Luis Bru.
Pedro J Ramírez hizo un mal divorcio, tanto patrimonialmente, como en crédito social. Consta por fuentes solventes que va aterrizando y se va dando cuenta a medida que las sombras se ciernen sobre él en un sombrío ocaso. Hizo el matrimonio que quiso, pero desde entonces ha dado la triste imagen de un hombre descentrado, bailando al son que le tocan.
Visto con perspectiva, su reportaje de Nochevieja en Harper’s Bazaar es un meloso disparate, con una pareja que no parece salida de La Tempestad de Shakespeare sino de un tebeo de Mortadelo y Filemón, con Cruz Sánchez de Lara aparentando recién salida de una casquería enfundada en ropa trasnochada de los años cincuenta, con un vetusto galán de opereta.
Pedro J Ramírez ya no produce ni miedo, ni respeto, sino cierta náusea sartriana estética y moral. En unos casos, ganas de salir corriendo del fracaso sin paliativos de su digital, como le sucede al empresario colombiano Carlos Mattos. En otros, estricta y superlativa vergüenza ajena. Ramírez, en el que ha aflorado el paleto con ínfulas, que siempre fue, ha tratado la detención de Eduardo Zaplana como si no fuera con él, cuando el político se entregó sin reservas a sus estúpidas estupideces conspiranoicas sobre el 11 M, hasta convertir su portavocía en el Congreso en un mero altavoz de las chorradas de Pedro J, sin pararse en mientes en hacer él más horroroso ridículo haciendo preguntas parlamentarias sin sentido, algunas relativas a la época en la que Zaplana estaba aún en el Gobierno.
Zaplana ha bebido los vientos mediáticos por el Cyrano de Bergerac riojano. Hay mucho en este ingreso cenital de Zaplana en Picassent de fabula moral sobre la vanidad de la vida; en esa soledad estruendosa, negado por todos a los que ayudó y favoreció. Pedro J ha demostrado ser una persona de dudosa catadura moral. Si Zaplana es un corrupto, ¿qué hacía Pedro J a su lado, por qué no lo descubrió, por qué fue tan papanatas y tan cegato en tanto que periodismo de investigación? Si Zaplana es un corrupto, ¿por qué Pedro J puso en marcha la Edición de la Comunidad Valenciana de El Mundo de la mano del benidormí y a costa del contribuyente valenciano? Y si no lo es, ¿por qué no es capaz Pedro J de romper ni una mísera pluma de su ex “amigo”? ¿por qué esta evasión escapista que suena a cobardía y apesta a cinismo? Ni tan siquiera ha planteado la dudosa humanidad de ingresar en una institución hospitalaria a un enfermo de leucemia.
Después de décadas de colaboración y algo parecido a amistad (aunque ya dijo Ágatha que no tiene ni un solo amigo, pues es un egocéntrico catatónico), Pedro J se ha puesto de perfil, siendo el suyo tan hiriente, soporífero tertuliano, que se cree objeto de una conjura cuando aburre a las ovejas hasta el óbito, como si no conociera de nada a Zaplana.
Ágatha Ruiz de la Prada, que es una dama, no ha renegado en los tiempos de prueba y oprobio. No ha ocultado que “quiero muchísimo” a Eduardo Zaplana y a su esposa, Rosa Barceló. A la que ha enviado mensajes de apoyo y de ánimo. Pedro J ha hecho el Don Tancredo aunque está directamente interpelado.
Ramírez no es ni Maquiavelo ni Otelo, con el tiempo, se asemeja del todo a Mortadelo. El ocaso de un manipulador está siendo desmerecido y vergonzoso.