Enrique de Diego
Tras darse un baño autocrático a lo Ceaucescu en su Comité Federal –una sola abstención- Susana Díaz ha usado la metáfora de la costurera: “hay que coser lo que se ha roto”. Ximo Puig, criticado por las bases, ha seguido por la misma senda: “hay que coser entre todos”.
Hete aquí que el PSOE ha devenido en un taller de costura, con Susana Díaz haciendo de Penélope del felipismo, cosiendo por el día lo que desteje por la noche. Esta funcionaria del partido, que a los 23 años fue elegida secretaria de organización de las Juventudes Socialistas andaluzas, y de ahí a concejala del Ayuntamiento de Sevilla, diputada, senadora, consejera de Presidencia e Igualdad y, por último, sustituta de José Antonio Griñán en la presidencia de la Junta, forma parte de esa plaga –la de los políticos profesionales- que está hundiendo España.
Ella es la que ha movido la dimisión golpista de 17 miembros de la Ejecutiva, y la que envió a su peona Verónica Pérez a decir esa astracanada de “el único poder del PSOE soy yo”. Pero antes de eso, con un total deslealtad, ha estado segando la hierba a Pedro Sánchez, obligado a afrontar dos campañas electorales en solitario, contra el aparato de los partidos de las baronías.
Son los barones, y Penélope Díaz a la cabeza, los culpables de la situación a la que ha llegado el PSOE y no Pedro Sánchez que ha mantenido las siglas a flote frente a la ofensiva de Podemos. Mientras, Susana Díaz ha ido por detrás con la navaja cabritera, teledirigida por Felipe González.