Enrique de Diego
Tras diez meses instalados en el “día de la marmota” salir de ese estadio para seguir en él implica la suficiente novedad para que Susana Díaz haya conseguido descoser todas las costuras del PSOE a favor del PRI de Rajoy, quien ahora se muestra dialogante, tiende la mano y afirma: “voy a buscar el apoyo en los grupos constitucionales”.
Ante la que se avecina, se ha empezado a hablar mucho de “democracia representativa”, para no consultar nada a los militantes y para blindar a la casta. Se insiste tanto porque la falta de representatividad es clamorosa y hemos entrado en las etapas últimas de su degeneración. Ninguno de los votos del 26 J va a ser respetado.
Por de pronto, tres fuerzas políticas nacionales, PSOE, Podemos y Ciudadanos hicieron campaña por el cambio, bien que posturas distanciadas. Entre los tres suman el 66,81% de los votos. Sin embargo, con lo que nos encontramos es con el más patente inmovilismo.
Mariano Rajoy-PP: No va a cumplir su programa. Puesto que está en minoría, se supone que el nuevo programa son los 150 puntos pactados con Ciudadanos. Pero estos tampoco tienen que ser respetados, porque se precisa el acuerdo o la abstención del PSOE.
PSOE: El partido socialista no sólo ha ninguneado a los militantes -a los susanistas les produce urticaria dejarles hablar- también a los votantes. No sólo ha forzado la dimisión del secretario general sino que se ha desembarazado del candidato. Todos hicieron campaña contra Rajoy y ahora le van a hacer presidente.
Ciudadanos: Lo de Albert Rivera es de aurora boreal. “Hablaré con el PP pero no con quien cobró de Bárcenas”, dijo en campaña Albert Rivera, que ahora es el aliado de Rajoy.
Podemos: Pablo Iglesias es el que mantiene más la posición, dentro y fuera del Congreso, porque la calle va a estar muy agitada, pero en su debe está que pudo desalojar a Rajoy dándole el voto a Pedro Sánchez, pero optó por sus ansias de liderar la izquierda. Ahora el sistema se dispone a utilizar la movilización con altas dosis de alarmismo para intentar fortalecerse como garante de una falsa estabilidad.
En suma, en lo que estamos tiene poco que ver con lo que salió de las urnas y con el sentido que cada partido dio a su petición de voto. La mierdocracia –el sistema que selecciona a los más mierdas- nunca había sido tan farsa como ahora.