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Carta al cada día más miserable Carles Puigdemont

Redacción




Enrique de Diego.

Eres un payaso, Carles Puigdemont, que deambula su patética y meliflua figura por Europa. Un extraño exiliado que pretende vivir del Presupuesto público y siempre andas hablando de la pasta con tus conmilitones de un partido que cambia de nombre cada dos por 3%. Una pandilla de corruptos camuflados tras los harapos de una cofradía de sectarios.

No eres un héroe sino un villano y no es estético que mientras tú te mueves a tus anchas tus lugartenientes penen; los líderes encabezan las rebeliones, pero tú pusiste pies en polvorosa dejando a los demás en la estacada. Eres la escoria del separatismo, un personaje sin hechura ni redaños, más infantil que una peseta cromos. Destructor de la sociedad, facedor de una Cataluña que supura por heridas infectadas.

Mas el motivo de esta carta es que hoy hace un año, en medio del dolor por una masacre que nunca debió tener lugar, que fue perfectamente evitable, perpetrada por un grupo de inútiles mimados por los servicios sociales, tuviste la osadía –tú, miserable entre los miserables- de calificar de “miserables” a los que “quieran dudar del compromiso de la policía catalana las instituciones catalanas” en la lucha contra el terrorismo. ¡Tienes la cara de hormigón armado y por corazón una uva pasa! ¡Se necesita ser degenerado, amén de inútil, para mostrarse de manera tan mentecata!

Explosión del chalet de Alcaran.

La Providencia, que quiso preservar esa joya engarzada de fe que es la Sagrada Familia, y la inefable inutilidad de unos niñatos acomplejados jugando con la madre de Satán hicieron que el chalet de Alcanar estallara. Lo hizo un día antes de la masacre de Las Ramblas, y aún teniendo documentación y un herido, lo único que se les ocurrió a los mossos fue llamar a las familias de dos de los terroristas. ¡Para avisarles! Los Tedax no se presentaron hasta la mañana. Y se actuó como si hubiera sido la explosión de un laboratorio de drogas. Y antes, el no atender para nada a los avisos insistentes de que se preparaba un atentado, y no proteger Las Ramblas. Toda una serie de chapuzas que superan el nivel de la negligencia y que te sitúan, Carles Puigdemont, como un incompetente y un miserable, cada día más miserable, el récord Guiness de los miserables. ¡Y todavía dijiste que la gestión de los atentados mostraba que Cataluña podía ser independiente! Leete, pedazo de inútil, «Los agujeros negros del 17 A» de José Donís. Parece increíble la concatenación de inmensas torpezas.

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Fueron tantas y tan groseras las torpezas que el cuerpo de los mossos debía haber sido disuelto con oprobio y tú ser juzgado con el atenuante de la idiocia, que en ti es tan clara como la desvergüenza.

Víctimas en Las Ramblas. /Foto: lavanguardia.com.

Porque mientras la ignorante proteica de Ada Colau se dedicaba a combatir la islamofobia, con ese equipo de gobierno municipal que parece una célula terrorista, sino fueran todos tan imbéciles, tus mossos -en medio de la paranoia secesionista que tú montaste a fin de pasar a la historia, para que vengas ahora, en un retruécano de humor negro, que ya avisaste de que nadie en Europa iba a reconocer una Cataluña independiente- se dedicaban a perseguir en sus filas filtradores del Cuerpo Nacional de Policía. Unos mossos cegatos, paranoicos y miserables a imagen y semejanza tuya.

Unos mossos que en la comisaría de Ripoll no se enteraron de nada, ignorantes de que el imán, con un pasado radical clamoroso, lanzaba, en sus narices, en la mezquita, mensajes de matar no musulmanes –infieles, en su argot- y el pobrecito alcalde, Jordi Monell, que es idiota perdido, afirma que “la comunidad musulmana siempre nos ha dicho que no era así”. Y nadie se enteró que unos niñatos ahítos de ayudas sociales y mimos de trabajadoras sociales estaban jugando a ser los mujhaidines de Ripoll, a pesar de que la iban pintando de integristas, e incluso habían sido detenidos con anterioridad por liarla con rezos por la calle, y cuando en las redes sociales se preguntaban su primera medida si pasaban a ser tiranos era matar a todos los no musulmanes y a los musulmanes tibios.

Pero claro, los niñatos hablaban catalán. Un “buen catalán”, según la estúpida técnica de convivencia del Ayuntamiento de Ripoll, porque hablar catalán, al parecer, en la inmensa estupidez en que ha degenerado el separatismo, limpia el pecado original; y hablarlo es estar integrados. Y de nuevo el idiota del alcalde de Ripoll, Jordi Monell:Los autores de los atentados eran jóvenes que hasta ese momento se consideraba que estaban integrados”. ¡Pues si no llegan a estarlo! Los vídeos de sádicos fanáticos que se grabaron dejan muy claro lo integradísimos que estaban: vamos a meter estos hierros en las cabezas de vuestros hijos, lo vamos a hacer con vuestro dinero, creíais que nos comprobáis con nuestros empleos…

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La cuestión, miserable entre los miserables, es que esa mierda evitable de la masacre de Las Ramblas con unos niñatos absurdos y mimados es que ese atentado, y el de Cambrils, es una requisitoria directa y total contra el separatismo, es su contradicción interna, la manifestación palpable de que los separatistas sois los más gilipollas entre los gilipollas, atenazados por mantras e imaginarios como ese de que un integrista que habla catalán es uno de los vuestros, de los nous catalans, de esos que Rufián daba la mano y lamía el culo en Reus. De que tú, Carles y tus mariachis, habéis preferido islamizar Cataluña antes de que fuera España, de que preferís una república islámica a tener nada que ver con España, de que sois unos chorizos y unos burros con anteojeras, metáfora mucho más liviana que la de hienas del mostrenco tarugán de Quim Torra, que no da ni para una oscura taberna del Ku Klus Klan.

Quim Torra y Carles Puigdemont en la rueda de prensa en Berlín. /Foto: elperiodico.com.

Así, que no es cuestión de dudar del compromiso de la policía catalana y de las instituciones catalanas en la lucha contra el terrorismo el 17 de agosto de 2.017. No hay ninguna duda: no hubo compromiso alguno, una completa inutilidad superando la negligencia para parecer complicidad. Y eso no lo resuelven cuatro taponazos en Cambrils contra unos pringaos comprando cuchillos y hachas en el todo a cien y unos cargadores sobre un idiota fanatizado en un viñedo del Penedés. Todo fue una inmensísima chapuza, miserable.

Al menos, este exilio estúpido que te has montado en esa nación artificial y estúpida de Bélgica servirá para que no ofendas son tu inmunda presencia a las víctimas, a las que tendrías que pedir perdón.

Los agujeros negros del 17 A