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¡Qué grande eres, Donald Trump!

Redacción




Donald Trump, un antes y un después. /Foto: cnn.com.
Donald Trump, un antes y un después. /Foto: cnn.com.

Enrique de Diego

Todo el bien del mundo ya tiene un aliado: Donald Trump. Todo el mal del mundo ya tiene un enemigo ante el que rabia y echa espumarajos: Donald Trump.

Estaban acostumbrados a montar una de sus manifestaciones de odio –ellos sí que odian, hasta se odian a sí mismo- y con la zarabanda de su tiranía mediática que todos se plegaran y nos avasallaran. Pero han dado con Donald Trump, patriota, rico y sin complejos, y la clarividencia de que la civilización está en peligro. Así que, por ejemplo, ha fulminado a la fiscal general en funciones (de la nefasta época Obama) Sally Yates que había puesto en duda el veto a quien provienen de sociedades en conflicto, infectadas de terroristas. Y su portavoz ha dicho que pueden aumentar los países de la lista.

Toda la ponzoña del mal se está poniendo en evidencia. Con total claridad, como han convertido la demolición de nuestras sociedades en un gran negocio del que se lucran, expoliando al contribuyente: onegés, abogados litigantes, politicastros de discurso pestilente, organismos de la ONU que paga Estados Unidos para que vaya contra Estados Unidos, y se va a acabar.

Hasta el infame lacayo del corrupto Carlos Slim, Felipe González, el de la cal viva, ha tenido que salir al quite para decir sus memeces cortesanas. Vaticina que con Trump “Estados Unidos dejará de ser el líder global”. Para eso no se necesita ser profeta, eso ya ha sucedido con Obama y no hay nada más que ver el avispero de Oriente Medio, el surgimiento de un califato pagado con dinero del contribuyente norteamericano y el hecho de que unos miles de pelanas de crueldad inusitada tienen tomada todavía la mitad de Mosul.

Todos los indicios apuntan precisamente a lo contrario: a que Estados Unidos va a volver a ser fuerte, con unas fronteras respetadas y no una sucursal de México con su gasolinazo, su corrupción endémica, su narcotráfico, sus pillajes y sus corruptos Carlos Slim.

Todo apunta a que el integrismo, esa flor asquerosa del wahabismo de los Saud, tiene sus días contados; como los tiene el globalismo, el multiculturalismo y toda la degradación en que se manifiesta actualmente el mal del mundo, como siempre, travestido de bien. Canadá ya tiene su terrorismo reactivo. Un solo hombre ha mostrado, de manera terrible y execrable, que lo que hacen los integristas islámicos –matar indiscriminadamente- es muy fácil. Incluso se ha mimetizado como un terrorista islámico.

Eres grande, Donald Trump. Quiero mostrar mi agradecimiento a tu gesto gallardo y patriótico de acudir a salvar la civilización. Y todo el mal del mundo se ha agitado: el feminismo lésbico, los titiriteros de vidas destrozadas, esas cloacas de mentiras que son hoy los medios de incomunicación, el clon de satanás, George Soros, que anda financiando la agitación, desesperado al ver que ahora no funciona, y esos supuestos líderes que han desarmado a sus sociedades llevándolas al abismo como la loca de Ángela Merkel o el petimetre de François Hollande.

Sólo un error en estos primeros compases: dejar a Hillary Clinton de toda sospecha cuando es una presunta corrupta en gran escala que seguramente merecería mucho tiempo entre rejas. Esta gente no es agradecida, ni respeta nada; se revuelve como las víboras o las serpientes de cascabel. Hay que cortarles los suministros: ni un euro del contribuyente, que trabajen, que se lo paguen con su bolsillo, que dejen de hundir a la civilización occidental con nuestro dinero. Con mi dinero, no.

¡Qué grande eres Trump! Estás demostrando que se puede variar el rumbo. Estás erradicando el miedo del mundo.

¡Hay que dejar de ser la mayoría silenciosa! Trump está luchando por todos nosotros, merece nuestro apoyo, en las conversaciones, en nuestro ambiente, en las redes sociales.

Nos jugamos mucho: la supervivencia de una civilización. ¡Y vamos a ganar! Capitán, oh, mi capitán…