Yolanda Couceiro Morin.
La policía británica ha encontrado el pasaporte de Putin en el lugar mismo del envenenamiento de Salisbury.
Salisbury – Las últimas dudas sobre la culpabilidad de Rusia en el envenenamiento del antiguo espía Sergeï Skripal y su hija se han desvanecido. Tal como lo ha anunciado el gobierno británico en un comunicado oficial, el pasaporte de Putin ha sido hallado en el lugar del crimen.
Según la Primera Ministra Theresa May, el pasaporte ha sido encontrado después de una inspección exhaustiva de la escena del crimen. Ha sido encontrado bajo unas hojas secas. En su precipitada huída, el presidente Putin habría perdido su valioso documento.
«Rusia tiene 24 horas para extraditar a Vladimir Putin para que éste sea debidamente interrogado en Londres», reza el comunicado del gobierno británico. «La no comparecencia de Putin será considerada como una confesión de culpabilidad», añade el citado documento.
La cínica respuesta de Putin ha sido ignorar el requerimiento, mientras se dedica a cantar para su público de entusiastas seguidores:
https://www.youtube.com/watch?v=cMFIWBQB1kE
Se ha sabido, por otra parte, que la UE estudía medidas contra Rusia debido a sospechas de que Putin ha intervenido en las elecciones rusas. Putin habría movilizado a más 56 millones de partidarios suyos para hacerlo reelegir. Un fraude monumental. Un insulto a la democracia.
En fin, toda parodia es superada por la realidad. Los políticos occidentales les están quitando el trabajo a los humoristas.
Nuestras «élites» y sus medios de comunicación han amanecido con su peor cara: tantos esfuerzos para aislar a Rusia y acorralar a sus dirigentes han sido reducidos a la nada en una jornada electoral. No sólo es una victoria para Putin, también es una bofetada para los dirigentes occidentales.
Estos no entienden nada de Rusia ni de los rusos. Al buscar hundir a Putin, un país orgulloso e indoblegable ha respondido reforzándolo. Al buscar humillar a Putin, es toda Rusia la que se ha sentido atacada. Todas las maniobras e intrigas occidentales no han servido más que para fortalecer el lazo patriótico de los rusos. El ejemplo de la decadencia de Occidente no les invita a someterse a la «democracia» occidental.
Ese enorme país ha sabido encontrar el equilibrio de su diversidad étnica y religiosa y no le apetece poner en peligro su estabilidad con nuestras absurdas y grotescas ideas, de las cuales nuestras calles y barrios son ya el monstruoso escaparate de la barbarie y el caos enseñoreándose a marchas forzadas de nuestros países. Los rusos se oponen decididamente a la llegada masiva de inmigrantes inintegrables y hostiles. No tienen ninguna gana de importar las lacras que esta invasión orquestada ha supuesto para nuestras naciones.
Los rusos ya se asomaron al abismo del caos y la ruina en la época en que una Rusia desmoralizada y desorganizada, bajo la dirección de un borracho y tambaleante Yeltsin, se estaba convirtiendo en una especie de Brasil con nieve. Rusia ha superado la enorme conmoción que supuso el derrumbe de un sistema político que había llegado a su final y los turbulentos primeros años postsoviéticos, y se ha puesto de nuevo en marcha, de pie sobre la base firme de sus fundamentos culturales únicos, su excepcional tradición histórica, su milenaria fe y su patriotismo sin fisuras.
La decadencia autosatisfecha, la complacencia en la inferioridad, la aceptación de la derrota, para otros. Rusia camina por otra senda.