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Análisis: El divorcio de la derecha política y la derecha social

Redacción




Enrique de Diego.

Mariano Rajoy ha abandonado por completo la política. Ese mutis se escenificará en el Congreso extraordinario del Partido Popular cuando pase el relevo a su sucesor. Se trata de una jubilación forzada, el desarrollo lógico de la moción de censura. Su retirada se produce en un momento especialmente oportuno para él, en cuando ya se ha sustanciado la sentencia sobre la caja B del PP, juicio en el que manifiestamente tenía que haber estado sentado en el banco de los acusados y no haber comparecido como mero testigo sin credibilidad.

El balance de la etapa Rajoy no puede ser más desolador. Todo su discurso ha girado en torno a la macroeconomía como si se tratara de un tecnócrata. Nada más lejos de la realidad, se trata de un mal político, de un pésimo gestor. Los dos ejes de su propaganda giran en torno a haber evitado un rescate consecuencia de la supina inutilidad de José Luis Rodríguez Zapatero y de la mejora de los datos de empleo. Lo que ha hecho Rajoy, con su superministro Luis de Guindos, premiado con la vicepresidencia del Banco Central Europeo, es gestionar endeudándose. Eso lo sabe hacer cualquiera sin escrúpulos morales. España es hoy una colonia del Banco Central Europeo. La deuda pública en el primer trimestre de 2.018 se situó en 1.160.613 millones de euros; en ese trimestre creció en 16.315 millones. Es decir, la deuda representa el 98,8% del PIB; cada español debe 24.583 euros. Eso implica no sólo empobrecer a las actuales generaciones, sino también a las que aún no han nacido. En cuanto al empleo, se ha funcionado mediante un deterioro continuo del mercado de trabajo, bajos salarios que no hacen crecer la recaudación, lo que ha terminado por situar el sistema de pensiones en una posición inviable.

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Durante los mandatos de Rajoy la corrupción ha hecho metástasis por toda la estructura partidaria del PP (del PSOE también), de forma que ha degenerado en una mafia, que ya no responde a los impulsos de la sociedad, como instrumento de representación, sino al interés espurio de los cargos populares. Previa, y más grave aún que esa corrupción económica es la corrupción ideológica, que Rajoy ha elevado a niveles de bella arte. Rajoy ha querido destruir a la derecha social. Aislarla y criminalizarla. Ha satelizado a todo el sistema respecto a las posiciones de izquierdas, de la corrección política, estableciendo un falso consenso que no existe en la sociedad. Ha conseguido que, en el momento actual, no haya un solo diputado que represente a la derecha social y sus postulados. Esa derecha social que le dio el poder con mayoría absoluta para ser vilmente traicionada. Esa derecha social formada por las clases medias para las que el trabajo, el orden, la ley, la familia y la Patria son conceptos llenos de contenido y no flatus vocis. Esa derecha social que es la columna vertebral de la sociedad, el fundamento del Estado de Derecho, la defensora de la presunción de inocencia, la que sufraga, contra su voluntad, todos los dispendios de la casta.

La sucesión de Mariano Rajoy no es de nominalismos, simplemente. O hay un rearme ideológico, una comunicación fluida con una derecha social que va a tener que soportar los embates de Pedro Sánchez y su voracidad fiscal, o el PP está llamado a irse desvaneciendo. Rajoy ha hecho posible a Pedro Sánchez a base de no hacer nada, de mantener íntegra la agenda de Zapatero y de traicionar a su base electoral diciendo sistemáticamente una cosa en la campaña y la contraria en el Gobierno. Intentando vaciar de contenido al PSOE lo que ha conseguido es vaciar al PP, que ahora está unido por los intereses pero sin discurso, sin fuerza vital y acosado por Ciudadanos y por Vox. Rajoy ha establecido un falso consenso social, que no existe, practicando las políticas socialistas en todo lo referido al modelo de sociedad e incluso en el ámbito fiscal. El PP ha de hacer un vista a la derecha claro, a sus valores, porque nos jugamos la viabilidad de esta entrañable y vieja nación llamada España.

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