Virginia Montes
Según Le Canard enchaîné, François Fillon contrató a su esposa como asistente parlamentaria, por lo que ésta cobró 500.000 euros durante una década. Al día siguiente, el propio Fillon reveló que también contrató, con dinero público, a dos de sus hijos cuando eran estudiantes. Les Republicains ya están pensando en otro candidato, por si es imputado, al tiempo que Fillon se hunde en la encuestas, baja 16 puntos.
Haciendo bandera de la verdad y la honradez, prometiendo despedir a medio millón de funcionarios y ampliar la jornada laboral, este autopropuesto cirujano de hierro no es coherente, ha perdido su credibilidad. Fillon ha hecho lo que hacen muchos parlamentarios franceses: utilizar en beneficio de la familia los más de 9.000 euros mensuales de que disponen para contratar colaboradores. En estos momentos, 52 diputados y senadores tienen contratada a su esposa o a algún otro familiar directo. Pero la práctica es ilegal cuando el empleo es ficticio, y no existe constancia alguna de que Penelope Fillon, la mujer del candidato, licenciada en Derecho y ama de casa, desempeñara trabajo alguno. Hace un par de meses, la propia Penelope declaraba en una entrevista que nunca había participado del trabajo político de su marido y que se limitaba a «acompañarle de vez en cuando».
El impacto en la opinión pública ha sido inmediato. Un sondeo de urgencia realizado el jueves indicaba que más del 60% de los franceses desconfiaban de Fillon. La cosa se agravó cuando la Oficina Central de Lucha contra las Infracciones Financieras y Fiscales abrió una investigación sobre el asunto.
La señora Fillon percibió otros 100.000 de un millonario amigo como «asesora literaria» de una revista cultural sin que el director la viera nunca. La emisora ‘Europe 1’ reveló este sábado que la policía hizo un registro el pasado jueves en la redacción de ‘La Revue des Deux Mondes’, en la que Penelope Fillon estuvo contratada entre mayo de 2012 y diciembre de 2013 con un suelo de 5.000 euros brutos al mes. Sin embargo, el director de entonces, Michel Crépu, dice no tener constancia de que la mujer del político hubiera hecho ningún trabajo en tanto que consejera literaria. Todas estas revelaciones van a perseguir al candidato durante toda la campaña. Es más: si los trámites duran lo habitual, la decisión sobre un hipotético procesamiento podría tomarse justo antes de la primera vuelta de las presidenciales.
Fillon quiso atajar el problema con valentía y se autoinvitó al telediario de máxima audiencia, el de TF1 a las 8 de la noche. Allí explicó que disponía pruebas de que el trabajo de su esposa era real, se mostró indignado por «estas difamaciones» y expresó su deseo de que el fiscal de delitos financieros le convocara lo antes posible para esclarecer los hechos.
Con el fin de evitar nuevas revelaciones incómodas, las hizo él mismo: reconoció que también había «encargado misiones puntuales» a dos de sus cinco hijos cuando era senador, y que les había pagado con fondos del Senado. «Eran abogados y tenían la competencia necesaria», dijo. Ese verbo en pasado, eran, le hundió un poco más. Porque durante sus dos años en el Senado, de 2005 a 2007, los dos hijos en cuestión eran simples estudiantes de Derecho.
Los portavoces de Fillon se movilizaron de inmediato para precisar que el candidato había querido decir «son abogados», no «eran abogados». Pero eso no cambiaba gran cosa. El hecho seguía siendo que había utilizado fondos públicos para remunerar a dos de sus hijos cuando eran simples estudiantes. Tampoco quedaba claro qué misión podían haber desempeñado los dos hijos, dado que en su época de senador Fillon se dedicó casi completamente a elaborar el programa electoral de Nicolas Sarkozy. Un portavoz admitió después que uno de ellos había contribuido, en realidad, a la redacción del libro Francia puede soportar la verdad, una obra firmada por François Fillon y encaminada a su propia promoción política.
Es muy difícil que se procese a Fillon por este asunto. Tradicionalmente, los fiscales asumen que los parlamentarios hacen lo que les da la gana con la asignación para asistentes. Otra cosa son las consecuencias electorales. Ahora mismo, en la campaña de Fillon reina el pánico. El candidato de la austeridad, el sacrificio y los recortes presupuestarios ha vertido una generosa cantidad de dinero público sobre su familia. En privado, cargos muy relevantes del partido de Fillon, Los Republicanos, reconocen que el caso Penelope podría hundir a su candidato y se plantean la necesidad de buscar alternativas.
Alain Juppé, que concurrió a las primarias conservadoras como favorito y se vio derrotado por Fillon de forma inesperada, ha contribuido a la crisis interna con una frase asesina: «Que no cuenten conmigo como sustituto de Fillon, fue él quien ganó las primarias«. Bajo una apariencia de modestia y respeto a las formas democráticas, Juppé proclama, en realidad, que la renuncia de Fillon no resulta una opción descabellada.