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El Instituto Juan Gil-Albert, en su peor momento, presidido por un mediocre

Redacción




Josep Sansano.

Parecía imposible, tras la etapa pastelera del ripollista Francisco Sánchez reconvertido a Ciudadanos, que el Instituto Juan Gil-Albert cayera más bajo, pero José Ferrándiz Lozano lo ha conseguido. El Instituto Juan Gil-Albert es hoy un páramo cultural, un yermo en el que se bosteza en la indigencia cultural, aprovechando y ofendiendo la memoria de Azorín, al que el «clan de Monóvar» ha convertido en una parodia. El maestro Azorín se revuelve en su tumba ante tanto aprovechamiento y tanta bajeza lingüística, perpetrados por quienes esconden un alma estéril y putrefacta de pancatalanistas o de simples juntaletras pusilánimes.

Ferrándiz Lozano, que presume de haber sido aupado por el falsario Blas de Peñas, tiene de intelectual y de escritor lo que Blas tiene de periodista. Por lo menos, Francisco Sánchez repartía panetones, lo de Ferrándiz Lozano es la abominación de la desolación con el desánimo asolando al personal y asuelando la cultura alicantina, que nunca había sido tan cutre. El «gran» proyecto de Ferrándiz, que no sabe hacer la o con un canuto, es un departamento de juristas, para comprar a bajo precio voluntades de jueces y fiscales a fin de que sean condescendientes con los amos, no sea que estalle el escándalo de la bodega subvencionada de alguno.

Si Azorín levantara la cabeza, se volvería de inmediato, horrorizado, a su tumba. Escritores con folletines sobre los llibrets monoveros, recopiladores insustanciales de naderías. ¿Esa es la cultura del PP alicantino? ¿Esa es la cultura que exuda Fernando Sepulcre, vicepresidente del chiringuito? ¿Ese es el nivel de César Sánchez? Ya no se promocionan los valores alicantinos, no se promueven nuevas vocaciones artísticas, no se llena Alicante de buena música, sino que se promociona a un director histrión, imitador patético de Von Karajan.

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Lo mejor que podría hacer el Partido Popular con José Ferrándiz Lozano es destituirlo cuanto antes, porque, en términos intelectuales, es una vergüenza para Alicante. Parecía imposible que el Instituto Juan Gil-Albert cayera más bajo, sólo parecía…

Instituto Juan Gil-Albert: La cloaca de las bellas artes