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El fracaso completo de Manuela Carmena, atrapada en la estupidez de su ideología

Redacción




Manuela Carmena. /Foto: lavozdegalicia.es.
Manuela Carmena. /Foto: lavozdegalicia.es.

Miguel Sempere

Los madrileños han celebrado la Nochevieja y la entrada del Nuevo Año con ese rito insustancial de tomar las doce uvas. Lo han hecho en la Puerta del Sol, hacia la que se han vuelto muchas miradas de la nación. Para hacerlo, y por seguridad, han tenido que colocarse bolardos, jardineras y macetones. También se ha hecho un despliegue policial, que representa un gasto adicional para el contribuyente, al que se le están subiendo los impuestos. Esos bolardos y ese despliegue son la confirmación del fracaso de Manuela Carmena.

Estamos ante una mujer que es un manojo de contradicciones, atrapada en la ideología, que confunde sus buenas intenciones con la realidad. Manuela Carmena encarna todo el mal del momento, el cúmulo de errores que han llevado a la civilización a un atolladero. Todas esas medidas de seguridad adoptados se corresponden a la ola de violencia desatada por “refugiados”. No por todos los refugiados, desde luego, pero sí sólo por refugiados. Ese es un problema que no existía, que han creado las manuelas carmenas de turno, con sus complejos estúpidos de monjas laicas. El asesino múltiple –cumpliendo claros preceptos coránicos- del mercadillo múltiple de Berlín era uno de esos refugiados islámicos a los que Manuela Carmena, en un gesto de estupidez extrema, da la bienvenida desde la fachada de su ostentoso Ayuntamiento, que debería haber vendido de inmediato. Entró por Lampedusa e hizo todo el recorrido buenista a costa del contribuyente, por la cárcel, en un albergue de Alemania. Carmena, atrapada por su ideología, es cómplice moral de todos los crímenes que están produciendo esos refugiados a los que llama y a los que incluso quiere acoger dándoles trabajo.

Lo que han conseguido estas degradadas carmenas de toda Europa es que haya que poner bolardos, macetones y jardineras. Todavía, con un descaro ínfame, la vetusta Manuela Carmena, cuyo marido puede haber cometido delitos contra los trabajadores, repite la consigna del momento “no hay que tener miedo”. ¿Cómo no se va a tener miedo con estos dirigentes traidores, dedicados a desarmas a las sociedades, a dejar indefensos a los ciudadanos? No se tiene miedo, cuando se tiene seguridad; no cuando cualquier celebración exige un despliegue policial y medidas de seguridad extraordinarias por culpa de las carmenas.