Miguel Sempere.
Lavapiés es un símbolo, pero también una realidad. Es el símbolo y la realidad del multiculturalismo en Madrid, de la acogida a una inmigración sin papeles, de la falta de política de inmigración, del «bienvenidos refugiados» de Manuela Carmena, de la debilidad de un Gobierno que no defiende las fronteras. Y esa realidad es conflictiva y anuncia futuros conflictos mucho más graves. Este jueves un mantero senegalés murió de un infarto cuando era perseguido por la Policía. Eso ha desatado una oleada de vandalismo en el barrio y un amplio despliegue policial con cargas y pelotas de goma con escenas que recuerdan los barrios extremos parisinos. Los manifestantes la han emprendido a incendiar contenedores y vehículos estacionados en la zona. Entre las 21.00 y las 01.30, Lavapiés ha sido un caos de violencia.
Hay seis detenidos, de nacionalidad española, así como 19 heridos leves atendidos en urgencias. También se informa de 10 policías con heridas leves. Ha habido múltiples destrozos en el mobiliario urbano, en sucursales bancarias y en vehículos policiales. Se han lanzado piedras y objetos contundentes.
La alcaldesa Manuela Carmena ha declarado que investigará «a fondo lo sucedido» y actuará «en consecuencia». Una declaración evanescente para una situación grave de deterioro de la convivencia en un barrio cada vez más al margen de la Ley. Mame Mbaye, mantero senegalés de 35 años, se dedicaba a una actividad ilegal. Debía haberse producido su deportación. Estamos yendo hacia barrios exentos del cumplimiento de la Ley. Es preciso, por de pronto, frenar absolutamente la inmigración ilegal.