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Ante el fracaso del islamismo (8): La taqqiya o simulación

Redacción




El cadáver de un niño en Niza. /Foto: elconfidencial.com.

Enrique de Diego

No iba mucho a la mezquita y bebía alcohol”, una declaración bastante habitual de familiares y personas cercanas respecto a un cruel terrorista islámico. Muchos tienen antecedentes como delincuentes comunes. El del puente de Westminster los tenía por “agresiones violentas y posesión de armas”. El de Niza tuvo problemas que le provocaron “una depresión” y, según la Policía francesa, tuvo “una radicalización rápida”. El autor del atentado de Berlín era consumidor de cocaína y éxtasis. El del aeropuerto de Orly iba borracho y drogado. El de Orlando era un homófobo que no soportó ver a dos homosexuales besándose en la calle y, según su integrista padre, la masacre no tuvo nada que ver con la religión.

Engañar al infiel, al no musulmán, está totalmente previsto en la secta musulmana y, todavía, cada vez menos, lo están consiguiendo. Los servicios de inteligencia parecen dirigidos por completos idiotas, tanto o más que los políticos que les dan la consigna. Está ese absurdo concepto de la radicalización, que se produce como una especie de gripe o de pandemia que unas veces actúa más lenta y otras con una celeridad pasmosa. De fondo, se trata de establecer la quimera de una generalidad de musulmanes pacíficos y unos pocos violentos.

El mandato de engañar al infiel lo estableció Ahmed ibn Tamiya (1263-1328), al que los integristas consideran su principal referencia histórica. Contra el no musulmán está permitido el engaño, la simulación. Sus reflexiones –con base en los hadices- se producen tras las serie de desastres que las hordas de Gengis Kan provocaron en el mundo islámico. Aunque los mongoles aceptaron el islam, mantuvieron su legitimidad y costumbre en torno a su código militar, yasa. El poder político puede ser nominalmente musulmán pero los gobernantes pueden ser anatemizados como apóstatas e infieles. Lo que ibn Tamiya afirmaba respecto a los mongoles está detrás de la mendaz primavera árabe. Ibn Tamiya rechazaba la evolución y reclamaba la vuelta a los orígenes (salafismo), declarando heréticos el sufismo y la filosofía, y a cualquier tendencia o reflexión surgida tras los tres primeros califas.

En el terreno táctico, Ahmed ibn Tamiya establece que la simulación es buena. “Si un musulmán está combatiendo o se encuentra en una zona pagana, no tiene el deber de mostrar una apariencia distinta de la de quienes le rodean. En estas circunstancias el musulmán puede preferir, o verse obligado a parecerse a ellos, a condición de que su acción suponga un bien religioso como enterarse de secretos y transmitirlos a los musulmanes, evitar un daño o algún otro fin de provecho”

Los terroristas suicidas de las Torres Gemelas se dieron una noche de juerga días antes del atentado. Todo, en su mentalidad, les es perdonado por su acción criminal, de ahí que delincuentes comunes o personas de vidas destrozadas pasen a ser terroristas.

La taqiyya o simulación ya engaña cada vez a menos gente, aunque los políticos traidores sigan con las monsergas y las consignas.