Enrique de Diego
Eduardo Zaplana es, a gran distancia, la persona que, si volviera a nacer, menos me hubiera gustado conocer. Es un amoral sin sustancia, su efecto sobre el tejido social de la Comunidad Valenciana y España ha sido demoledor. Y le tengo por un antipatriota que en su infinita estupidez dio el paso del Estado de bienestar al Estado asistencial, inaugurando y extendiendo las pagas a los inmigrantes ilegales.
Es tan hipocondriaco que después de cualquier saludo de manos, y eran muchos en un político hiperactivo, necesitaba ir de inmediato al baño para lavarse bien con jabón.
La última vez que nos vimos, en un tiempo lejano, una de las cosas que me dijo fue: “como verás, mi nombre nunca sale en ningún caso de corrupción”. El comentario se enmarcaba en el lodazal del PP de la Comunidad Valenciana, puesto en marcha por Zaplana y en el que Francisco Camps simplemente chapoteó. Ciertamente, todo lo que ha tocado Eduardo Zaplana lo ha convertido en mierda.
Se suponía como doctrina común que su aparición con tanta bajeza moral en las conversiones con Salvador Palop, en el caso Naseiro, lo había escarmentado e inoculado. Algunas de las mediocridades que encumbró durante un tiempo, el decaído Blas Gómez Cuartero, ha pregonado por todo Alicante que los numerosos devaneos de Zaplana con chicas de virtud frágil Nuevas Generaciones y meritorias prostituidas a cargo y lista los perpetraba –con cargo al contribuyente- en hoteles con la VISA de la católica diputada alicantina Macarena Montesinos –una buena pantalla- no tan católica para jugarse el acta y el sueldo.
Hete aquí que esa doctrina común era tan fallida como falsario el comentario que me hizo. Eduardo Zaplana sale –ya maduro- hablando con el mismo desparpajo de chorizo con Ignacio González, maquinando empresas para blanqueo de dinero, lo que induce a pensar que hay dinero que blanquear, y conspirando para favorecer negocios con el Ministerio de Defensa a cambio de las correspondientes comisiones.
Le dice el corrupto moral Eduardo Zaplana a Ignacio González que “hay dos vías para lo de los terrenos, uno eres tú, que te llevas bien con María Dolores (Cospedal) y la otra, que no ha hecho nada todavía, es José Antonio Sánchez, que es íntimo amigo del marido de María Dolores”.
José Antonio Sánchez, todavía presidente de RTVE, es uno de los personajes de menos cultura que he conocido lo que le hace el perfecto lacayo servil y siempre ha sido tenido por el hombre del maletín de Eduardo Zaplana, lo que parece confirmar el comentario, que para presumir de no estar en ningún caso de corrupción, debe ser imbécil este pazguato para mantener esas conversaciones de hampa por teléfono. Sánchez se inició guardando a la tránsfuga de Benidorm en su pequeño apartamento de la localidad que permitió el acceso del ambicioso sin referencias morales Zaplana a la alcaldía.
A Zaplana parece que no le son suficientes las puertas giratorias con su sueldazo en Telefónica, por no pisar el despacho, ni colocar a su hija de asesora, ni los sustanciosos beneficios de su oscura asesoría.
Zaplana ha emitido un comunicado en el que asegura que no tiene ningún negocio con Ignacio González y Defensa ha negado cualquier gestión. Es decir que todo ha estado en estado de tentativa. Pero para un hombre que dice haber superado una leucemia parece patético que no haya sido capaz de recapacitar y enmendarse. ¡Qué vergüenza de tipejo!