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Para acabar con el quintacolumnismo conspiranoico

Redacción




Imagen de la masacre islamista de Atocha. /Foto: RTVE.es.

Editorial

No hay la más mínima duda de que Luis del Pino es un proislamista contumaz y un globalista militante y que la sarta de bobadas y mentiras que componen la conspiranoia sobre el 11-M es un servicio al islamismo, que sirvió para extender un velo sobre la necesidad de haber parado la inmigración islámica, que fue promovida en inicio por el PP.

También ha sido un instrumento –lamentablemente eficaz- para dinamitar al movimiento patriótico. Es tremendamente llamativo que trece años después, todavía el movimiento identitario se haya infectado y dado pábulo a las estupideces conspiranoicas de cuatro peones negros. No podemos por menos que constatar que tal desfonde moral incapacita a las direcciones actuales para cualquier proceso constructivo de futuro, salvo que salgan de una vez de ese abismo de estupidez. Hacemos un llamamiento a los patriotas a desembarazarse de ese engaño y aislar a los acólitos de Pedro J, Losantos y el estrambótico Luis del Pino.

Es totalmente incoherente que personas que denuncian la islamización de España, con sus manifiestos riesgos, se dejen manipular en niveles enervantes y superlativos hasta solicitar la liberación del asesino Jamal Zougam. Esto indica una solidez en el mundo patriótico y una satelización respecto al PP y a comunicadores que destacan por su falta de escrúpulos y sus tendencias manipuladoras al servicio del sistema.

Hay una conspiración universal –las conspiraciones existen, las conspiranoias son estrategias de distracción- protagonizada por viejos decrépitos, avariciosos y degenerados, para imponer un gobierno mundial y un nuevo orden anticristiano. Las conspiranoias son en todo el mundo propagadas por grupos de extrema izquierda, de la factoría Soros. El último reportaje conspiranoico a favor de Jamal Zougam es obra de un ultraizquierdista francés, que ha sido emitido por el moroso grupito de Julio Ariza.

Solo en España tales patrañas disolventes han sido asumidas por grupos patrióticos, por lo general decentes y aún heroicos, que se sitúan de esa forma en la posición gratuita de disidencia controlada y que, sobre todo, hacen el ridículo como peleles del sistema.

Al margen de este desastre, porque la necesidad crea el órgano, edificaremos un gran partido patriótico.