Te conozco bien. No vas a mear sin que Génova te dé permiso. Y si no te lo da, te meas encima. No trabajas ni los viernes, porque eres un vago de siete suelas, que no te preparas los programas, pero luego chillas como una corneja a la gente en los descansos publicitarios.
Te lo has montado bien, como un empleado del PP, lo que te permite andar de comida en comida, como un ocioso. Te basta y te sobra con seguir las consignas, el argumentario del día, que diligentemente te manda la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro. Vives en la indignidad pero has echado piel de rinoceronte. Falseaste dos entrevistas para que parecieran directo con Luis Bárcenas, cuando había que proclamar que era un pobre inocente perseguido con saña, y a las cuarenta y ocho horas estabas poniéndole a parir, diciendo que no tenía ninguna credibilidad pues era un presunto delincuente.
El lunes superaste todas tus marcas de indignidad, que son muchas, preparando una encerrona a Manuela Velacoracho, madre de uno de los patriotas condenados injusta, abusiva y desproporcionadamente por el Tribunal Supremo, al dictado del Gobierno. Se ha abierto la veda del patriota, porque el patriota es el peligro, que está emergiendo por todo el mundo contra estas élites corruptas y traidoras a las que tú defiendes y te amamantan.
Te imagino preparando todo en dos minutos, diciéndole a Chani, otro bon vivant de la casta, que tiene que echarse todos los días la partida, si no no puede vivir, que se enseñara con su tosquedad mostrenca; con esa voz estridente y esos aspavientos delirantes. Y que los demás le hicieran la ola, incluso algún sempiterno meritorio como José Manuel Yáñez.
La madre coraje y patriota lo hizo muy bien, comiéndose el dolor y sobrevolando sobre vuestra mediocridad con las alas de su grandeza, en esta España donde a los patriotas se les persigue y a los separatistas se les adula.
Que sepa todo el mundo que el PP está nervioso. Que ha visto el éxito de la manifestación de apoyo y que nadie se ha doblegado.
La operación de acoso te salió mal, lacayo. Habíais mantenido la brutal sentencia, antijurídica, inquisitorial, en secreto, silenciada, pero cada vez más gente sabe, es consciente del latrocinio, y tú has ayudado a ello.
Hay un antes y un después en esta querida España dolida, prostrada y expoliada, respecto a esa sentencia sanguinaria.