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Las maravillas del fin del mundo (6): La vieja tentación satánica y las nuevas arcas de Noé

Redacción




Cyborg. /Foto: sideshowloy.com.

Enrique de Diego.

El fin del mundo, la extinción de la especie humana, tiene su profeta, su gurú. Se llama Yuval Noah Harari, es historiador, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén. El fin del mundo es el horizonte inevitable, porque en el próximo siglo o dos «los humanos se destruirán a sí mismos o mejorarán hacia algo completamente diferente«. Posthumanismo o transhumanismo, pero nada de humanismo. Según el profeta, que sufre de alopecia y es enclenque, una ruina física, «vamos a convertirnos en dioses» ya que «adquiriremos habilidades que tradicionalmente se pensaban que eran habilidades divinas«; en concreto, capacidades para la ingeniería o para crear vida.

No me parece, la verdad, que quieran, esas élites a las que Harari sirve, convertirnos en dioses, sino que con claridad han diseñado someternos como esclavos. Lo que se percibe es gente cada vez más débil, con menos voluntad y más dependiente. En cualquier caso, el aspecto futurista de la mostrenca profecía no es tal. Esa teoría es vieja como el mundo y se encuentra en el mismo inicio de los tiempos, en el paraíso terrenal. Es lo que les dice la serpiente a nuestros primeros padres: «seréis como dioses«. Y el paso previo es comer del árbol de la ciencia. Ahora se nos insta a dar grandes bocados a la suculenta manzana. Eso siempre es la perdición.

«Al igual que en la Biblia Dios creó animales, plantas y humanos de acuerdo a sus deseos, en el siglo XXI nosotros probablemente aprenderemos a diseñarlos y fabricarlos de acuerdo a los nuestros«. Se usará la ingeniería genética para crear nuevos tipos de seres orgánicos, interfaces cerebro-ordenador para cíborgs y «podemos tener incluso éxito en la creación de seres completamente inorgánicos«, opina este historiador, quien resume: «Los principales productos de la economía del siglo XXI no serán los textiles, vehículos y armas, sino más bien cuerpos, cerebros y mentes».

Yuval Harari. Foto: events.ucsb.edu.

Inefables maravillas apocalípticas con las que la bestia trata de seducir a los humanos, a los que se promete, nada menos, que la inmortalidad y la felicidad como en «El mundo feliz«, la visionaria novela de Aldous Huxley, pues se tratará de la mayor revolución de la biología, según Harari, quien denomina a los «descendientes» del Homo sapiens, Homo deus, por sus «poderes divinos de creación y destrucción». En su libro Homo deus. Breve historia del mañana (editorial Debate), Harari explica que este cambio será gradual «y no un apocalipsis estilo Hollywood. El Homo sapiens no será exterminado por una sublevación de robots, sino que es más probable que se mejore a sí mismo paso a paso y que se una a robots y ordenadores». Esto no ocurrirá ni en un día ni en un año, de hecho ya está ocurriendo por medio de innumerables actos mundanos: millones de personas a diario deciden conceder a su teléfono inteligente un poco más de control sobre su vida o probar un nuevo medicamento antidepresivo más eficaz.

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Es la revitalización de la utopía mecanicista, según la cual el hombre no es más que química. Un craso error. Los medicamentos antidepresivos suelen conducir a depresiones más profundas y nada sustituye al sentido de la vida, que nos sitúa ante la presencia de Dios y ante la dignidad de hijos de Dios. La tentación satánica conduce a la destrucción. El gurú miente. Afirma que la hambruna, la peste y la guerra han sido controladas, lo que es notoriamente falso. Y esta culminación de la corrección política suele ir unida, aunque Hariri, a una paranoia malthusiana, que se traduce en mitologías como el cambio climático, con las que se pretende preparar a los humanos para su exterminio. Nada nuevo bajo el sol. Satanás primero miente -es el padre de la mentira- y engaña y luego destruye. Su plan primigenio es destruir la especie humana. Harari es su profeta.

Probablemente, continúa, los próximos objetivos de la humanidad sean precisamente la inmortalidad, felicidad y divinidad. «Es vital pensar en la nueva agenda de la humanidad porque tenemos cierto margen de elección con respecto a las nuevas tecnologías«, expone. No obstante, asegura que «si malinterpretamos las amenazas de guerra nuclear, el cambio climático y la interrupción tecnológica, tal vez nunca tengamos una segunda oportunidad«.

Donald Trump, en su visita a Polonia.

Hay nuevas arcas de Noé que a Hariri le inquietan y en las que es urgente recalar, como ámbitos de supervivencia y liberación. Preguntado por Donald Trump, concluye: éste, el brexit y el surgimiento de movimientos nacionalistas en otras partes del mundo suponen un desarrollo muy peligroso. En el pasado, el nacionalismo era peligroso porque engendró la guerra, pero ahora lo es aún más porque, además de fomentar las guerras, es probable que impida a la humanidad resolver sus problemas existenciales. «Espero que la gente despierte a tiempo. Para eso, probablemente necesitemos una nueva ideología global que una a la humanidad«. Es la tosca ideología globalista de George Soros, el clon de Satanás. Del enemigo el consejo: esos movimientos nacionalistas, como les llama, son la resistencia y la salvación. Nada está perdido.