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Nos dijeron que era para siempre: Europa, al final del espejo

Redacción




Mercadona, hundiendo a la agricultura. /Foto: mercadona.es.
Mercadona, hundiendo a la agricultura. /Foto: mercadona.es.

Yrene Calais

¿Qué se ve a través del espejo? Nada. Una construcción vacía, como han ido quedándose aquellos bonitos palacetes de Bruselas, que fueron sede de la Comunidad Económica en sus primeros tiempos. Detrás de este montaje, que algunos decidieron llamar Europa, tan solo existe una falacia.

Precisamente fue el título de un artículo que yo escribí cuando estudiaba Comercio Internacional en la Escuela de los Jesuitas. Por aquel entonces no formábamos aún parte del Tratado y pensaban algunos crédulos –o no tan crédulos, como luego se ha visto por los lucros excesivos que han extraído de la falacia- que iban a resolverse todos nuestros males.

Recuerdo que estuve también en Santander –la Universidad de Verano Menéndez Pelayo, el mentidero de la clase política profesional de turno-, donde las conferencias, además de tener muy bajo contenido, se centraban, sobre todo, en lo que sería evitar la práctica colusoria de la libre circulación de mercancías y de potenciar la libre circulación de personas, miembros.

Evitar los monopolios, por supuesto, siempre se ha considerado en economía una clave indispensable como correctivo al intervencionismo y al capitalismo; es decir, a favorecer lo que los mercantilistas, como Colbert, denominaron el laissez-faire, teoría que después Adam Smith despliega con mucha más audacia, al emitir aquella máxima irrefutable de que el mercado se autoregula. Y eso es lo único que nos queda del sistema capitalista; una verdad invencible, esté quien esté gobernando. El mercado acaba haciendo sus ajustes al alza o a la baja, en relación a las fuerzas de oferta y de demanda.

La mentira de Europa se ha ido haciendo cada vez más grande y más intragable. Personalmente siempre he sido una furibunda antieuropeísta, puesto que tengo un talante bastante anglosajón, en materia de negocios; provengo de familias de empresarios y he visto con mis propios ojos como un impago o un retraso podían conllevar la ruina y la estrechez: Me estoy refiriendo a aquella época en que los empresarios valencianos lo eran de verdad. Iban a la arena sin ningún tipo de protección (no existía el crédito documentario y otras figuras mercantiles, que posteriormente aseguraron el pago a proveedores).

Pero todo eso cambió. Finalmente entramos en Europa, una Europa ya muy pervertida por el eje franco-alemán, donde ya el pastel se había repartido. Bélgica, Holanda y Luxemburgo tenían un sentido; tres pazguatos que no podían autoabastecerse, con una agricultura muy dependiente de la importación y acostumbrada a obedecer sin rechistar las consignas de supervivencia que marcaba esta unión.

Bélgica fue para mí toda una sorpresa, despoblada, sucia, fría, con un gran sentido de superioridad y abarratoda, en sus suburbios, de población marginal musulmana. La Grande Place no podía competir con algún centro neurálgico de moda de Madrid, Barcelona, Valencia o Bilbao. Desfasados en la moda; en suma, viviendo del cuento.

¿Qué hubiera sido de Bélgica sin la Unión Europea? Pues estarían comiéndose los mocos o bebiendo alguna taza de chocolate. El caso de Holanda, a España no le favoreció más bien la entrada en la UE, porque era un mercado que desde el año 45 fluía hacia las zonas cálidas costeras alicantinas, creando poblaciones de millones de residentes habituales en Benidorm, Calpe y demás poblaciones del litoral levantino. Más bien, la entrada en Europa dañó nuestros intereses económicos y encareció el nivel de vida, teniendo muchos de ellos que vender sus casas a bajo precio y marchar de regreso a su país.

Luxemburgo era un espacio común y financiero muy rentable por ser un paraíso fiscal y les interesaba bastante para el latrocinio que se avecinaba. Lo primero que hicieron estos funcionarios ladrones y caraduras que crearon la Unión Europea fue asignarse unos sueldos monstruosos libres de impuestos, patente de corso que fue expansiva para todas las demás clases funcionariales que se adherían a esa línea de privilegio. Lo segundo, embaucar a los países miembros dando a sus habitantes paguicas y ayudicas a cambio de eliminar tal o cual cuota industrial, minera, agrícola. Lo tercero, por supuesto no denunciar ningún monopolio ni práctica colusoria alguna, porque en el momento que abrían la boca para defender tal o cual directiva de tal o cual país, siempre había un fajo de billetes para taparla. Y así seguimos en la historia. Siguieron sumándose naciones y así siguieron empobreciendo a Europa, una Europa cada día más nacionalista y más micronacionalista, en tanto en cuanto ha visto peligrar su plato de lentejas; una Europa que lleva siglos desangrándose en guerras por tal o cual terreno o por tal o cual medida que atente a su proteccionismo.

El proteccionismo de Europa es atávico y no hay ley ni Mercado Común, ni fuerza que venga de fuera, capaz de cambiarlo. Si tú en Alemania, al taxista le hablas en inglés, verás enfurecer su cara, mientras te espeta un ‘no entiendo’, dejará de entender…Odia a los ingleses porque las heridas de las guerras aún no están cicatrizadas.

Hace muchos años predije que Inglaterra no duraría mucho en la Unión Europea, y que los ánimos ya estaban muy exacerbados. Inglaterra se miró tras el espejo y vio que siendo un imperio, la gorda alemana de la Merkel, con menos inteligencia política que un mosquito, la había hecho empequeñecer y como Alicia en el país de las maravillas quiso romper el espejo y salir a la luz. Y ahora muchos países se están dado cuenta que el espejo es cóncavo, y no convexo, y que la realidad está totalmente deformada, que cada paso que Europa da, abomba más el espejo y la luz que refleja está cegando a muchas personas nobles y buenas, padres y madres de familia, gente trabajadora que lo ha perdido todo porque estos manipuladores les prometieron la prosperidad y la libre circulación. Lo que no aclararon bien es a qué personas se refería el Tratado, si era a los ciudadanos de los países miembros o si había que dar prioridad a rumanos, en su día, a musulmanes, a todos los vagos y maleantes del mundo. Y en esa diatriba diabólica nos hemos encontrado al final del espejo.

PD. El eje del corredor mediterráneo no es más que una vía abierta a la agricultura de Túnez, Marruecos, Argelia…Productos que no pasan ningún control de calidad; productos que se han regado con aguas fecales u nocivas para la salud; naranjas que vienen en camiones, con nocturnidad y alevosía, y que el aduanero de turno, en esos momentos, por causalidad, está en el servicio o fumando un cigarro, porque previamente se ha comprado su voluntad. Y ahí en ese maravilloso elenco, situaríamos alguna empresa española con nombres y apellidos: Mercadona, que ha contribuido a hundir a la agricultura valenciana.