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Del insigne y visionario Ricardo de la Cierva y su «Historias de la corrupción» a la película «El reino»

Redacción




Fernando Alonso Barahona. Crítico de cine.

Tuve el honor de conocer a Ricardo de la Cierva ( 1926-2015 )  en 1990 con ocasión de unas tertulias que organizábamos un grupo de amigos recién licenciados en nuestras respectivas carreras. Después le invité a participar en el libro En torno al municipio, editado por la Comunidad de Madrid en 1996, gracias a lo cual mi firma entonces casi novel se pudo codear con personalidades ilustres como De la CiervaJulián Marías. Compartimos algunas conversaciones y varias cartas. Ricardo de la Cierva era en persona ese pozo de sabiduría inacabable que demostraba ser en su amplia y fecunda obra.

Envidiado, atacado, marginado por la historiografía oficial, vendía más ejemplares de sus libros de historia que cualquiera de sus enemigos, lo que sin duda acrecentaba la envidia. En la solapa de uno de sus libros se refería a este hecho: ¿Cómo no envidiar a un químico que además era historiador y encima vendía libros? Y por si fuera poco alcanzaba la final del Planeta con una novela histórica. Y el colmo: con todo el bagaje anterior a menudo contradictorio, llegó a ser diputado, senador y ministro de Cultura en el Gobierno de Adolfo Suárez en 1980.

Una de sus obras interesantes es Historias de la corrupción, editada por Planeta en 1992  y que supone un recorrido apasionante por esta lacra a lo largo de la historia. Corrupción mayúscula en los últimos años del felipismo (muy superior a la de etapas anteriores y desde luego superior a la registrada en la era de Franco), corrupción ya atisbada en el separatismo catalán de Pujol . Y eso que De la Cierva aún no había alcanzado en la edición de este libro a comprobar los espantosos niveles alcanzados por el independentismo durante y después del pujolismo  . Ahora la corrupción se tiñe de malversación y golpismo ante la inacción de muchos de los que debieran actuar .

Corrupción del socialismo en Andalucía – Los ERES – y de los populares en numerosos lugares de España, corrupción de los comunistas de PODEMOS ligada a Irán y Venezuela, corrupción en las altas instituciones del Estado ( las grabaciones del encarcelado y otrora todopoderoso comisario Villarejo amigo de Garzón y de demasiados ministros. Corrupción de la Universidad con el tráfico de máster o el regalo del doctorado a políticos – incluso presidentes – . El panorama es desolador y ciertamente el cine con la excepción del gran Luis Berlanga (Todos a la cárcel, obra maestra de 1993  ) apenas se ha atrevido a tocar el tema. Algunos cineastas subvencionados se conforman con reescribir desde la falsedad y el odio las historias de la guerra civil, en lugar de indagar en las cloacas del Estado, los Consejos de Bancos y partidos políticos, o la financiación de indepes y golpistas de diverso pelaje.  Por no hablar de las tesis doctorales falsas o de ministros o fiscales  trapicheando con el hampa protegida  en el centro mismo del poder .

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El reino, de Rodrigo Sorogoyen se ha atrevido; es cierto que no aparecen siglas de partidos políticos, también lo es que la imagen de los dos grandes partidos es la que se dibuja con más claridad (velando a indepes y amigos de las dictaduras del Caribe) . Pero sin duda nos hallamos ante una película diferente que bajo el ropaje thriller pone el dedo en la llaga sobre una palpitante actualidad . Claro que la frase publicitaria de que políticos como Cristina Cifuentes o Rubalcaba ( ¿?? ) han asesorado el guión no es precisamente una buena recomendación .

El argumento resume bien el escenario de la película: Manuel López-Vidal (Antonio de la Torre) es un influyente vicesecretario autonómico de un partido político. Está en el mejor momento de su carrera, y justo cuando está a punto de entrar a la primera línea de la política nacional, su vida se desmorona. La prensa ha filtrado unos vídeos que le implican en una trama de corrupción junto a Paco (Nacho Fresneda), uno de sus mejores amigos. Mientras los medios de comunicación empiezan a hacerse eco del escándalo, el partido cierra filas y Manuel es expulsado del reino. A partir de ese momento, tendrá que luchar contra sus compañeros de partido, la oposición y los medios de comunicación para no cargar con las culpas de todo.

Rodrigo Sorogoyen (Que Dios nos perdone, Stockholm) dirige este thriller político con guión propio y de Isabel Peña (Frágiles). El reparto es lo mejor de la obra , desde un espléndido  Antonio de la Torre (Tarde para la ira), hasta Nacho Fresneda (El ministerio del tiempo), Ana Wagener (La voz dormida), Bárbara Lennie (La enfermedad del domingo), Luis Zahera (La zona), y Mónica López (Acusados). Mención especial para el gran  José María Pou que llena la pantalla en cada una de sus escenas nublando a todo el que se coloca a su lado.

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https://www.youtube.com/watch?v=xB99mGMKLnQ

Manu(Antonio de la Torre) es un líder carismático y muy querido en el partido en el que milita y donde le espera una carrera fulgurante.

Es el futuro de esa clase política autoalimentada y a la que no interesa la opinión de la gente o sus problemas ya que las listas y los candidatos se elaboran y deciden en reuniones privadas donde el ciudadano no tiene opinión ni cabida. Una auténtica casta cuyo único problema es que surgen demasiados gallos para el botín, para el poder. La corrupción paree invencible y secreta – aunque a veces sea un secreto a voces – hasta que algún descontento tira de la manta y empieza a chantajear.

Una de las escenas más inspiradas de la película: un cliente de un bar paga al camarero con diez euros y éste, sin darse cuenta, le devuelve más de quince. En cuestión de segundos, debe decidir si es honrado y devuelve el dinero, o si es pícaro y se lo queda. La respuesta es evidente.  Hay una brillante secuencia de persecución, un notable manejo de los personajes, una descripción ambigua pero con aristas de los medios de comunicación ( la corrupción no es solo política, es social, económica, moral ; todas van unidad de forma inextricable ). El desenlace – que no desvelaremos – tal vez no esté a la altura del resto de la película.

Carlos Boyero ha escrito: la mugre en la política ha existido siempre y será interminable, que las grietas solo aparecerán en función de que los secundarios con datos e influencia se sientan traicionados, de que no quieran comerse el marrón sin involucrar a todos los colegas que delinquían obedeciendo al orden natural de las cosas.  Y en efecto ahí reside la clave más desoladora de la película: ¿hay remedio? Sin duda respuesta complicada porque la corrupción económica presupone corrupción moral y de valores. Y en este escenario cabe recordar que la corrección política ha abdicado del esfuerzo, la excelencia y los valores positivos.