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El mundo suní se divide, mientras suenan tambores de guerra

Redacción




Doha, capital de Qatar. /Foto: calalatedtraveller.com.

Virginia Montes

El ministro de Asuntos Exteriores alemán, el socialdemócrata Sigmar Gabriel ha dedicado las últimas jornadas a mantener conversaciones con las naciones implicadas en el nuevo conflicto que tiene como epicentro el aislamiento de Qatar por Arabia Saudí y sus aliados suníes. Su conclusión: «Hay peligro de que este conflicto pueda llevar a una guerra. Sé cuán grave es la situación».

Arabia Saudí ha situado a Qatar como un aliado de Irán y financiador del terrorismo, de los Hermanos Musulmanes -factor de desestabilización en Egipto- y del Frente Al Nusra, la filial de Al Qaeda en Siria. Arabia Saudí quiere reforzar su liderazgo suní. Ya no le basta con la influencia a través del wahabismo y la financiación de las mezquitas en Europa, sino que el príncipe Mohamed, el auténtico poder en los Saud, quiere que ese liderazgo sea tangible y controlado. Pretende configurar un «ejército suní» mediante la artimaña de la coalición contra el terrorismo. A través de Al Yazeera, el pequeño y riquísimo Qatar (2,7 millones de habitantes, de los que el 90% son extranjeros, con una renta per cápita de 130.000 dólares) se ha dedicado a promover un integrismo desestabilizador. La cadena, propiedad del emir, está siendo cerrada en las naciones alineadas con Arabia Saudí.

Los aliados de Arabia Saudí han ido respondiendo. Tras Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Egipto y el gobierno en el exilio de Yemen, también Mauritania ha roto relaciones con Doha y Jordania ha reducido su presencia diplomática. Pero Turquía se ha alineado con Qatar, lo que es una grave ruptura del frente suní. Ya no es suníes contra chíies, ni todos contra Irán, sino que se ha establecido una fuerte fisura. Tras la visita de Donald Trump, Arabia Saudí cuenta con el respaldo de la Administración norteamericana.

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Qatar juega con insufrible hipocresía, pero es lo que hacen, por cierto, todas las petromonarquías. Qatar financia, al tiempo, el terrorismo y al Barcelona. Su riqueza no se basa en el petróleo, sino en el gas natural licuado, que representa el 90% de sus exportaciones, fuera de Oriente Medio. Y su poder económico es muy fuerte a través del Qatar Investment Authority, uno de los diez fondos soberanos más importantes, con 330.000 millones de dólares, y uno de los más activos en inversiones en los últimos años, con presencia en Volkswagen, la petrolera rusa Rosneft o El Corte Inglés, en el sector hotelero -con compras de lugares emblemáticos en Londres, París o Roma- el lujo -Valentino, Pal Zilery, Tiffany o Harrods- y el deporte.

Por el momento, Qatar está teniendo problemas de desabastecimiento, que están siendo suplidos con la llegada de productos turcos y que Irán se ha ofrecido a resolver. Ya ha enviado cinco aviones con 90 toneladas cada uno de productos perecederos, verduras y frutas. Iran Air informa de que otros vuelos están preparados, así como 3 barcos con 350 toneladas. El 40% de los alimentos llegaba a Qatar -importa todo- a través de la frontera saudí, ahora cerrada.

Más grave es su aislamiento en el mundo suní en el que hasta el momento estaba alineado -participaba en la coalición intervencionista en Yemen-. ¿Puede pensarse en una invasión de Qatar? ¿De qué guerra habla Sigmar Gabriel?