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Feijóo ha demostrado tener el control absoluto del partido

Redacción




Dos gallegos: Feijóo y Rajoy. /Foto: ramblalibre.com.
Dos gallegos: Feijóo y Rajoy. /Foto: ramblalibre.com.

Pablo Barrón. Delegado de RL en Galicia.

Seguimos hablando de política, a todas horas estamos haciéndonos preguntas sobre el porqué de las cosas.

Algo avanzamos, ya tenemos presidentes de la Nación, Mariano Rajoy y de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. De los dos voy a seguir contando cosas que me llegan y que luego si no salen, sólo yo seré el responsable, dicho esto.

Una de las mayores muestras del poder absoluto y el control total que en este momento ejerce Alberto Núñez Feijóo sobre el PP de Galicia la da el hecho de que, después de ocho años en la presidencia de la Xunta de Galicia haya sido posible que llegáramos estos días en que tras la mayoría había que formar gobierno, sin que nadie fuera capaz de adelantar con seguridad si Feijóo haría o no cambios relevantes en su Gobierno para afrontar un tercer mandato que será el ultimo, sin que se produjeran filtraciones sobre su deseo de mantener su equipo inalterado.

Además, ni siquiera hoy, cuando su nuevo Ejecutivo ya está formado, es posible apostar sobre quién será su sucesor con una expectativa razonable.

La continuidad de todo el gabinete es un hecho desconcertante y sin precedentes, lo que impide hacer análisis de por dónde van los tiros de la sucesión. Todos hablan, todos opinan, todos quieren saber y todos están descolocados, en el PP y en la oposición, que es a lo que quiere Feijóo. Lo que parece claro y hace que yo mismo evite dar nombres, es que si se nombra se cambia.

Y no es casualidad que esas dos características, la de mostrar el control absoluto del partido y el evitar que sea posible hablar de un sucesor claro, las comparta el líder del PPdeG con Mariano Rajoy.

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Los dos políticos, en realidad son personas muy diferentes y comparten muy poco a nivel personal, obligados a entenderse, han acabado formando con los años una pareja peculiar. Feijóo, es el alumno aventajado, ha aprendido mucho de Rajoy y perfeccionó la técnica, avalado por algo que ahora mismo no tiene Mariano Rajoy, una mayoría aplastante.

Se conocen a la perfección sin necesidad casi ni de comunicarse entre ellos.

Se entienden, pero, a pesar de lo que algunos piensan, no forman ni mucho menos una sociedad mutua de intereses, no son amigos y mucho menos tienen «derecho a roce«.

Se profesan respectiva lealtad, pero mantienen también entre ellos una cierta cautela que les lleva a mirarse por el rabillo del ojo para adivinar cada uno las intenciones finales del otro.

Esta situación de desconfianza respetuosa y amigable, va a acentuarse inevitablemente durante esta legislatura que comienzo casi a la vez y que supone la prueba de fuego para ambos, porque para ambos sera la última.

Rajoy se enfrenta al reto de demostrar que es un político capaz de gobernar y hacer las grandes reformas que necesita el país forjando acuerdos y sin el colchón de una mayoría absoluta. En el momento de cerrar estas lineas parece muy difícil tarea y ya se habla de elecciones en junio. Pero con Mariano ya vivimos algún milagro.

Feijóo afronta el desafío de convertir su tercer mandato en el de las grandes transformaciones que permitan el impulso definitivo de una Galicia que hasta ahora se ha tenido que limitar a mantener a flote. Está en su mejor momento, con conocimientos, equipo y respeto del mismo y del resto.

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En esos desafíos está el futuro del PP.

A estas alturas, nadie duda de que si Feijóo salda con éxito el tercer mandato será el próximo líder de los populares.

Alcanzar esa meta dependerá en buena medida de que sea capaz de ofrecer un perfil propio e incluso de enfrentarse a Rajoy cuando sea necesario en estos próximos años, hasta la fecha todas las conversaciones no reconocidas situaban al de Os  Peares con una intención de llegar sin despeinarse, sin lucha sin enemigos. Para llegar tendrá que enfrentarse a la otra gran alternativa Soraya Sáenz de Santamaría.

Rajoy jugará fuerte para ganarse el apoyo del PSOE de ellos necesita otra nueva humillación. Hay quien dice que si lo consigue, queda Rajoy para rato, pero esa es otra historia.