Enrique de Diego.
“Zaplana leía el dossier de prensa mientras la del día le hacía una felación”, el preboste del PP, con mando en plaza, lanza una carcajada admirativa refrendada por el coro de los comensales. Las proezas sexuales de Eduardo Zaplana forman parte de la memoria histórica de los peperos por encima de la mitología. No son leyenda sino historia viva. Esas proezas de promiscuidad de serrallo estaban relacionadas con el ascenso político y la prebenda.
En una ocasión, Elsa Martínez -nefasta exdirectora de la Ciudad de la Luz, quebrada y cerrada, y táctica del transfuguismo de la podemita Nerea Belmonte que ha dado el Ayuntamiento a Luis Barcala para que haga ya el trabajo sucio del capo Enrique Ortiz- me acusó de llamar a todas las políticas del PP “putas”. Nada más lejos de mi intencion. Mas es un hecho que el degenerado Zaplana practicaba algún tipo de prostitución política a gran escala. Y eso es de sobra conocido por los cargos peperos de la Comunidad Valenciana que siempre lo comentan con irrestricta admiración.
No serían todas, por supuesto, pero pasar por la alcoba de Zaplana, en los tiempos en que era alcalde de Benidorm y mucho más cuando fue presidente de la Generalitat, era rentable, un seguro de éxito. Puedo citar muchos nombres, que callaré, por ahora, para no hacer daño a terceras personas, pero es una verdad histórica que Zaplana llenó las listas electorales, incluido el Congreso y el Senado, Canal 9 y Tómbola, el claustro de la Universidad Miguel Hernández , el Consell, las diputaciones y los ayuntamientos de militantes peperas, preferentemente jóvenes y de buen ver, dispuestas a alegrarle la lectura del dossier de prensa.
Por el soez comentario del cacique pepero con mando en plaza la lectura del dossier de prensa había devenido en Zaplana en un rito sexual, en una manifestación física de la erótica del poder. La dinámica de actuación, según varios cargos del PP de la Comunidad Valenciana, era llegar al mitin y la que, con una simple mirada, mostrara más deseos de ascender era llevada al fauno, quien tras mantener con la compañera relaciones completas amanecía con el dossier de prensa en las manos y ella entre las piernas. Eran, por supuesto, relaciones sórdidas pero consentidas, muy consentidas.
Hay que decir que el dossier de prensa era voluminoso, así que el cargo y el puesto en la lista se lo ganaban. Cualquier referencia en la prensa nacional, regional, provincial, local, en el más recóndito pueblo, a Eduardo Zaplana, era subrayada. Y, según los cargos peperos, él se leía todo lo referido a él con fruición y detenimiento.
Los caladeros donde pescaba Zaplana más habitualmente eran Nuevas Generaciones, Fallas y Hogueras. Nuevas Generaciones era un prostíbulo político donde elegir. Tampoco faltaban mujeres casadas de virtud frágil con maridos condescendientes. Recuerdo una exsenadora que había pasado por el catre de Luis Fernando Cartagena, exalcalde de Orihuela, exconseller de Zaplana y expresidiario, y luego por el de Eduardo Zaplana, y ya no iba a ir en las listas, porque se le había pasado el arroz, y estaba que trinaba porque se consideraba una senadora de muchos méritos.
Otra de las anécdotas curiosas es la de una concejala del PP de Elche, que llegaría luego a alcaldesa, cuyo esposo, viendo que no comparecía por la noche, denunció un posible secuestro por parte de ETA; era cuando los cargos del PP estaban amenazados. No había nada de eso. Estaba perfectamente localizable.
Cuando fue a ser nombrado candidato a la Generalitat, Zaplana, resucitado del caso Naseiro como Lázaro, había prometido a varias ambiciosas, de Nuevas Generaciones, que rompería su matrimonio con Rosa Barceló y se casaría con ellas. Alguna fue a Londres, no para aprender inglés, y siempre con cargo al contribuyente, como azafata de Benidorm en ferias turísticas. Una fue con su madre invitada a las Cortes Valencianas con la progenitora toda ufana porque su hija iba a ser primera dama regional.
Eduardo Zaplana creó escuela. El capo Enrique Ortiz le pagó al exalcalde de Alicante Luis Díaz Alperi una semana en Creta, viajando en avión privado, con la concejala Sonia Alegría. En el Ayuntamiento de Alicante queda rastro indeleble de la fogosa pasión: el despacho de la concejala tenía comunicación directa con el despacho del alcalde (alias «el gordo», merecidamente) -imputado por corrupción- quien mandó instalar una ducha, que aún perdura.
Sigue habiendo diputadas y senadoras que han leído, lo que podían, del dossier de prensa con Eduardo Zaplana. Diputadas provinciales de Alicante, varias concejalas de Elche y Alicante. Un número muy considerable de profesoras de la Universidad Miguel Hernández, en todo tipo de materias, incluida Protocolo. Canal 9 fue también una oficina de colocación del serrallo zaplanista. Quizás convendría que el movimiento metoo recalará por estos lares, aunque es preciso insistir en que ninguna hizo nada que no estuviera bien dispuesta, con acelerada prontitud, y ninguna fue dejada tirada en la calle, todas encontraron colocación con cargo al sufrido contribuyente.