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Ignacio Echeverría, héroe y mártir, ejemplo de dignidad

Redacción




Ignacio Echeverría.

Enrique de Diego

Ignacio Echeverría nos reconcilia con la naturaleza humana. Encarna la dignidad de la frágil criatura llamada hombre. Sabemos que Ignacio era un deportista, porque el sábado de la semana pasada venía de hacer deporte cuando en Borough Market se encontró con un bestia apuñalando a una mujer y su hombría de bien no estuvo dispuesto a consentirlo. Y sabemos también que llevaba un monopatín que fue el improvisada arma con el que trató de evitar el crimen.

Ignacio Echeverría era un triunfador. Había estudiado Derecho y había completado estudios en La Sorbona. A sus 39 años tenía una larga trayectoria de directivo bancario y en Londres trabajaba en el banco HSBC como analista de blanqueo de capitales. No siguió la consigna policial, tan aguerrida, de «corre y escóndete», sino que se lo jugó todo, sin pensárselo dos veces. Era un hombre decidido y un valiente. No es que fuera solidario, como dicen con esa palabra vacía de tanto manoseo y descomprometida, es que era un héroe viril.

Ignacio Echeverría nos muestra que este mundo, con esa extraña pero firme alianza entre la estupidez y la barbarie, tiene solución, que la civilización cristiana aún produce justos capaces de dar sentido a nuestra sociedad y evitar el castigo que ella misma se infringe y edifica cada día.

Ignacio Echeverría, 39 primaveras y una sonrisa limpia, tenía cuatro hermanos y era muy religioso. Era un hermano en la fe de Cristo, que dio la vida por nosotros, por todo el género humano, y en cuya redención participó Ignacio con su sacrificio.

Según un testigo, nuestro gran héroe «se tiró de la bicicleta y golpeó al agresor con el monopatín mientras dos hombres le agredían por detrás y se quedó tendido en el suelo«. Los bellos atavíos de su heroísmo ponen en evidencia los sucios harapos de esos cobardes, taimados de odio, preñados de mal.

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Con su ejemplar dignidad, Ignacio Echeverría ha salido de ese anonimato en el que se pretende ocultar a las víctimas del terrorismo islamista -tolerado y subvencionado- y las ha reivindicado a todas ellas (25 españoles víctimas de atentados fuera de España desde 1994, por ejemplo), las ha dotado de la dignidad arrebatada por las mendaces y traidoras autoridades.

De alguna manera, Ignacio Echeverría, héroe y mártir, ha salvado al mundo, nos ha salvado a todos de la inmundicia.

Dios, el Dios del bien y los héroes, al que amaba -era muy religioso, señalan las crónicas- ha de tenerlo en su gloria, con tantos mártires actuales del bestialismo integrista.