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Luis Daoíz: lealtad a España hasta la última gota de su sangre

Redacción




Luis Daoíz en la heroica defensa del Parque de Monteleón. /Foto: es.wikipedia.org.

Enrique de Diego

El capitán de Artillería, Luis Daoíz -prometido para esa primavera con una joven aristócrata de Utrera- está herido, junto a los cuerpos amontonados de patriotas muertos, entre los cuatro cañones de la batería instalada en la puerta del Parque de Monteleón, con la que ha defendido durante tres bravas horas el acuartelamiento y la dignidad de España y su Ejército.

Apoyado sobre su sable, mientras se desangra, trata de continuar la lucha. El marqués de San Simon se ha interpuesto en la sangría ordenando que los defensores depongan las armas. Y van cayendo, en el desconcierto, de los brazos tumefactos. El general Joseph Lagrange, quien ha tenido que reunir 2.000 granaderos para el asalto final, señala con el sable a Daoíz y le increpa de traidor. El capitán español que es culto en matemáticas y en idiomas (francés, inglés, italiano, latín), se rebela ante el insulto, él que es todo lealtad y acrisolado patriotismo, y sacando fuerzas de flaqueza, atraviesa con su sable al general francés; bayonetas de granaderos franceses le ensartan dejándole como un colador con surtidores de sangre navarra, andaluza…española.

Toda su saga y sus raíces son navarras, curtida en las batallas de la reconquista y estelar en Las Navas de Tolosa. La familia se afincó en Andalucía desde mediados del siglo XVII. Nacido el 10 de febrero de 1767, en el Palacio de los Condes de Miraflores de los Ángeles, Luis Daoíz, tras estudiar en los jesuitas, ingresa a los 15 años en el Real Colegio de Artillería, situado en el Alcázar de Segovia. Tiene nobleza de sobra para ingresar en ese Arma, con una oficialidad de elevada preparación.

Luis Daoíz va a tener una intensa vida de soldado. Destinado al Regimiento de Artillería del Puerto de Santa María, se presenta voluntario para la defensa de Ceuta, también presta servicio en Orán. En 1794, interviene en varias acciones en la guerra del Rosellón contra los revolucionarios franceses. Es hecho prisionero y ante sus conocimientos y pericia, se le ofrece pasar a engrosar en puesto de honor las filas enemigas, a lo que se niega.

Pasa a apoyar a la Marina contra Inglaterra mandando una tartana cañonera con la que se distingue contra la flota de Nelson en el sitio de Cádiz. Es ascendido a oficial artillero de buque de línea. Pasa a servir en el navío San Ildefonso, con el que hace dos viajes a América en protección de la flota. Participa en la guerra contra Portugal. Y en 1807, su compañía es destinada al Parque de Monteleón. Ahí tiene una cita con la gloria.

Los franceses entran en España. Vienen como aliados para invadir Portugal, pero no son ejército en marcha hacia ese objetivo, sino que van instalando guarniciones en ciudades estratégicas, tomando fortalezas clave. En Madrid entra el mariscal Joaquín Murat, con tropas numerosas, que se acantonan en el Retiro. En el Parque de Monteleón se instalan 80 franceses para controlar a los españoles. Por todo Madrid, actúan como invasores y son frecuentes conflictos y reyertas. El gobernador militar, Fernando de Vera ordena que las tropas españolas sean acuarteladas para evitar roces, pues se sigue con la ficción de que se trata de amigos.

Todos están traicionando a España empezando por los borbones, que han marchado a Bayona a rendir pleitesía a Napoleón y a vender la Patria por un plato de lentejas. Y de ahí, toda la nobleza y los altos oficiales.

A Luis Daoíz y a Pedro Velarde les hierve la sangre patriótica. Hablan de hacer algo, de rebelarse, pero no encuentran eco. La superioridad no quiere jugarse el puesto y menos la vida. La guarnición de Monteleón es escasa: 4 oficiales, 3 suboficiales y 10 soldados.

Es el pueblo el que no aguantando más ofensas, viendo como se llevan a los últimos borbones, reducto de la legitimidad, se lanza por las calles de Madrid, en la Puerta del Sol, a una lucha desigual, que describirá magistralmente Benito Pérez Galdós y pintara con trazos indelebles Goya.

¿Y el Ejército? ¡El Ejército de España no va a hacer nada, va a dejar solo al pueblo al que sirve, a la Patria a la que ama! Un puñado de valientes salvarán el honor ultrajado. Pedro Velarde consigue el mando de la 3ª compañía de Voluntarios del Estado: 33 hombres y 2 oficiales, con los que reduce a los 80 franceses de la guarnición.

A Monteleón concurren 120 paisanos a los que se arma. Hay que organizar la defensa. Los hombres de Velarde se sitúan en los muros del Parque. Luis Daoíz con una batería de cuatro cañones defendiendo la puerta. Se oye el paso marcial y tenebroso de los fusileros franceses, fuerzas diez veces superiores, pero la metralla artillera y el fuego graneado de soldados y civiles, hace retroceder al invasor. Y no está acostumbrado.

Murat manda al general Joseph Lagrange a acabar con ese foco de tenaz resistencia. Le da de todo: caballería, infantería y cuatro cañones. Son de nuevo rechazados por el valor de los españoles. Llegan más refuerzos y se reúnen dos mil granaderos para el puñado de patriotas que aún se mantiene en pie.

Con el cuerpo tronchado, Luis Daoíz será llevado a su casa por soldados españoles donde morirá. La mocita aristócrata de Utrera ingresará en un convento sevillano.

El capitán Daoíz no pudo soportar ni el vilipendio de España ni que el general invasor le llamara traidor, jugando a la ficción de falsa amistad.

En honor a Daoíz, y a sus compañeros Velarde y el teniente Ruiz, se eleva el obelisco de la Plaza de la Lealtad donde reposan sus restos. Referencia patriótica para estos tiempos difíciles ahítos de traiciones, secesionismos y dejaciones de los responsables de los destinos de esta vieja y gran nación que es España.