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El ocaso de Juana Rivas

Redacción




Yolanda Cabezuelo Arenas.

El español de buena voluntad es solidario. Lo llevamos en la sangre, y no lo podemos evitar. Nos volcamos en las causas cuando las consideramos justas; a veces incluso sin saber muy bien de qué va la cosa, como ocurrió este verano con Juana Rivas. Bastó que saliera a la luz aquella mujer menuda y compungida para que las redes se llenaran de mensajes.  “Juana está en mi casa”. Ahí es nada. Teníamos en casa a una mujer reo de desobediencia civil, que había secuestrado a sus dos hijos y se negaba a entregarlos; simplemente porque nos decían que era lo justo, que era lo humano. Y en diciendo ésto, allá que vamos todos como borregos…

Yolanda Cabezuelo Arenas.

Poco importaban las explicaciones que sufridos letrados, con infinita paciencia, fueran dando sobre la incompetencia de los tribunales españoles, y sobre la barbaridad que estaba cometiendo aquella señora. Nosotros ahí, a saco con Juana en casa, que no entendemos de leyes ni falta que hace. Y cuando todas las presentadoras de TV apoyaban la causa, y a Juana, y trataban las opiniones contrarias como si las emitieran tontos, no hacían sino confirmar que el caso Juana Rivas era una conspiración del mundo en general, y el masculino en particular, en contra de aquella mujer llorosa que clamaba por sus hijos.

El marido, un maltratador. Ya puede venir Carloforte entero a jurar y perjurar que es un buen hombre, que nosotros ahí, erre que erre, que de eso entendemos más que nadie. De eso, y de leyes. Parece que hasta nos da coraje ver que los niños están felices con su padre, porque con quien tienen que estar es con la madre… Pues ustedes me van a perdonar, pero entre dar tumbos para arriba y para abajo y tener una estabilidad, yo tengo claro qué es lo más conveniente; y entre una madre que cuenta en público las intimidades de padre e hijos corregidas y aumentadas, y un padre con la dignidad necesaria para callar como un señor, lo tengo claro también. Y lo bueno es que también lo tienen claro los Tribunales.

Por si era poco el lavado de cerebro que nos han hecho a todos con el caso Juana Rivas, Izquierda Unida ha manifestado su intención de destinadar el dinero retenido de sus nóminas por secundar la huelga del 8-M a la defensa, porque según ellos es «ejemplo de violencia institucional ante una mujer valiente por defender sus hijos y su vida propia». Violencia institucional. O sea: las instituciones no tienen otra cosa que hacer que conspirar para fastidiar a esta señora. Lo que no aclaran es qué instituciones, si éstas o las italianas, porque mal que les pese a todo el que pretenda sacar provecho del caso Juana Rivas, No es competencia española.

Menos mal que hace tiempo ya que quitamos de los balcones el cartelito de “Juana está en mi casa”, porque el ridículo es menudo. Hay que orientar la solidaridad a quien en justicia la merezca, y no a una mujer que será o seró, y que sigue dando la matraca sabiendo perfectamente que donde tiene que darla es en Italia.

Juana Rivas, la imputada por sustracción de menores que hace apología del delito

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