Las sociedades precisan de tradiciones compartidas surgidas de la identidad propia y de una narrativa compartida. Es la tradición, como ámbito compartido, lo que permite la comunicación entre las personas. En otro caso, las personas se incomunican.
La existencia de diversas comunidades, de grupos yuxtapuestos que solo se comunican interiormente, destruye a la sociedad.
La nación española tiene dos corrientes que tratan de destruirla provocando la incomunicación y el conflicto: el laicismo –su fracaso en Francia es notorio- y el islamismo.