
Enrique de Diego.
Josu Zabarte acababa de ametrallar a un convoy de la Policía Nacional. Cuatro agentes habían muerto en el cobarde atentado. Dos estaban heridos muy graves. Ulularon las sirenas de las ambulancias. Los sanitarios recogieron los cuerpos acribillados de los policías. Los vehículos salieron con sus sirenas indicando urgencia. Josu Zabarte, un psicópata, no tuvo piedad alguna. Interceptó a una de las ambulancias. Abrió la puerta trasera y remató al policía. No fue la única vez en que demostró la sangre fría de los asesinos en serie. En otra ocasión, disparó en la estación de Andoain a un policía y lo hirió. El policía huyó desangrándose y en un último intento por sobrevivir se escondió en unos matorrales. Josu Zabarte lo buscó hasta dar con él. Lo agarró por el pelo y le descerrajó el tiro de gracia en la nuca. En su trayectoria, Josu Zabarte, que ahora está en la calle, asesinó a 17 personas. Nunca se ha arrepentido, nunca ha tenido el más mínimo remordimiento de conciencia. Afirma este canalla irredento que fueron ejecuciones sumarias. Nunca tuvo valor, siempre actuó por la espalda. Demostró ser un cagari cuando fue localizado como jefe del comando Donosti. Se escondió en un zulo detrás de un espejo chino. Pidió, una vez detenido, que se entregaran los otros miembros del talde y en Comisaría cantó La Traviata.
El carnicero de Mondragón, en el feudo de ETA y Eroski
¿De dónde podía haber salido un monstruo moral de tan baja calaña? ¿En qué medio ambiente había crecido, en qué escuelas se había formado esa bestia deshumanizada? Jesús María, Josu Zabarte había nacido, crecido y se había deformado en Mondragón, una localidad de poco más de 22.000 habitantes, en la provincia de Guipuzcoa. En Mondragón había sido carnicero. De ahí el apodo del «carnicero de Mondragón» con el que fue conocido desde que ingresó en ETA a los 21 años. El apodo le vino como anillo al dedo.
Unos años antes de que Josu Zabarte viniera envenenado moralmente al mundo, llegó como coadjutor un sacerdote joven y dinámico llamado José María Arizmendiarreta, que puso en marcha un movimiento cooperativo que fraguó en el Grupo Mondragón y luego en el Grupo Eroski. Un emporio empresarial con régimen de cooperativa que incluye factorías de electrodomésticos, la Caja Laboral, una aseguradora, una agencia de viajes Eroski, bicicletas Orbea, y la red de distribución y supermercados de Eroski que también adquirió los supermercados Caprabo. Estamos ante el primer grupo empresarial vasco y el décimo de España.
¿De España? España es una palabra maldita en Mondragón, un medio ambiente de odio irrestricto a los españoles de los que viven, por cierto, los habitantes de Mondragón a través de Eroski, pues el 56% de la población es cooperativista, y el resto, como el carnicero de Mondragón, básicamente viven de la riqueza local generada por Eroski.

