moralizadora, que cree que los demás tienen el deber no solo de aceptar sus decisiones, sino que además deben aplaudirlas, y que cuando no lo hacen, se muestran inmediatamente ultrajados. La respuesta fue la impactante portada y entrevista en Hola en la que Ágatha se mostraba deslumbrante y sentaba sus reales, para no ceder ni un milímetro de territorio. A la diseñadora incluso le interesaba la polémica como promoción, mientras que para Ramírez fue una torrentera de descrédito.
En medio de un proyecto empresarial de alto riesgo, Pedro J Ramírez se mostraba inestable emocionalmente e ideológicamente desnortado. Puede verse que desde ese 29 de octubre de 2016 todo le ha ido de mal en peor al logroñés. Si tal cosa existiera, parecería que Cruz Sánchez de Lara es gafe. Cuando lo más conveniente para Pedro J era presentarse como un hombre cabal íntegramente dedicado a su trabajo, ante el fuerte reto, entró de lleno en el terreno de la frivolidad de la prensa del corazón. Es un campo que le conviene a Ágatha que es diseñadora, pero no al director de un medio, cuya vida privada debe ser discreta, pero Cruz es cualquier cosa menos discreta –ya entraremos en su tortuosa y depredadora trayectoria vital- y quería candilejas con tanta pasión que Ramírez y ella iban a terminar chamuscados por el fulgor de la publicidad. En Nochevieja protagonizaron un meloso e intensamente hortera reportaje en Harper’s Bazaar, que produjo un general bochorno. Sólo la cita provoca escalofríos: una pareja ajada, ella con una raja obscena e impropia, mostrando muslo como una adolescente; él, como un galán porteño con peluquín.
Pedro a secas, como fue rebautizado por su nueva esposa (con Ágatha se había casado tres meses antes de la ruptura, seguramente para preservar los derechos de Tristán al marquesado de Castelldosrius), cambió drásticamente sus hábitos. Un adicto al trabajo, un periodista de despacho, un director atento a los detalles, empezó a ser un saltimbanqui viajero cuya presencia en las redes sociales no se destacaba por sus inexistentes exclusivas sino por fotos de pareja por diversos lugares del mundo como Lyon, San Petersburgo, Londres, Lisboa. Hubo incluso algún golpe de mala suerte, que indicaba que Ramírez había perdido el olfato periodístico, como el viaje a Nueva York para celebrar el cumpleaños de Pedro J, en medio de cuyos fastos restalló la noticia de que Carles Puigdemont había sido detenido en Alemania. Uno de esos momentos en que estar fuera de la redacción es un suicidio profesional. Hay un antes y un después del 26 de octubre de 2016 que marca la diferencia entre la responsabilidad y el éxito, y la frivolidad y el fracaso.
El Español que empezó siendo una empresa familiar ha mutado a una empresa de pareja en la que Cruz lleva notoriamente los pantalones. Cruz Sánchez de Lara se mezcla con la redacción, se inmiscuye, influye en la línea editorial, escanciando en el brebaje la angostura de la ideología de género, haciendo girar el proyecto a la izquierda, buscando mantener buenas relaciones con el Gobierno de Pedro Sánchez lo que hace oscilar a El Español hacia la condescendencia hacia el separatismo y el lacayismo hacia el Gobierno socialista. El experimento chirría. La mutación es regresiva. Las cuentas tienen telarañas de pérdidas. Los prometidos beneficios empiezan a sonar a estafa moral.
Como señala una fuente que sigue muy de cerca los acontecimientos de El Español y su vida interna, en la hipótesis de que Pedro J Ramírez falleciera, la presidenta pasaría a ser Cruz Sánchez de Lara, un personaje que no tiene ni idea de periodismo, y de la que resulta extraordinariamente extraño que quisiera formar parte del Consejo de Administración de El Español –había llevado el proceso de divorcio del presunto delincuente en gran escala Carlos Mattos– salvo que quisiera pescar al pez gordo como su churri. Ella dice que no es mitómana, pero, la verdad, es que lo parece en demasía.