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Vladimir Putin y Rusia han salvado a la Humanidad de una catástrofe

Redacción




V

Vladimir Putin. /Foto: konzapata.com.
Vladimir Putin. /Foto: konzapata.com.

irginia Montes

En septiembre de 2015, el régimen sirio de Basar Al-Assad estaba a punto de entrar en colapso y sucumbir ante la ofensiva de una serie de grupos integristas suníes –Daesh, Coalición Nacional Siria, Frente Al-Nusra, rama siria de Al Qaeda- que habían sido financiados por Estados Unidos y Arabia Saudí en campamentos en Jordania y Arabia Saudí.

La capital Damasco estaba amenazada y en Alepo, la segunda ciudad de Siria, la mitad de la ciudad, aún en manos del Ejército regular, esperaba su amargo final, entre otros los cincuenta mil cristianos que aún quedaban de una floreciente comunidad de ciento cincuenta mil.

Los patriarcas (el de Antioquía, griego-ortodoxo, griego-católico, siriaco-ortodoxo, siriaco-católico) reunidos en Damasco, en junio de este año 2015, acusaron a la comunidad internacional y a la ONU de negligencia. Denunciaron que la persecución “es muy silenciada por los medios de comunicación y a veces tergiversada”.

¿Qué destino le esperaba a Siria y a los cristianos? La respuesta es clara y sencilla. A los cristianos, tildados de ‘nazarenos’, el exterminio o la esclavitud sexual para sus mujeres. El futuro de Siria lo vemos con claridad en Libia, ahora tras la nefasta gestión e intervención de la Administración Obama-Clinton, sumida en una guerra civil endémica, con dos gobiernos, señores de la guerra, milicias tribales y la amenaza de un Daesh expansivo.

El 30 de septiembre de 2015, tras recibir la autorización unánime de la Federación Rusa, Vladimir Putin ordenó a sus fuerzas aéreas bombardear a los integristas –que aún hoy los informativos occidentales se empeñan en llamar rebeldes- y dar cobertura a un Ejército sirio desmoralizado y en retirada. Previamente, había reforzado sus tropas en la base naval en Tarkús y en Lakatia y también había acordado establecer una central de inteligencia conjunta con Siria e Irak.

Hoy el Ejército sirio regular de Basar Al-Assad avanza por un Alepo donde los fundamentalistas suníes han seguido manteniendo a los civiles como rehenes y escudos humanos, y algunas fuentes oficiales señalan el 20 de enero como la meta para la liberación completa, antes de que Donald Trump tome posesión. Un Trump que ha denunciado “estamos apoyando a unos supuestos rebeldes sirios y ni tan siquiera sabemos quiénes son” y que ha considerado muy conveniente acercarse a Rusia –como propugnan también Marine Le Pen y François Fillon en Francia- para combatir el integrismo islámico.

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Patriarca de Moscú. /Foto: yucatan.com.mx.
Patriarca de Moscú. /Foto: yucatan.com.mx.

Gracias a Vladimir Putin y al sacrificio de Rusia, los cristianos de Alepo pueden respirar tranquilos, sus vidas han sido salvadas, podrán seguir practicando su fe milenaria. Rusia no sólo acudió en defensa de su aliado Al-Assad, de la secta chíie alauita y un dirigente tolerante con las minorías, sino que atendió al reclamo de la Iglesia Ortodoxa, que ha dado su pleno soporte a la operación, para salvar a los cristianos. En el camino, ha habido hitos como la liberación de Palmira

Poniendo en evidencia el relativismo moral de la Administración norteamericana, que puede ser considerada en propiedad, por sus errores, como la creadora de Daesh, Obama tuvo que moverse, defender a los kurdos y pasar a la ofensiva en Irak. Hoy también se combate en Mosul, algo que en septiembre de 2015 resultaba tan lejano como impensable.

No es que Putin y Rusia hayan evitado una catástrofe humanitaria de dimensiones colosales, que también, es que han evitado una catástrofe a la Humanidad, evitando el dominio del integrismo terrorista sobre el avispero de Oriente Medio, rico en reservas petrolíferas, con la posibilidad de extender el conflicto a todo el mundo islámico y aún más a las poblaciones musulmanas de la islamizada Europa.

Datos aterradores del genocidio de los cristianos

Los datos del genocidio de los cristianos son aterradores, aún antes de que se hubiera procedido a su total exterminio. En Irak, en la época de Sadam Husein había 1.600.000 cristianos; ahora sólo quedan 200.000. Según Yosuf Thomas Mirkis, obispo de Kirkuk, “si no nos ayudáis, va a ser la tercera guerra mundial. Es como ocurrió con los nazis”. En Alepo, Siria, había 150.000 cristianos, ahora quedan 50.000, según Antoine Audo, arzobispo caldeo. Se calcula que de los 2.500.000 de cristianos que había en Siria, ahora han descendido a 1.250.000.

Muchos han tenido que emigrar, pero otros muchos han sido asesinados, martirizados, a veces con muertes horribles, entre ellos el arzobispo de Mosul, Paulos Faraj Rahho.

Según el obispo de Kirkuk, Iraq, los cristianos están sufriendo “un genocidio similar a los armenios”. Se trata de una estrategia de exterminio, de los nazarenos, como han dado en tildarles los musulmanes integristas. El arzobispo greco-católico melquita, Jean–Clement Jeanbart, de Alepo, pide: “poned fin a estas monstruosidades”. Una niña cristiana de nueve años, fue violada por tres hombres del estado islámico, “están verdaderamente locos, son enfermos, salvajes”.

Jean-Clément Jeanbart, arzobispo de Alepo, describe “la cara triste y desesperada de los cristianos de Oriente al ver las privaciones de todo tipo que tienen que sufrir todos los días y las desgracias que acechan cotidianamente su existencia”.

El Padre David Fernández, misionero argentino en Alepo, resalta que “no hay persecución del gobierno hacia el pueblo como muchos piensan, sino desde los grupos terroristas”, al tiempo que “crece la fe heroica de los cristianos, a pesar de que son martirizados”. El arzobispo caldeo de Alepo, Antoine Audo, señala que en esa ciudad siria “se vive la situación más dramática porque está a cuarenta kilómetros de Turquía y todos los ataques llegan de Turquía. Allí acogen a estos grupos armados, les dan formación militar, armas y la ayuda necesaria para atacar Alepo”. La propia Iglesia católica ha silenciado el asesinato de sus fieles y ha mirado para otra parte

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Se trata de Comunidades cristianas bimilenarias en trance de desaparición, que, algunas de ellas, hablan el mismo lenguaje que Nuestro Señor Jesucristo, el arameo, y que llevan allí desde la Encarnación de Nuestro Señor y la predicación de los Apóstoles.

En septiembre de 2015, el mundo se había abismado en el nivel más bajo de los últimos tiempos, bajo una extraña pero letal alianza del relativismo con el integrismo. Hoy se ha dado un giro: parecería como que el mal se retira en medio de dolores inefables y terribles maravillas. Una etapa de colaboración entre las naciones del mundo libre es posible y eso sería demoledor para el integrismo islámico, que ha mostrado su podredumbre sádica. Y ese horizonte es posible porque Vladimir Putin asumió la responsabilidad de su liderazgo y la Santa Rusia estuvo y está a la altura de las tremendas circunstancias del momento.