Editorial
La identidad, como el patriotismo, no es derechas. Parafraseando a José Antonio Primo de Rivera, no es derechas ni de izquierdas. Con un término en boga, es transversal. Es el común denominador de la sociedad, las pautas comunes, abiertas, las regularidades, tradiciones y derechos que permiten la convivencia en una única comunidad.
Por eso, un proyecto identitario no ha de situarse a la derecha de nadie, ni tampoco a la izquierda, sino en un ámbito superador. Ya hemos dejado claro que nosotros no estamos por la estabilidad porque este sistema es la destrucción de la nación y de la sociedad, la aniquilación de la identidad. Todos los partidos del sistema tienen algunas coincidencias disgregadoras como la corrección política y el multiculturalismo, la negación, por tanto, de la identidad, escondido este proyecto destructivo tras eufemismos del cosmopolitismo como el euopeísmo.
En ese sentido, el peor enemigo de la identidad nacional es el PP, porque la utiliza en su provecho de manera cínica y nada hay peor que una buena causa llevada por un mal abogado, como decía Ernst Jünger. Algunas de las críticas hechas desde Podemos al patriotismo de pulsera son del todo razonables, y no sólo las compartimos, sino que las hemos dicho mucho antes. No se puede utilizar el patriotismo a conveniencia como coartada de los intereses y la corrupción. Nada satelizado del PP puede llevar a buen puerto cualquier proyecto identitario, sino en abierta contradicción. El debilitamiento de los partidos actuales –partidos de la casta, partidos estatales, partidos del multiculturalismo- es beneficioso y hay que blindarse ante los reclamos del sistema hacia una falsa estabilidad.
La inmigración subvencionada está echando abajo el Estado de bienestar y todos la apoyan. El debate no les interesa, aunque está en la calle, cada vez con más fuerza e intensidad.
¿Qué somos, de dónde venimos y a dónde nos están llevando? Falta un gran proyecto nacional; un proyecto identitario; el secesionismo es la consecuencia de ese deterioro de la identidad.
Es un drama nacional que las ansias identitarias y regeneracionistas del pueblo español hayan catalizado en Podemos, donde la confusión sobre la identidad es total, muchas veces como rechazo a esa utilización cínica por los corruptos. Mucha gente de la que sigue a Podemos tienen anhelos identitarios, son identitarios quizás sin saberlo.
Un gran movimiento identitario será superador del liberalismo y del socialismo, dos ideas muertas y disgregadoras, que sólo sirven a los intereses de sus castas. Ha de ganar voluntades tanto en la derecha como en la izquierda para el gran objetivo común de recuperar la identidad nacional amenazada.