Virginia Montes
Sobre Hungría cayeron todos los anatemas laicos de la corrección política. François Hollande, el enterrador de Francia, le señaló la puerta de salida si no se atenía a los «valores europeos» -terminología del maléfico George Soros-, se le amenazó con retirarle cualquier ayuda de los fondos europeos y el ministro de Exteriores del minúsculo y degenerado ducado de Luxemburgo pidió su expulsión de la Unión Europea, pero Hungría cerrando su fronteras, aprobando la expulsión inmediata de los invasores, ha demostrado que llevaba razón, toda la razón.
En Hungría no hay atentados, como los hay en la generosa y estúpida Alemania de Ángela Merkel. En Hungría, no hay la oleada de terror sexual que protagonizan los musulmanes que viven del contribuyente.
Contra todos, contra viento y marea, Viktor Orban defendió la dignidad de Hungría y de la Europa posible y la seguridad de sus ciudadanos. Indicó que no estaba dispuesto a que en Hungría surgieran «sociedades paralelas«. Es de justicia reconoey destacar que Viktor Orban se mostró como un estadista, frente a los pigmeos traidores que nos desgobiernan.