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Pedro J Ramírez, Pilar Eyre y el misterio de las enseimadas

Redacción




Enrique de Diego.

Pilar Eyre ha degenerado en la periodista orgánica del crepuscular Pedro J Ramírez. He tenido algún respeto en el pasado a Pilar como periodista, pero lo he perdido a la vista de esta mutación a lacaya. A este paso terminará de doncella de la casa de los Ramírez-Sánchez. Eyre ya tuvo la insufrible cursilada de bautizar a la polémica abogada Cruz Sánchez de Lara como la «Amal Clooney española«, que ya hay que ser aduladora para semejante horterada.

Pilar Eyre. /Foto: elperiodicomediterraneo.com.

Pilar Eyre, periodista de cabecera de los Ramírez-Sánchez, ha publicado en Lecturas una especie de contestación a la brillante aparición de Ágatha Ruiz de la Prada en Sábado de Luxe; presunta contestación que es una sarta de mentiras sin brizna de verdad y que dice muy poco de quienes ostentan el título de periodista. A algunas cosas contestaré más adelante cuando, como recomendaba el poeta inglés Shelley, «el sol se ponga sobre mi ira«. Vayamos con un detalle: el misterio de las enseimadas.

Pilar Eyre muestra su extrañeza de que «Ágatha afirme que el día de autos llegó de la calle con unas enseimadas y le confieso que sospecho que es que ya no vivía en el hogar conyugal. Noto que sonríe a través del teléfono, pero no quiere responderme». Salvo lo de no quiere responderme, todo lo demás es mentira. Cuando se miente en lo poco, se miente en lo mucho y este par son mentirosos compulsivos.

En la función de Miss Marple de pacotilla, Pilar Eyre es un completo desastre. Ágatha nunca ha afirmado que el día de autos, el 29 de octubre de 2.016, Ramírez, alias el innombrable, llegara de la calle con enseimadas, porque Ágatha no ha desayunado en los últimos treinta años enseimadas, sino, invariablemente, café con leche y tostada con aceite. Muy sano. Le remito a Pilar Eyre a mi libro «El triunfo de Ágatha Ruiz de la Prada» para que no meta más la pata y haga más el ridículo. Viviría o no en casa Ramírez -es notorio que llevaba una doble vida incluso desde antes de casarse con Ágatha– pero no por la chorrada de las enseimadas, más falsa que un Judas de plástico.

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Ágatha llegó el día anterior de viaje, tuvo la intuición de que Ramírez estaba con una tía y por la mañana éste le llevó un café con leche y una tostada con aceite.

El deleznable reportaje cortesano de Lecturas está hecho a medida para que Ramírez diga que ama mucho a los perros, porque Ágatha reveló que «odia a los animales«. Según la lacaya Pilar Eyre, a Ramírez «le dolió de la entrevista de Ágatha que dijera que no le gustaban los perros: «¡No es verdad! Cuando pasan por mi lado siempre los acaricio y tengo uno, que ahora vive con mi hijo, que se llama Jota, al que quiero mucho«. Ahora va a resultar que Ramírez es un sobón de perros y hasta le gusta que le meen. Se nota mucho que sobreactúa porque la correcta políticamente Cruz, según fuentes solventes, le ha dicho que se le enfrenta con los animalistas. Se pilla, de todas formas, antes a un mentiroso que a un cojo y, la verdad, chirría mucho que ame mucho a su perro pero que lo tenga viviendo con su hijo Tristán, al que no deja, por cierto, entrar en su nueva casa. ¿O es Cruz la que odia a los animales, la que no soporta a Jota?