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Aquel inolvidable primer día de vuelo sola

Redacción




Loreto Román. Periodista y escritora.

En el momento en el que vuelas por primera vez, ya sea en un bautismo de vuelo, o ese primer día que todos los que aprendemos a volar realizamos, ese primer día es inolvidable. Sí sí, porque la sensación es indescriptible, única, y recomendable a todos los que no lo habéis realizado todavía. Lo haréis, os lo puedo asegurar.

Siguiendo el río Miño. /Foto: ramblalibre.com.

En mi caso ese gran día se desarrolló en el campo de vuelo Alcazarén, Valladolid, con un gran instructor de vuelo, grande, muy grande. Ese hombre transmitía serenidad, aprendizaje, horas de vuelo, seguridad…Recuerdo en especial entrar en los hangares donde se encontraban los avioncillos, con cariño, que volaríamos y ese olor a combustible, a tuercas, tornillos y material aeronáutico, todo eso formaba parte de ese sueño maravilloso de llegar a volar algún día en ultraligero, a hacerlo sola, a no necesitar nada más que el ultraligero, tu misma y las horas de vuelo realizadas y guardadas en el diario de vuelo del piloto. Sí, claro que es posible volar, sentir mucho más de lo que cualquier frase, concepto o párrafo jamás podría describir de ese día.

Circunstancias de la vida empecé a realizar mis primeras horas de aprendizaje de vuelo en un aeródromo, pero decidí finalizar esa instrucción  en otro, con un instructor que cumplía con mis expectativas de aprendizaje y lo que deseaba que formase parte de mi base de vuelo. Me desplacé a Alcazarén, Valladolid, y ahí empecé de nuevo. Las horas de vuelo se realizaban por la mañana temprano o por la tarde noche, después de las explicaciones de lo que realizaríamos en vuelo, el pre-vuelo, junto con el café correspondiente. En esos momentos intentas memorizar todo lo que te explica el instructor, revisión del ultraligero correspondiente, depósitos con combustible, nos dirigiremos hasta la cabecera de pista, viento en cara, comprobar las temperaturas correspondientes, motor y a volar. Uno de los momentos que más me gustaban en aquellas intensas horas, y me siguen gustando, era ese instante del despegue, cuando el avión abandona la pista y empieza a volar. Allá vamos, ahora dependerá de ti, de la aeronave, de cómo esté el día, posibles vientos, turbulencias, de la altitud que lleves, de tu destino…

Sobrevolando el Valle de Benasque. /Foto: ramblalibre.com.

En los ultraligeros en los que se volaba antes no existía mucha de la instrumentación con la que contamos ahora. Lo más importante para seguir rumbo era la brújula, que proporciona y lo sigue haciendo al piloto una indicación permanente del rumbo del  ultraligero respecto al Norte magnético terrestre. Imprescindible y maravillosa brújula que nos indicaba y lo sigue haciendo el rumbo para llegar a nuestro destino. Las horas de vuelo se realizaban en media hora / cuarenta minutos, y constaban de despegues, aterrizajes y vuelos de travesía. Y como no, la teórica, con temas como navegación, meteorología, mecánica, comunicaciones, legislación, aerodinámica, conocimiento general de la aeronave, señalización, alfabeto de comunicaciones, unidades de medida, primeros auxilios, procedimientos en tierra, despegue, vuelo, virajes, aterrizajes, tráficos, cartografía, y tantas otras cosas…

Lo debo reconocer, acostumbrada a volar por Galicia, donde es fácil sobrevolar montañas, bosques, ríos y demás cosillas propias de nuestra región, puede parecer extraño pero volar por Castilla, donde prácticamente todo era una gran e inmensa explanada, en principio me resultaba extraño ya que no encontraba referencias en vuelo. Aquel horizonte tan lejano que llegaba mucho más allá de lo que uno se podía imaginar.

Y aunque más peligroso siempre es el despegue, no lo olvidemos jamás, aquellos primeros aterrizajes en los que te quedabas constantemente mirando la pista mientras descendías con el avión, y el instructor te decía, “mantén horizonte, no mires a la pista, horizonte, siempre horizonte”. Y ahí estábamos todos los alumnos de Alcazarén mirando de frente a nuestro horizonte, descendiendo hacia la pista, a la velocidad indicada, y ya, con el ultraligero sobrevolando la pista, lo nivelábamos, quitábamos motor suavemente hasta que el ultraligero entraba en pérdida y aterrizaba primero sobre las dos ruedas traseras, y ya perdiendo velocidad sobre la rueda delantera. O eso era lo que en principio pretendíamos realizar. Y lo conseguíamos a base de muchas horas de vuelo. Es como aquello del golf que la bola debe llegar al hoyo en el menor número de golpes posibles. A base de muchas bolas, golpes y palos se acaba consiguiendo.

 

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El momento en el que se cumplen los deseos máximos de un alumno piloto es ese día en el que el instructor “te da la suelta”, o lo que es lo mismo, ese primer día que el alumno vuela solo, en el que el instructor considera que estás preparado para ello. Lo recordaré toda la vida. Mi instructor los días antes de ese deseado día casi ni me dirigía la palabra, ahí estaba sentado a mi derecha, rígido, mirada enfrente, el comandante de la aeronave siempre va a la izquierda, o sea yo, y a mi me extrañaba. El dejaba que fuese yo la que tomaba decisiones, la que elegía opciones, la que dirigía el ultraligero prácticamente por completo. Y ese día me dijo con voz firme: “Aterriza, bajaré del avión, volarás tu sola. Estaré en contacto contigo por la radio. Cualquier cosa, te pones en contacto conmigo”. Y claro, en ese momento se juntan muchas sensaciones, satisfacción, no exactamente miedo pero sí pensamientos como “esta vez sola Loreto, exactamente como lo has hecho con tu instructor, seguridad, serenidad, lógica”, “claro que estoy preparada para ello”…

Con el instructor en Alcazarén. /Foto: ramblalibre.com.

Sola en el avión, mirada hacia delante, respiremos profundamente, motor y a volar…Y claro, acostumbrada a llevar en la aeronave a un hombre corpulento, el instructor, cuyo peso hacía que el ultraligero necesitase más recorrido por la pista y más motor, ese hombre ya no estaba ahí, y por lo tanto el ultraligero despegaba mucho antes y tomaba altura más rápidamente. Calma Loreto, mucha calma, ahora vas sola. Todo es diferente. Y ya a una altura de seguridad, el recorrido habitual, vuelo recto y nivelado. “¿Todo bien Loreto?”, “sí, sin problemas”, era la comunicación por radio entre el instructor y yo. Después de cinco, diez minutos, quince y vente, veinticinco si me descuido, continuaba volando, disfrutando de esas sensaciones de volar sola, de llevarlo como había aprendido, de elegir rumbo, de tomar decisiones, yo sola. Y los minutos pasaban y continuaba volando alrededor del aeródromo, y el instructor comunicándose conmigo para comprobar se había alguna incidencia. Pero no, no había. Hasta el momento en el que me dijo por radio: “Loreto, el avión no se lo llevará nadie, podremos volar por la tarde”. Claro que volaríamos por la tarde, y al día siguiente, y continuaría volando durante mucho tiempo, y lo sigo haciendo. Porque ese día es el inicio de un gran proyecto de vida, de horas de vuelo, de viajes inolvidables, de compra de tu propio ultraligero, de aprendizaje continuo, de vivencias y de experiencias…porque todo es diferente desde ahí arriba. No lo olvidemos.