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Ana Julia, mujer empoderada

Redacción




Enrique de Diego.

Este sistema de autodestrucción funciona mediante el monopolio mediático en la difusión de las ideas, e incluso de las palabras. Es una de las cuestiones que trato en mi próximo libro, prácticamente ultimado, y en proceso de corrección. Nos tratan de imponer de continuo las más clamorosas estupideces a base de repetirlas, haciendo bueno a Goebbels.

Las consignas son internacionales y salen de los amos del mundo y se difunden al unísono tomando a los ciudadanos -quizás con algo de razón- de auténticos estultos, como si a base de machaque y adoctrinamiento, que empieza en la escuela, y sigue en los medios, pusieran implantes sobre lo que deben o no pensar, y lo que deben o no decir.

Recordarán aquello respecto al terrorismo islámico, para seguir abriendo de manera suicida las fronteras, del caso aislado, hasta que los casos eran tantos que pasaron a ocultar la condición islámica del terrorista para situarlo como un enfermo mental, haciendo daño de paso a los enfermos mentales. Hay técnicas de manipulación nauseabunda que todos los medios utilizan como, en el caso de referencia del terrorismo islámico: empezar siempre con la duda de si se trata de un accidente o dar un número muy bajo de víctimas: en la masacre de Las Ramblas empezaron diciendo que no había muertos. Al final terminan manipulándose a sí mismos y desprotegiendo a los ciudadanos, de forma que cuando estalla una casa llena de bombonas de butano y mueren un imam y un terrorista y otro queda herido, ni se le interroga a éste porque se trata de cuestión rutinaria relacionada con un laboratorio de drogas, y con ese buenismo estúpido Ada Colau ni pone bolardos en Las Ramblas, a pesar de aviso fehaciente y concreto de la CIA.

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Se trata de mantener un negocio de dimensiones colosales, que desentrañaré en el próximo libro, y al tiempo expoliarnos y extinguirnos. Incluso se imponen palabras. Todos los políticos y sus mariachis dicen eso tan chuli de «poner en valor«, que no se sabe bien lo que significa pero parece que suena bien.

El feminismo, que se ha convertido en el reducto de todas las manipulaciones, es muy semántico, como sucede con los totalitarios. Ana Julia Quezada no entra en la plantilla. Y bien que lo lamenta el chico de los recados de Soros, Ignacio Escolar, al que Losantos bautizó con acertada ironía como «preescolar«, porque es un ignorante completo. Ya saben: es mujer, negra e inmigrante, pero, sobre todo, es asesina confesa, aunque ande contando una versión para que quede en homicidio el vil asesinato.

Una de esas palabras que ha tomado carta de naturaleza con la machacona estupidez de la consigna es la de «empoderamiento«. Referido a las mujeres, que han de empoderarse. Es un horroroso anglicismo, que viene del inglés empowerment y parece que se refiere al proceso por el cual se aumenta la fortaleza de los individuos y las comunidades en temáticas tales como política y economía, para así impulsar cambios beneficiosos para el grupo. Generalmente, implica, en el beneficiario, el desarrollo de una confianza en sus propias capacidad y acciones. Es una soberana estupidez que pasa por considerar que existen las mujeres como colectivo y no las mujeres concretas, y que llega a estulticias como esa de la «brecha salarial«, que mete en el mismo saco a Ana Patricia Botín y a la becaria del Santander, dividiendo por dos.

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A este sistema de corruptos y mentirosos le «hubiera convenido» que el asesino de Gabriel hubiera sido varón, y se apresuraron a meter en la cárcel a uno con orden de alejamiento y pulsera telemática, que allí sigue, porque había que dar titulares políticamente correctos en los telediarios, mientras la Guardia Civil no fue capaz de registrar Las Hortichuelas.

Es como eso de dar después de la noticia de la detención de Ana Julia y la aparición del cadáver de Gabriel, el número de denuncias por violencia de género, que son la inmensa mayoría más falsas que un Judas de plástico, como demostraré en mi próximo libro de inminente salida. 

Así que lamentablemente hemos de entender que la que se ha empoderado con el hacha ha sido Ana Julia Quezada. El empoderamiento, que implica el abuso al que tiende todo poder, está agravando a auténticas psicópatas de género, mientras no se protege a las mujeres realmente maltratadas. Lo del empoderamiento es un palabro horrible, un desquicie y una patraña para desquiciar al personal.