Miguel Sempere.
La oposición ha salido del letargo en el que la había sumido el trauma de la moción de censura, el engaño de Pedro Sánchez que prometió unas elecciones que nunca pensó en convocar, y las elecciones primarias del PP con la disputa entre Soraya Saénz de Santamaría, acogida por iniciativa gubernamental en el lucrativo Consejo de Estado, y Pablo Casado. Ahora toda la oposición ha situado como enemigo público número uno a Pedro Sánchez. En esa oposición, desde luego, aunque no tenga representación parlamentaria, a Vox, que tras su mitin en Vista Alegre, con lleno hasta la bandera, ha pasado a condicionar el panorama político español, lo que fuerza tanto al PP como a Ciudadanos a mirar hacia su derecha.
Pablo Casado está también obligado a insuflar moral en sus huestes y a practicar una oposición fuerte. Albert Rivera tampoco puede perder comba. Ganó posiciones sacando de sus casillas a Pedro Sánchez con su plagiada tesis, hecha por un negro, lo que en Alemania, desde luego, hubiera llevado a su dimisión. Ahora ha sido Pablo Casado, al que las encuestas en Andalucía no le son favorables, el que ha ganado ventaja situando a Pedro Sánchez ante sus propias contradicciones tildándole de golpista o más exactamente de partícipe, de cómplice en un golpe de Estado. Rivera ha puntualizado que Sánchez no es un golpista sino un irresponsable. Ambas cuestiones no son contradictorias sino complementarias.
Sánchez es notoriamente un golpista en cuanto detenta el poder sobre y por los votos de los golpistas y en tanto está siendo apaciguador y condescendiente y yendo incluso más allá deteriorando el ya tambaleante y endeble Estado de Derecho. No ha pasado la línea roja final pero se mueve continuamente en sus límites. Los vascos ya quieren presentar un nuevo Estatuto que establece una declaración de independencia y que asume todas las competencias judiciales. Quim Torra se muestra cada vez más retador y viene el juicio en el Supremo bajo Pablo Llarena, que no está dispuesto a seguir consignas, y que si la Fiscalía termina cediendo, como ha pactado Pablo Iglesias, tiene el apoyo de la acusación popular de Vox.
La ruptura de Pedro Sánchez con Pablo Casado es totalmente necesaria en el doble sentido. Dependiente Sánchez de los golpistas no hay nada que hablar con él. La oposición no puede dejar resquicio. No puede votar nada con él, ni abstenerse, todo y siempre contra Pedro Sánchez. Esa es la lógica política porque Pedro Sánchez, aquí y ahora, es el enemigo público número 1.