Virginia Montes.
Tras mantener en secreto las fuentes oficiales la identidad del autor del tiroteo de Toronto, Canadá, era previsible que se tratara de un musulmán y de terrorismo indiscriminado, que, por supuesto, no se quiere reconocer. El autor, que no se sabe si fue abatido o se suicidó, en efecto padecía problemas mentales, lo que confirma la familia, aunque quizás ha llegado el momento de establecer que todo terrorista es un desequilibrado mental, y en ningún caso alguien que dé estándares de normalidad. Es decir, que se está jugando con una estricta estupidez.
Sólo se ha facilitado la identidad de una de las víctimas mortales, Reese Fallon, de 18 años, miembro de la ala juvenil del Partido Liberal. De la otra víctima moral se sabe que es una niña de 10 años. No se han facilitado nombres y circunstancias de los heridos; una estrategia ya común para reducir la alarma social. Hussain disparó hasta 30 veces contra personas indefensas que estaban en dos restaurantes.
En un comunicado, la familia de Hussain ofreció sus “sinceras condolencias” a los parientes de las víctimas “por las acciones horrorosas” de su hijo. Los familiares de Hussain revelaron que el joven padecía problemas mentales. “Nuestro hijo sufría graves problemas de salud mental y luchó contra psicosis y depresión toda su vida. Las intervenciones de profesionales no tuvieron éxito”, añadió la familia. “Aunque hicimos lo que pudimos para buscar ayuda durante toda una vida de lucha y sufrimiento, nunca pudimos imaginar que éste sería su devastador y destructivo final”.
Según el jefe de la policía de Toronto, Mark Sanders ¡se desconocen los motivos del ataque!, y la investigación no es dirigida por la Policía Montada que tiene la competencia sobre actos terroristas.
La cuestión es que casi todos los desequilibrados mentales que se convierten en asesinos en serie son musulmanes, lo que indica que el desequilibrio mental sin el fanatismo islámico no cataliza en terrorismo. Las autoridades, y las policías occidentales, deberían proteger mejor a los ciudadanos y hacer menos el ridículo con sus estrategias de sumisión a las corrección política, que, como efecto colateral, están criminalizando a los enfermos mentales.