Miguel Sempere
Mañana, domingo, la militancia socialista decidirá en primarias el nuevo secretario general. De esa decisión depende el conjunto de la política española. Es un pulso entre la militancia, que quiere participar, y el aparato que quiere mantener los privilegios de una casta.
Nunca unas primarias en el PSOE habían sido tan decisivas. Susana Díaz es la candidata del statu quo y de la corrupción, la terminal de Felipe González y sería una secretaria general satelizado respecto a Mariano Rajoy y al PP, sin capacidad para hacer oposición más que de manera superficial como una coartada.
Pedro Sánchez, que fue descabalgado por un golpe de partido y fue objeto de una brutal campaña de descrédito por todos los medios de comunicación, ha demostrado ser hombre con aguante que llega al final de las primarias con posibilidades.
Con 59.350 avales Susana Díaz parte como favorita frente a Pedro Sánchez con 53.117, pero la sorpresa es posible. La candidatura de Susana Díaz ha recurrido a todas las artimañas del caciquismo de partido: autobuses gratis para acudir a los mítines, coacciones para la firma de avales, respaldo de los barones, pero estos son tiempos en los que la gente quiere pensar por libre. Pedro Sánchez sería una oposición clara y firme contra Mariano Rajoy en el momento de mayor descrédito por la corrupción generalizada del PP.