Enrique de Diego.
Hace dos años, tal y como ha podido confirmar Rambla Libre, unos miles de influyentes del mundo de la banca y la empresa recibieron, por correo ordinario, una carta anónima en la que se acusaba a Ana Patricia Botín, presidenta del Banco de Santander, de haber asesinado -de haber sido la inductora- del asesinato de su padre, Emilio Botín, en la Ciudad Financiera del Banco de Santander en Boadilla del Monte, Madrid. Se acusaba también a la esposa -desde hacía años, pura apariencia- Paloma O’Shea. Como autor material se apuntaba a un narcotraficante colombiano, Jesús Samper Gaviria, quien habría inyectado en la yugular del finado una sustancia letal, relacionada con la enfermedad de diabetes que padecía el magnate. Nadie puede entrar así como así en la segura Ciudad Financiera, y menos llegar al lujoso apartamento privado de Emilio Botín, así que en la conjura habrían participado los responsables de la Seguridad, Carlos Martínez, Carlos Rubio y Manuel García Entrena. Todos callan.
El móvil del asesinato, según el anónimo, estaba claro y era verosímil: Emilio Botín vivía un idilio apasionado con María Sánchez Corral, directora de Márketing Corporativo y Marca del Banco de Santander, con la que viajaba habitualmente para ver las carreras de Fórmula 1 en las que participaba Fernando Alonso, patrocinado por el Banco. Emilio Botín, que murió el 10 de septiembre de 2014, quería divorciarse de Paloma O’Shea y casarse con María Sánchez Corral antes de Navidades. Los interrogantes que ese hecho introducían sobre la herencia y el banco son fáciles de colegir. Un auténtico terremoto para la familia Botín.
La acusación de asesinato ha tomado carta de naturaleza
Esa historia, inquietante, con todos los ingredientes de una gran novela negra, que se distribuyó hace dos años como anónimo, ha tomado carta de naturaleza. Alguien ignoto, representado por el letrado Carlos Javier Sánchez Vico, la presentó primero en la Audiencia Nacional, que se inhibió por incompetente, y luego la ha presentado en el Juzgado de Instrucción número 1, donde está paralizada. Pero, insisto, ha tomado carta de naturaleza. Es un hecho público y noticiable. Es una acusación en firme. Una persona, con nombre y apellidos, la ha presentado en los tribunales. Desconozco las pruebas que aporta, pues el abogado se atrinchera éticamente tras el secreto profesional, pero, por ejemplo, se habla de una grabación del Consejo Extraordinario en el que se invistió -a Botín muerto, Botín puesto- a Ana Patricia como presidenta del Banco de Santander.
Ana Patricia Botín y el Banco de Santander callan. Dice el refrán que el que calla, otorga. Es un aserto cuestionable, pero con base en la experiencia humana. Es Ana Patricia Botín la que está disparando las sospechas, que se extienden por la atónita opinión pública, sobre un posible asesinato de su padre, y no sobre un infarto fortuito producido en el lujoso apartamento de la Ciudad Financiera de Boadilla y en ningún caso en el chalet familiar de la urbanización de Somosaguas, como se indicó en la versión oficial. El oscurantismo sobre la muerte de Emilio Botín ha sido completo por parte de la familia. Apenas si se facilitaron datos sobre la muerte del magnate por parte de la familia y los que se facilitaron eran falsos.
El anónimo y la querella, que coinciden plenamente, aseveran que Ana Patricia Botín nunca hubiera sido la presidenta del Santander por voluntad de su padre, que quería nominar a Emilio Botín hijo Es aventurado establecer suposiciones sobre lo que hubiera pasado de llevarse a cabo los planes matrimoniales del magnate con María Sánchez Corral, pero nada conveniente para Ana Patricia y la familia, como corrobora el hecho de que la primera medida al tomar el cargo fuera cesar y despedir a María Sánchez Corral.
La acusación que establece la querella, que duerme el sueño de los justos o de las patatas calientes, en el Juzgado de Instrucción número 1, es de extrema gravedad. Ana Patricia Botín es una mujer casada con tres hijos. La acusación es espeluznante: asesinato.
Parece obligatorio querellarse contra el denunciante, salvo que se quiera dar pábulo a la denuncia o se haya confiado en que nunca se sabría, dado el control sobre los medios del poder financiero del Banco de Santander, una de las más sustanciosas cuentas publicitarias. No ha sido así. Los medios comprados no se atreven a cumplir su misión de informar. Rambla Libre, sí. No damos credibilidad a la querella, ni dejamos de dársela. No es nuestra misión, pero resulta altamente sorprendente que no se haya emprendido ninguna acción legal contra el denunciante. Eso puede dar que pensar que se tiene algo que ocultar.
Cuanto menos, da la impresión de que la familia Botín ha vivido en la mentira y la apariencia y en ellas ha quedado atrapada. El matrimonio con Paloma O’Shea estaba roto; las relaciones familiares deterioradas. La inminente boda no gustaba nada, pero era ya imparable, y sus consecuencias podían trastocarlo todo. Algunas fuentes apuntan a que la orden a los abogados había sido dada y Paloma O’Shea había recibido una lista de los bienes que le correspondían. La imaginación vuela y diversas fuentes aventuran que Emilio Botín murió en pleno coito. Fuentes solventes informan a Rambla Libre que María Sánchez Corral no estaba aquella fatídica noche en el apartamento de la Ciudad Financiera.
No deja de ser llamativo que Emilio Botín muriera de un infarto, cuando vivía y viajaba rodeado de médicos, con desfribilador y cuando la primera pregunta que hacía al médico que le acompañaba en los viajes en avión era sobre los hospitales más cercanos hacia los que dirigirse en ruta en caso de que le sobreviniera un infarto. ¿Fue tan fulminante que no se pudo intentar la reanimación? Hay demasiadas zonas oscuras y el silencio y la ausencia de medidas por parte de Ana Patricia Botín y el Banco de Santander no despeja dudas sino que alimenta sospechas.
Apuntan a Ana Patricia Botín y su “amante” como presuntos asesinos del magnate Emilio Botín
Todo es misterio en la oportuna muerte del magnate Emilio Botín