Y ¿qué pensaban y piensan los cooperativistas de Eroski, todo el pueblo, de su convecino Josu Zabarte, el «carnicero de Mondragón? ¿Han mostrado alguna vez los cooperativistas de Eroski, los dueños, por tanto, de esa empresa misericordia por algunas de las 27 víctimas de su convecino, al que todos conocían? Los cooperativistas de Eroski siempre han respaldado los crímenes del «carnicero de Mondragón«. Los dueños de Eroski, empresa extendida por toda España, han sido cómplices morales del asesinato de ese policía que se desangraba en la ambulancia o del que trataba de salvar su vida escondiéndose en unos matorrales. En 1987, los cooperativistas, los dueños de Eroski votaban a ETA. En 1987, en el momento de mayor criminalidad de ETA, en Mondragón ganaba con mayoría absoluta Herri Batasuna. El segundo partido era el PNV. El alcalde proetarra era Xabier Zubizarreta. Fue votado elección tras elección, mientras Josu Zabarte seguía matando policías españoles o a una mujer en avanzado estado de gestación: así mataba a dos españoles, con el aplauso cerrado de los cooperativistas de Eroski que lo respaldaban con sus votos.
El carnicero de Mondragón, con el apoyo cerrado de los propietarios de Eroski
¿Qué hacia la Universidad de Mondragón, del Grupo Eroski? Callar. ¿Qué hacía el Ayuntamiento de Mondragón, representante legítimo de los vecinos, la mayoría propietarios de Eroski? En septiembre de 2003, el Ayuntamiento de Mondragón aprobó pagar la factura de los libros de texto de Josu Zabarte, el «carnicero de Mondragón», en premio a haber matado a 27 españoles a sangre fría, al policía que se desangraba en una ambulancia, al que se escondía en unos matorrales y a la mujer embarazada. Sin ningún escrúpulo moral, los representantes de los cooperativistas de Eroski aprobaron pagar la factura de los libros de quien no estaba matriculado en ningún sitio, y de otros nueve asesinos etarras, todos naturales de Mondragón, una población de 22.000 habitantes, en la que el 56% son cooperativistas de Eroski.
Entre esas diez glorias de Mondragón estaban Jesús María Zabarte Arregui, 9 asesinatos, Jon Aguirre Agiriano, con las manos manchadas de sangre, Enrique Letona Biteri, 6 asesinatos, y Josu Arkauz, uno de los secuestradores de José Antonio Ortega Lara, en aquel calvario que recordaba a Auschwitz. Mondragón ha producido cooperativistas de Eroski y a los mayores asesinos de ETA en un mismo medio ambiente, en el que los primeros han apoyado sin fisuras a sus bestias despiadadas. Los libros no se especificaban. Había confianza. La Universidad del País Vasco pedía que se pagara en una sola factura «como en cursos anteriores«. A los propietarios de Eroski, a los cooperativistas, les pareció fenomenal el secuestro de Ortega Lara, como para pagarle los libros a su secuestrador.
El concejal socialista, Isaías Carrasco, asesinado en Mondragón, mientras los propietarios de Eroski votan a ETA
Ser español para el Grupo Mondragón es ser un potencial cliente, del que viven los vecinos de la localidad guipuzcoana. Ser español en Mondragón es un peligro, un riesgo cierto. El carnicero de Mondragón nunca se ha arrepentido de los 27 asesinatos que califica de «ejecuciones sumarias», con el beneplácito de los propietarios de Caja Laboral, tan mimada por ETA, de la aseguradora, de la agencia de viajes, de las bicicletas Orbea y de los supermercados Eroski y Caprabo.

El 7 de marzo de 2008, en Mondragón, la cuna del Grupo Eroski, del movimiento cooperativo puesto en marcha por el sacerdote José María Arizmendiarreta, que no consiguió imprimir ningún sentido cristiano de la vida, fue asesinado el concejal socialista, Isaías Carrasco.

Los cooperativistas de Eroski, los auténticos propietarios, se negaron a condenar el asesinato. No lo hizo Bildu que entonces se llamaba ANV. Tras ese crimen, en las elecciones municipales de 2013, venció Bildu con el 43,6% de los votos y 11 concejales. Arrasó, pues, en un pueblo en el que el 56% de los vecinos viven de Eroski. En las últimas elecciones, el partido más votado fue el PNV, con el 34,97% y el segundo fue Bildu, con el 31,24%.

Mondragón es un pueblo guipuzcoano donde se odia a España y a los españoles, pero que tiene un grupo empresarial, antes Grupo Mondragón, ahora Grupo Eroski, que ha crecido vendiendo sus productos a los españoles a los que odian, desde los frigoríficos Fagor hasta las bicicletas Orbea.
Hundir a Eroski, imperativo patriótico y deber moral
Ha llegado el momento de pasarles factura, de decir basta a este relativismo moral y a esta ponzoña comercial, de ir a un boicot completo a Eroski y a todos su grupo. Se lo debemos, por de pronto, a las víctimas de sus hijos asesinos, a aquel policía que se desangraba en la ambulancia interceptada por el carnicero de Mondragón, a aquel otro que se escondía entre los matorrales con la ansiedad de no volver a ver nunca más a su esposa e hijos, a aquella española embarazada cuyo fruto de su vientre nunca vio la luz.
Es un imperativo patriótico y un deber moral hundir a Eroski.
Boicot a CEGASA, pilas y baterías, ariete para la invasión de Navarra por el separatismo vasco