Virginia Montes
La prensa de izquierdas se puso a lanzar las campanas al vuelo tras el resultados de las elecciones de Reino Unido. El País ha llegado a hablar de «caos«. Los globalistas han tenido con el Brexit su peor derrota y supuran por sus heridas. En muchos aspectos, el resultado es el mejor de los posibles. Théresa May estaba obligada a convocar elecciones. Carecía de legitimidad democrática: llegó por la dimisión de David Cameron y ella ni tan siquiera se había significado por el respaldo del Brexit. Una parte del Partido Conservador hizo campaña a favor del Brexit, como Gordon Brown, y otra en contra, con David Cameron. Los conservadores estaban divididos.
En democracia no se funciona con expectativas sino con resultados. Théresa May no ha cumplido las expectativas pero ha ganado en número de votos y de escaños. Estamos ante una victoria clara y abultada. La distancia de escaños entre los conservadores y los laboristas es de 57 escaños. May puede formar gobierno: los 318 escaños más los 10 del Partido Democrático Unionista, del Norte de Irlanda, superan la frontera de la mayoría absoluta: 326.
Théresa May está obligada a ejercer su liderazgo con firmeza y a seguir una línea clara y dura, tanto en lo referido a la negociación con la Unión Europea como en lo relativo a la amenaza terrorista islamista, edificada en décadas de errores laboristas y conservadores. May ha hablado de deportaciones, que es la línea necesaria, ante el terrible ridículo al que ha sido conducida la nación con patentes integristas subvencionados por el Estado.
No es, en algunos sentidos, un buen resultado para el Partido Laborista en cuanto queda anclado en el liderazgo débil de James Corbyn.